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El californiano, uno de los estandartes del circuito de capital saudí, logra su segundo «major» tras superar a un McIlroy errático al final
17 jun 2024 . Actualizado a las 00:51 h.Entre los inexplicables fallos finales de Rory McIlroy y los aciertos propios, Bryson DeChambeau se apuntó este domingo su segundo US Open. Triunfó en un final vibrante en el campo número 2 de Pinehurst, en Carolina del Norte, que concede también una victoria simbólica al LIV, al imponerse uno de los estandartes del circuito de capital saudí. Su título se une al de Brooks Koepka, que también ganó el Campeonato de la PGA del curso pasado siendo ya miembro del calendario rebelde. A los méritos del campeón se une el hundimiento de McIlroy cuando iba líder, con tres bogeys en los cuatro últimas banderas, incluidos dos putts fallados de solo 75 centímetros en el 16 y de apenas un metro en el 18. DeChambeau, a sus 30 años, entregó una última tarjeta de +1 para totalizar -6, con un impacto de ventaja sobre McIlroy, -1 el domingo para -5 en el acumulado.
El domingo presentó desde muy pronto un duelo precioso entre jugadores emparejados en partidos diferentes. Porque DeChambeau, que había comenzado el día con tres golpes de ventaja sobre McIlroy, Matthieu Pavon y Patrick Cantlay, abrió la puerta a la batalla con un bogey en el hoyo 4 cuando el norirlandés ya había dado un paso al frente en la primera bandera, con un birdie desde casi siete metros. Y ahí comenzó el pulso. A un lado, DeChambeau, el jugador más en forma del LIV, el circuito de capital saudí que sacudió los cimientos de la industria del golf, y al otro, el más agresivo defensor de los circuitos tradicionales; a un lado, el jugador local, el californiano al que el público jaleaba al grito de «¡U-S-A, U-S-A!», y al otro, una de las estrellas más carismáticas de este deporte por encima de nacionalidades; a un lado, el científico que ideó un particular juego de palos con tamaños y grados diferentes al estándar de las últimas décadas, para lo que modificó su técnica, y al otro un modelo de swing elegante y canónico; a un lado, el favorito del partido estelar, y a otro el aspirante que marchaba 400 metros por delante en el emparejamiento anterior.
DeChambeau, quizá algo sobremotivado en su deseo de agradar al público local y redimirse del pecado de su marcha al LIV, jugó con la agresividad que acostumbra. Pese a desviarse camino de los tees en alto de Pinehurst, fue encontró soluciones para mantenerse en la pelea. Pero McIlroy tenía bien afinado el putt, cometió menos errores y empató el duelo en el 13. Por entonces ya llevaba -3 en el día para -7 en el acumulado, por el resultado provisional de par del californiano para totalizar los mismos -7.
Un cuarto de hora más tarde, el vuelco era una realidad gracias al birdie de McIlroy en el 13 y el bogey de DeChambeau en el 12. Ardía el US Open. Al rato, el norirlandés era líder, pero a la hora de la verdad, como en otras ocasiones le ha pasado al sensacional jugador de Irlanda del Norte, le tembló el pulso.