España, una balsa de aceite en la que todos reman

Javier Ortiz de Lazcano DONAUESCHINGEN / COLPISA

DEPORTES

La selección española celebrando el gol que les dio el pase a semifinales
La selección española celebrando el gol que les dio el pase a semifinales JJ. Guillén | EFE

La selección triunfa porque ha logrado mezclar fraternidad y solidaridad en un vestuario sin egoísmos

10 jul 2024 . Actualizado a las 21:52 h.

«Fue un partido muy importante para nosotros. Llegamos en una situación de tensión y se demostró que somos un equipo muy fuerte, comprometido y unido. Fue cuando comenzamos a acuñar el término familia», desveló Luis de la Fuente antes de reencontrarse con Georgia en los octavos de final de la Eurocopa.

Sucedió en septiembre del pasado año, pero el mismo seleccionador triunfador de hoy estaba entonces con la espada de Damocles sobre su cabeza tras una derrota en su segundo partido en Escocia que puso en duda su capacidad para gestionar el combinado nacional. La Roja ganó 1-7 y desde aquel día el entrenador riojano no se quita de la boca la palabra familia cada vez que comparece ante los medios.

«Hemos formado un grupo muy cohesionado, lo que es una buena base para este desafío. Este equipo es una familia con un vínculo muy fuerte», proclamó al poco de aterrizar en Alemania.

Su gran mérito es que en la selección impera la pax de la Fuente. Y no era fácil. Cuando llegó aún coleaba el mal ambiente entre su predecesor, Luis Enrique, y la prensa. Para colmo, se le apretó desde el primer día con el retorno de Sergio Ramos e Isco.

Y estaba el turbio asunto federativo. Sus aplausos a Luis Rubiales eran una mina a la deriva que en cualquier momento de malos resultados podía explotarle. En las últimas semanas además ha corrido el riesgo de verse salpicado por la crisis de la Federación y su guerra con el Gobierno. Ha creado una burbuja alrededor de su equipo que lo ha protegido de ese ruido.

Hay entrenadores que se creen emperadores romanos con un mando absoluto, de la Fuente no ha caído en esta tentación. Todo lo contrario. Ha tenido claro que para no fallar necesitaba la seguridad de contar con un grupo de jugadores que además fueran «buenas personas», como él mismo define.

Eso le ha permitido tener un grupo que practica a cada momento la fraternidad y la solidaridad. Esa es una musiquilla que suena desde muchos vestuarios, pero en este caso suena a verosímil.

No hay nada del mal rollo que salpicó a la selección en los tiempos de la guerra de Mourinho contra el Barcelona ni quedan restos de las tormentosas comparecencias ante los medios de Luis Enrique.

La concentración en la Selva Negra ha sido una balsa de aceite en la que todos han remado. No ha habido ningún problema, ni siquiera cuando un par de jugadores como Nacho y Joselu han recibido permiso para negociar su futuro desde el hotel de Donaueschingen.

Las imágenes de fraternidad se suceden. El portero del Athletic, Unai Simón, abrazó al del eterno rival, el realista Álex Remiro, para celebrar el triunfo con Francia. Carvajal ayuda en lo que puede a Lamine Yamal, a quien todos han tomado como un muchacho al que hay que proteger y ayudar.

Hay momentos que quedarán para el recuerdo. El jugador de mayor currículo con la selección, Jesús Navas (un Mundial y una Euro), asumió con total entereza su condición de recambio del titular Carvajal. Sucedió ante Albania, en el partido jugado por los suplentes. Recibió un golpe en el primer minuto. «Me ha dolido todo el partido», reconoció. Pero no se le ocurrió pedir el cambio. Carvajal tenía una amarilla y hacerle jugar le colocaba en riesgo de una sanción para octavos. En lugar de protegerse y dejar paso a su compañero, lo que abría la opción de la primera eliminatoria, entendió que su misión era otra. «Dani tenía tarjeta y debí aguantar porque somos un equipo». No hay egoísmos. Ningún jugador es tan importante como todos juntos.

De la Fuente practica además en primera persona la gratitud. Tras el primer partido llamó a su equipo técnico a hacer un pasillo a los jugadores que se habían impuesto 3-0 a Croacia. Y lo hace también en la sala de prensa, en la que sin ningún problema inicia las respuestas por el nombre del periodista y a alguno de ellos se permite lanzarle el guiño de «tú me conoces bien». Es ejemplar hasta cuando quiere reprochar algo. «Vosotros dedicaros a hacer preguntas, que lo hacéis muy bien, y dejarnos a nosotros tomar decisiones deportivas», dijo de muy buenas maneras a los periodistas tras eliminar a Francia en alusión a las críticas recibidas por sus cambios ante Alemania.

Conciliador

Es un técnico educado y de buenas maneras que no se pelea con nadie en la sala de prensa porque tiene claro que una de las obligaciones de su trabajo es trasladar una imagen conciliadora de la Federación. Los jugadores le ven conducirse así y siguen por el mismo camino. Esa influencia ha sido positiva porque nadie ha escuchado los habituales reproches entre jugadores e informadores que han enrarecido el ambiente en otras ocasiones.

El entrenador tiene clara que la armonía resulta clave para su equipo. Si hay algo que no pasa son los ceños fruncidos de los futbolistas que no participan. Y no hay ninguna queja por no jugar. «No he venido a dar problemas», advirtió a este periódico el realista Zubimendi. «No hay que poner caritas cuando no estás en el once», remachó su compañero Mikel Merino. Como le gusta resaltar a de la Fuente, «aquí suman todos, hasta los que menos participan».