El título de este artículo no tiene nada de original, pero es que este niño con sonrisa contagiosa es especial. Desde que Lamine Yamal debutó de la mano de Xavi Hernández no ha parado de crecer. Ha ido incrementando sus cualidades potencialmente hasta llegar a esta Eurocopa y crear un impacto multiplicado por mil desde el golazo que anotó ante Francia.
Y es especial porque todo lo ha hecho a base de procesos pequeños, muy importantes, pero que ha cumplido paso a paso. Sin prisa, a veces sin ruido. Como si este chiquillo iluminado supiese que no son las prisas y sí la trayectoria en el tiempo la que haría, en un día no muy lejano, saltar por los aires todas las buenas previsiones que apuntaba.
Para cumplir todos esos microprocesos ha tenido a sus padres, por supuesto, y a sus compañeros de club (estrellas ayudándole cada día) y de selección, a todos los entrenadores que le han hecho saltarse etapas que nadie se salta. Salvo los que tienen algo especial. Esos técnicos que no solo se han dedicado a hacerlo debutar, sino que lo han protegido —y protegen— sabiendo que Lamine Yamal es especial.
Y uno de los mejores valores que está aprendiendo de la mano de los profesionales que lo rodean es que su irrupción estelar ha venido de la mano del equipo, y nunca por encima de este. Porque las genialidades de este niño emanan de forma natural y cada vez con más asiduidad.
También es especial porque, al igual que los grandes jugadores de la historia, tiene dentro de su repertorio dos maniobras que todo el mundo sabe que las va a hacer, pero que nadie las puede evitar: su conducción hacia dentro como zurdo y su manejo con ambigüedad desde la banda derecha, difícil de contrarrestar, con el centro hacia dentro del área y disparo al ángulo largo.
¿Se acuerdan de la jugada entre Jordi Alba y Messi? Debe ser de las más estudiadas de la historia. Pero durante diez años, y hasta el último día que jugaron, siguió dándose con éxito.
Pues Griezmann ya empezó a escribir la primera página de este libro de Lamine cuando dijo que sabían que era zurdo, que conducía hacia dentro y que golpeaba al ángulo largo. Está claro: Lamine Yamal es especial.