Es tiempo de resaca, repaso y reflexión después de un mes de Eurocopa redondo en el que la selección española no ha dejado de coleccionar elogios hasta conseguir el título. Con todo merecimiento y un fútbol que se ha ganado el reconocimiento unánime, brillante en ataque, solidario y sin apenas fisuras en la contención, siempre valiente.
Será difícil encontrar otro ejemplo de un juego cooperativo con semejante grado de implicación y con un nivel de rendimiento tan alto y homogéneo. Porque nadie bajó del notable. Por no decir que, si hubiese que poner notas, cada uno se llevaría su sobresaliente. Tan es así que, si se abriese una encuesta para elegir al mejor jugador de la selección en este campeonato, con toda seguridad los votos estarían muy repartidos y el abanico de candidatos sería amplio.
Ha sido también el triunfo de la naturalidad, de la corrección y de la buena educación. Pocas veces ha habido tantas entrevistas de jugadores y del propio seleccionador durante la competición. Cierto que cuando los resultados acompañan y el viento sopla de cola es más fácil navegar. Pero incluso en un escenario tan favorable es difícil que no aparezca algún encontronazo o algún desencuentro. Y, si los hubo, no trascendieron.
El caso más ilustrativo puede ser el de los vaivenes de Morata. Compañeros y cuadro técnico cerraron filas alrededor del capitán sin necesidad de levantar muros, buscar culpables o generar incendios. Es la diferencia entre echar gasolina o agua al fuego. Y, al final, ese episodio, que podría haber generado fisuras, acabó siendo vertebrador.
Otra reflexión es para los que se podrían llamar héroes secundarios, con acciones que quedan tatuadas en el recuerdo pero nunca tendrán el reconocimiento y el brillo de los goles. Sucedió en el Mundial de Sudáfrica, que pasó a la historia con el tanto de Iniesta en el minuto 116. Aunque no con el mismo peso, en la memoria colectiva también está muy presente aquella parada providencial de Casillas ante Robben. En Berlín el gol del triunfo llegó muy al final, en el minuto 87. Y en el 89 Dani Olmo sacó de cabeza, sobre la línea, un remate que hubiese llevado la contienda a la prórroga. Mérito añadido que uno de los jugadores de ataque estuviese cubriéndole las espaldas al portero.
La Eurocopa 2024 ya está en el zurrón. Y pasará a la historia por el buen fútbol, por el pleno de victorias, por el buen rollo, por la sonrisa contagiosa de los niños Williams y Yamal, por la serenidad de Luis de la Fuente, porque para levantar el trofeo hubo que ganar a Croacia, Italia, Albania, Georgia, Alemania, Francia e Inglaterra. Casi nada.