Así son las dos horas de entrenamiento de Alcaraz en París antes del relevo

Paulo Alonso Lois
Paulo Alonso PARÍS / E. LA VOZ

DEPORTES

Lavandeira | EFE

Carlitos entrena ya en Roland Garros para los Juegos, exigente y distendido, ante la mirada de Nadal, que toca la bola luego, y aguardan su explosivo dobles juntos

24 jul 2024 . Actualizado a las 11:40 h.

Rafa Nadal, 14 Roland Garros ganados para un total de 22 grand slams, 38 años, leyenda viva del tenis, vigila desde un fondo de la pista Philippe Chatrier, apenas a unos metros de donde se levanta una estatua en su honor. Sigue a media mañana de este martes los estacazos que pega su heredero, en una historia tan bien hilvanada que no parece real. Su sucesor, Carlos Alcaraz, que tiene 21 años y el US Open, Roland Garros y dos Wimbledon en su poder, resulta radicalmente distinto, y solo así puede ensanchar el legado. Cuando el primer entrenamiento de Carlitos lleva ya más de una hora, se acerca adonde lo mira su ídolo, en su primer reencuentro en público en varias semanas, y el primero antes de disputar juntos el dobles masculino de los Juegos de París. Una mezcla explosiva, cargada de emotividad, inédita, para alimentar el relevo, el cambio de guardia inevitable, como lo hizo Nadal —en mucha menor medida— antes con su ídolo Carlos Moyá.

Y entonces comparten un par de comentarios sobre anchoas, las que tiene Nadal en su habitación de la villa olímpica.

De anchoas. Ahora que ambos comparten confidencias y caprichos, ya está todo bajo control. Alcaraz se gira de nuevo hacia la pista. Tiene trabajo por delante. Una sesión de dos horas en una Chatrier desierta, con apenas una docena de reporteros y fotógrafos desperdigados por las gradas.

Alcaraz tiene reservado entrenamiento a las once de la mañana en la Chatrier. Entra cuando la tenista Beatriz Haddad Maia termina su turno. Y el niño maravilla atiende fotos con el equipo de trabajo de la brasileña, saluda uno a uno a los periodistas que lo siguen desde primera fila, y empieza su ritual. Con toda naturalidad, y sin el amplio equipo de trabajo que lo acompaña día a día en el circuito. Esto son los Juegos, y los cupos de acreditaciones oficiales, muy limitados. Así que su entrenamiento con Pablo Carreño —con el que lleva nueve años coincidiendo en la academia de Juan Carlos Ferrero en Villena— lo pilotan entre uno de los entrenadores de ambos, Samu López, y el capitán del equipo español de Copa Davis, David Ferrer. Mientras el médico Ángel Ruiz Cotorro y un par de fisioterapeutas de la Federación Española cuidan del resto de detalles. También vigila Albert Molina, el mánager de Alcaraz. Mientras, van apareciendo jugadores, rivales deseosos de ver al fenómeno, en un complejo que estará cerrado al público hasta que el sábado comiencen los partidos. Porque en el mundillo nadie quiere desperdiciar la oportunidad de ver a Alcaraz, que reaparece tras su título de Wimbledon.

Macharse y disfrutar, siempre

Carreño —verdugo en el duelo por el bronce de Tokio 2020 del invencible Novak Djokovic, que había llegado a Japón con los tres grandes consecutivos de Australia, Roland Garros y Wimbledon en busca de una proeza— y Alcaraz realizan un entrenamiento sencillo. Intercambian cruzados, paralelos, hacen guantes como los chavales de cualquier club. Pero la bola silba en su vuelo. Carlitos no se guarda nada. «Ahora cortamos un poco», manda Samu López. Luego toca intercambiar los peloteos con dejadas. De las que tanto le gustan a Alcaraz, y más al público de todo el mundo que disfruta con sus diabluras. Entonces, falla un golpe que ejecuta mirando al tendido. Y arrecian las bromas. «¿Eso sabes de quién es culpa, no?», lanza Molina hacia Carreño, como atribuyéndole parte de los excesos de creatividad del chaval. «Ya, cuando falla es mi culpa», responde el asturiano.

Entre dejadas y zambombazos hay espacio para las risas. Marca de la casa de Alcaraz, el chico que necesita disfrutar y sonreír. «Gana, gánala, Carlos», interviene Ferrer, que poco después intenta hacer correcciones de volea: «Bloquea más la derecha; de revés lo haces más fácil». Y el niño maravilla lo da por bueno. La volea, uno de los registros clave para que la pareja con Nadal, inédita hasta hoy, funcione.

El paso de la esterilla

Alcaraz y Carreño se van felicitando sus golpes. A media sesión cambian de raqueta, por otra recién encordada, también abren otro juego de bolas antes de empezar a sacar, y amagar con retarse a unos puntos. Samu López coge la esterilla y la pasa para que la pista de tierra vuelva a ofrecer un bote regular. Los voluntarios le intentan convencer de que desista, de que el trabajo es suyo, pero lo termina.

La sesión de dos horas se va consumiendo y Alcaraz, a primera vista, asusta. Por momentos avisa a Carreño —autodescartado hace unas semanas para el cuadro individual, para centrarse en el dobles— de adónde va a sacar cada bola: «Va esta al cuerpo». Pero ni así la esquiva. Carlitos ha puesto la máquina en marcha. La de los Juegos. La del dobles explosivo. La del relevo. Y el mundo del tenis va preparando las palomitas.

El mallorquín se ejercita con Moyà y recibe la visita de vuelta de su compañero

Nadal está acompañado en París por parte de los suyos. Por los entrenamientos se deja ver su hermana, Maribel, que trabaja para la Academia que lleva el nombre del gigante. Apenas a dos días de disputar la final de Bastad, elige entrenar por la tarde, con David Ferrer, en una sesión a la que también se incorpora luego su entrenador, Carlos Moyà. Por la Chatrier pasa más tarde Alcaraz, y la foto con Nadal de Lavandeira ya da la vuelta al mundo.