Nadal y Alcaraz, a un paso de las medallas tras engrasar el dobles y vencer a Griekspoor y Koolhof
DEPORTES
Un balear activo y un murciano entregado superan a los neerlandeses tras dos horas y 23 minutos (6-4, 6-7 (2) y 10-2) para pasar a cuartos; en la siguiente ronda, los estadounidenses Ram y Krajicek
30 jul 2024 . Actualizado a las 22:28 h.Los paraguas que hace unos días servían para guarecerse de la lluvia, ahora intentan paliar el intenso sol que pega desde principio de la jornada en Roland Garros. Hay aspersores abiertos para que se pueda remojar el personal. Los pisteros alegran la vida a los aficionados de las primeras filas regalando un duchazo. Cualquier revista es útil para tratar de hacer llegar el aire. Y se repite y se repite por megafonía que se beba agua con frecuencia, que hay fuentes públicas y gratis, aquí sí, por todo el recinto. Pero no impide que la Suzanne Lenglen, segunda en importancia, esté llena en sus 10.000 butacas. Es el atractivo eterno que ejerce Rafael Nadal, y que ha multiplicado con la presencia de Carlos Alcaraz a su lado en este París 2024. Y que continúa en el camino de la medalla que le privó Novak Djokovic en individual, pero lo apoya el murciano en el dobles. Ganadores con sufrimiento ante Griekspoor y Koolhof por 6-4, 6-7 (2) y 10-2.
Fresco Nadal a pesar del calor y de la derrota dura ante Djokovic, ágil Alcaraz en la red, entonadísimos en esta segunda presencia olímpica juntos y hasta con risas cuando los cruces no salen. Y disculpas por parte de Alcaraz que recibe Nadal con un ok, no pasa nada. Uno enseña, el otro aprende. No hay signos ni señales, sí mucha conversación. Y mil recursos más para paliar el poco tiempo de compenetración que han tenido.
Incluso aunque acaben por los suelos, como Nadal al pillar casi en la cara un disparo de Griekspoor. Cómo no rendirle uno y mil tributos al balear en este lugar. Ese que limpia la línea con el pie cuando tiene que restar, ese que se da tres golpecitos, izquierda, derecha, izquierda, antes de sacar. El de las mil rutinas, el de los mil gestos, el de las mil victorias, el de los mil aplausos.
El que corre para presionar al rival cuando este tiene que irse a devolver una pelota muy atrás, y el que salta de alegría cuando la derecha de Alcaraz, esa derecha que despierta los oh, cruza la pista sin encontrar respuesta y se convierte en la rotura en el séptimo juego del primer set. Un aguijonazo de euforia en el equipo español y en la grada, que se levanta de la silla a pesar de que el bochorno pega las piernas a la madera.
Pletóricos
Caen cuatro gotas contadas que alivian un poco el calor, pero no perturban el camino de los españoles, que cada vez están más libres jugando como saben como singlistas y en coordinación con el compañero. Aunque en lugar de gestos haya divertidos «¿Aquí?, ¿Aquí?, ¿Me quedo?» de Alcaraz hacia Nadal. Da igual, son imparables, resuelto el primer set sin más contratiempos.
«Muy buen dejada», premia Nadal a Alcaraz. «Vamos a ver si hacemos este, ¿eh?», lo apremia. Y se divierten, que eso también ayuda a que el partido vaya por donde quieren ellos. Están enchufados los dos, muy seguro atrás el balear, en todas partes el murciano, que se presta a todo en la red. No se consigue el break, pero se lo siguen pasando bien; hasta la grada murmura y se ríe porque no se ponen de acuerdo con el «aquí», «no», «más aquí», «no». No se pliegan los neerlandeses, eso sí, mucho más acoplados, con Koolhof como especialista, tres títulos este año, 19 en total. Tanto que dieron dos pequeños sustos en el octavo juego, dos opciones de rotura que Alcaraz solventó con valentía y dos primeros saques muy potentes.
Era el primer aviso. Los neerlandeses encadenan dos errores y son Nadal y Alcaraz los que tienen la opción de lograr esa en el noveno juego, pero Griekspoor y Koolhof tienen un punto más de energía en el tie break y llevan el desenlace del encuentro a un super tie break a diez puntos. Los «Rafa, Rafa, Rafa» se multiplican porque nadie quiere que la fiesta en la que se había convertido el encuentro se empañe con una posible salida definitiva de Nadal de los Juegos, y de París.
Pero el primero que no lo quiere es Nadal, que apela a su espíritu, el que le nace revolucionado en esta pista, aunque sea esta vez la Lenglen, para atizar desde todos los lados en estos diez puntos definitivos. Que se ha quedado sin posibilidad de un premio en individual, pero no va a ceder esta oportunidad al dobles de sumar un mordisco más a la historia del tenis en forma de medalla.
Es este el momento que decide y diferencia a un buen jugador de un gran jugador. Y en la pista hay dos muy buenos jugadores y dos enormes jugadores que se retroalimentan en este último esfuerzo por pasar a la siguiente ronda. Lidera Nadal y lo iguala Alcaraz con un punto de los suyos: atrevido, volea, volea, volea y remate a la línea, brazo en alto para empezar a notar que esto será suyo en algún momento. Y para que los dos españoles celebren el 6-1 y el 7-1, y el 8-1 y el 9-1 y la grada se enfade porque hay que esperar otro punto más para ver la victoria de este superdobles. Brazos en alto y gritos de rabia porque se ha sufrido, pero se ha logrado el objetivo. Un pasito más cerca del podio. Lo que quieren ellos. Un día más de Nadal en París. Lo que quieren todos.
El siguiente partido sube la exigencia, pues se enfrentan a los estadounidenses Austin Krajicek y Rajeev Ram, pareja número 4 del torneo.