Quién es la boxeadora Imane Khelif y por qué su caso reabre el debate de la igualdad en el deporte
DEPORTES
«Científicamente nada dice que es un hombre que pelea contra una mujer», dice el COI sobre la gran polémica de los Juegos Olímpicos de París. La italiana Angela Carini, su rival del jueves, se retiró del combate a los 46 segundos alegando fuertes dolores tras los golpes de su adversaria. Su rival tiene hiperandrogenismo, una condición por la cual su cuerpo produce una cantidad excesiva de andrógenos, como la testosterona
02 ago 2024 . Actualizado a las 19:24 h.La participación este jueves en los Juegos Olímpicos de París de la boxeadora argelina Imane Khelif ha reabierto el debate sobre la competición deportiva de mujeres con diferencias genéticas y hormonales, una discusión que viene de largo y que ha desatado una ola de transfobia contra una deportista que en ningún momento se ha identificado como trans.
La polémica saltó después de que la púgil italiana Angela Carini se retirara de su combate contra Khelif alegando un fuerte dolor tras los golpes de su adversaria, pero la opinión pública ha encontrado otro motivo para dicha retirada: la descalificación de la boxeadora argelina de los Mundiales de Boxeo en 2023 tras no superar un test de género, que determinó «ventajas competitivas» sobre sus rivales.
También se vio afectada la boxeadora taiwanesa Lin Yu-ting, a la que, como a Khelif, no se le sometió a un examen de testosterona, «sino a una prueba independiente y reconocida, cuyos detalles se mantienen confidenciales», según un comunicado de la Federación Internacional de Boxeo (IBA).
Su perfil
Imane Khelif tiene 25 años y es una de las representantes de Argelia en los Juegos Olímpicos de París.
Ella no es una deportista trans, tiene hiperandrogenismo, una condición por la cual su cuerpo produce una cantidad excesiva de andrógenos, como la testosterona. Entre esas diferencias, puede desarrollar un mayor incremento de su masa muscular.
Ya en el Mundial del 2023 su nombre estuvo en los grandes titulares. En esa competición fue precisamente descalificada porque no pasó la prueba de «elegibilidad de género».
Desde este jueves, las posiciones a favor y en contra de la deportista no paran de sucederse. El Comité Olímpico Internacional, el COI, aseguró este viernes tras la polémica del combate contra la italiana que «científicamente nada dice que es un hombre que pelea contra una mujer».
«Hay muchas mujeres con altos niveles de testosterona», recordó este viernes el portavoz del COI, Mark Adams. Y es que el criterio de elegibilidad para el COI y para la mayoría de los deportes es, dijo, «el documento de identidad». El portavoz indicó que si se hiciesen caso a todas las sospechas que se abren paso en torno a la identidad sexual de las deportistas, se acabaría volviendo a los tiempos «no deseados por nadie» de los test de feminidad.
Desde Italia, su primera ministra Giorgia Meloni no ha tardado en pronunciarse después de la retirada de Angela Carin. «Llevo años intentando explicar que algunas tesis llevadas al extremo corren el riesgo de impactar especialmente en los derechos de las mujeres», explicó a la prensa local.
«Es verdad que lo importante en los Juegos Olímpicos es participar, pero en igualdad de condiciones», agregó Matteo Salvini, ministro de Transporte y líder del partido ultraderechista Liga.
Mientras, la supuesta damnificada, Angela Carini, lamentó que se haya creado esta polémica. «Aunque me hubieran dicho que no peleáramos (antes del combate), no habría aceptado. Nunca me rendí», dijo este viernes Carini en una entrevista con el diario italiano La Stampa, en la que subrayó que para ella lo sucedido no es una derrota, y remarcó que no ha protestado respecto a la polémica en torno a Khelif, descalificada en torneos previos de boxeo femenino por un test que le detectó altos niveles de testosterona.
«Lo siento por ella también, terminamos en un boom mediático. ¿Quiénes somos nosotros para juzgar? ¿Para decir qué está bien y qué está mal? Somos atletas, no somos jueces», aseguró.
«Si está chica está aquí debe haber una razón», añadió la italiana, asegurando que ella no protestó por tener que combatir contra la argelina. «Nunca he protestado. Nunca he dicho una palabra. Me adapto a las normas, no decido», aseguró.
Una polémica antigua
Como apunta Paula Boira Nacher en Europa Press, el caso de Khelif recuerda al de la exatleta española María José Martínez Patiño, quien en 1985 fue descalificada de la Universiada de Kobe tras un análisis sanguíneo que determinó que tenía cromosomas XY, habitualmente propios de los hombres.
El diagnóstico de la atleta fue el de síndrome de insensibilidad a los andrógenos (SIA): personas con cromosomas XY pero resistentes a los efectos de los andrógenos, consideradas hormonas sexualmente masculinas.
Ella es una persona intersex, un «concepto paraguas que recoge muchísimas diferencias», en palabras del profesor de la Universidad de Valladolid Jonathan Ospina-Betancurt, experto en Intersexualidad y Transexualidad en el Deporte, quien explica a Efe que esta condición puede afectar tanto al sexo biológico como al cromosómico, hormonal o gonadal, entre otras características.
«No se puede clasificar a las personas exclusivamente por unos cromosomas, por una carga genética o por unos niveles de testosterona concretos porque no existe un estanco perfecto para las categorías de hombre y mujer», subraya.
Así lo demostró Martínez Patiño a la Federación Internacional de Atletismo (IAAF), ante la que evidenció que su anormalidad genética no le otorgaba ninguna ventaja. Si acaso, al contrario: «Aunque yo hubiera intentado doparme con testosterona no habría tenido efectos porque el receptor de los andrógenos no actúa. No hay respuesta del organismo», dijo en una entrevista.
El 14 de octubre de 1988, después de tres años de inactividad, fue rehabilitada.
¿Un sesgo racista y machista?
En los últimos años se han dado otros casos similares al de Khelif y Martínez Patiño: el de la atleta sudafricana Caster Semeya y la india Dutee Chand, mujeres cisgénero diagnosticadas con hiperandrogenismo.
Para Ospina-Betancurt todas cumplen con el mismo patrón: «no se adaptan al estereotipo femenino perfecto de la sociedad occidental».
«Todos los casos han sido de mujeres del sur global, incluso el de Martínez Patiño, que en ese momento venía de una España en desarrollo que ni siquiera formaba parte de la Unión Europea», concreta.
Coincide con ello el doctor en Derecho Daniel J. García López, cuya investigación se centra en los márgenes de la sexualidad jurídica, quien alerta de los peligros de «imponer un tipo corporal concreto como si fuera un tipo global».
Para Martínez Patiño, estos casos han saltado a la palestra «porque son atletas de Argelia y de Taiwan». «Si hubieran sido de otros países nadie hubiera dicho nada», ha subrayado la atleta, que desde 2012 forma parte del panel de expertos de la Comisión médica del Comité Olímpico Internacional (COI).
A esto se suma su condición de mujeres, añade García, quien compara la supuesta ventaja de las atletas con hiperandrogenismo con la de la de otros deportistas de élite como el nadador estadounidense Michael Phelps, cuyo cuerpo produce la mitad del ácido láctico que un atleta típico, lo que le hace sentirse menos fatigado que sus contrincantes.
«A él le dicen que tiene mucha suerte por esa condición y a ellas se las descalifica», lamenta el jurista, quien recuerda que reglamentos como el de la IAAF establecen un nivel de testosterona inferior a 5 nanomoles por litro en sangre para quienes quieran competir en categoría femenina, mientras que limitaciones similares no existen en las categorías masculinas más allá de los controles de dopaje.
«Las que han estado en escrutinio siempre son las mujeres porque se considera que un hombre sí puede ganarlas, pero ellas nunca pueden ganar a un hombre», ha especificado Ospina-Betancurt. En suma, se lanza el mensaje de que el buen rendimiento deportivo es un patrimonio exclusivamente masculino.
Los antecedentes
El test que descalificó a Khelif del mundial fue realizado por la IBA, que no organiza la competición de boxeo en la cita olímpica de París al ser suspendida previamente por el COI por irregularidades financieras y en el arbitraje de las peleas.
Los resultados no salieron a la luz por confidencialidad, pero diversos medios rusos replicaron un mensaje del presidente de la IBA, Umar Kremlev, quien aseguró que ambas boxeadoras tienen cromosomas XY y no XX, como es habitual en las mujeres.
El COI, por su parte, ha defendido que «todos los deportistas que participan en el torneo de boxeo» de los Juegos «cumplen con las normas de elegibilidad y de inscripción de la competición, así como con todas las normas médicas aplicables establecidas por la Unidad de Boxeo de París 2024».
«Estas dos deportistas fueron víctimas de una decisión repentina y arbitraria de la IBA», ha resaltado el COI, que ha criticado la ausencia en el reglamento de la federación de «un procedimiento claro sobre las pruebas de género».
Tanto García como Ospina-Betancurt alertan de una última cuestión: ¿qué pasará cuando Khelif vuelva a casa?
«A nosotros mañana se nos olvidará, pero estas deportistas tienen a 200.000 millones de personas viéndolas y la duda sobre ellas ya ha sido sembrada. Muchas deportistas que han sufrido este acoso mediático y social han terminado bastante mal en lo relativo a su salud física y mental», ha avisado Ospina-Betancurt.
Por su parte, García ha lamentado que se esté atacando la intimidad de la boxeadora, a quien «prácticamente se le está obligando a declarar qué es», cuando, recuerda, «en la legislación argelina no hay posibilidad de cambiar de sexo» y la comunidad LGTBI+ está perseguida.
Lin, con exceso de hormonas masculinas, gana un combate como cualquier otro
La otra boxeadora que fue descalificada en el Mundial por suspender los test bioquímicos de género, se impone a los puntos
Pío García / Colpisa
Cuando Lin Yu-Ting, boxeadora taiwanesa, salta al cuadrilátero hay unos pocos abucheos y muchos más aplausos. Su rival, la uzbeka Sitara Turdibekova, recibe una ovación general. El combate es igualado. Turdibekova pega fuerte y Lin, más alta, baila mejor. Al finalizar los tres asaltos, los jueces deciden que ha ganado Lin. Su victoria ha sido clara, aunque no ha habido ningún golpe fulminante ni una exhibición abrumadora de superioridad. Cuando sale del cuadrilátero, saluda a quienes le apoyan y alza el brazo.
La taiwanesa Lin Yu-ting y la argelina Imane Khelif llevan vidas paralelas. Ambas son boxeadoras eficaces, de puño fuerte, y las dos se han colocado, a su pesar, en el centro de un desagradable torbellino. En el último Mundial de Nueva Delhi, hace un año, las dos fueron descalificadas por haber suspendido los test bioquímicos de género. Khelif no pudo pelear por el oro y a Lin le arrebataron el bronce que ya colgaba sobre su pecho. La Asociación Internacional de Boxeo (IBA) resolvió que no habían competido en igualdad de condiciones porque habían hallado en su sangre una presencia de hormonas sexuales masculinas superior a la permitida. El presidente de la IBA, Umar Kremlev, llegó a afirmar que ambas tenían el cromosoma XY.
En cualquier caso, no son mujeres trans y las dos, sobre todo la taiwanesa, tienen un currículum apreciable en el mundo amateur. No siempre ganan, aunque Lin, de 28 años, es bicampeona del mundo y presenta una estadística muy favorable (40 victorias y 14 derrotas). Sin embargo, en los Juegos Olímpicos de Tokio, no aguantó un solo combate.
Aunque el COI suele respetar los criterios de las federaciones deportivas, en el caso del boxeo no sucede así. Los casos de corrupción y amiguismo dentro de la Federación Internacional han hecho que el Comité Olímpico asuma la organización del torneo en París 2024 y mantenga los criterios que regían en Tokio. En una declaración hecha pública este viernes, tras la tormenta provocada por la victoria fulminante de la atleta argelina, el COI lamentó «el abuso del que ambas deportistas están siendo víctimas». Para el organismo que preside Thomas Bach, la resolución de la Asociación Internacional de Boxeo fue «repentina y arbitraria» y no respetó los procesos legales. Además, recuerda que ambas púgiles llevan años practicando boxeo y que una decisión así no puede adoptarse en medio de un torneo y «sin respetar la evidencia científica».