Djokovic es infinito: gana los Juegos y ya tiene todos los títulos posibles

Paulo Alonso Lois
Paulo Alonso PARÍS / E. LA VOZ

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Edgar Su | REUTERS


El serbio derrota a Alcaraz en Roland Garros en un partido monumental, llora conmovido y añade el oro olímpico de París al mejor palmarés de la historia del tenis masculino (7-6 y 7-6)

04 ago 2024 . Actualizado a las 17:17 h.

Novak Djokovic ya lo tiene todo después de casi tres horas de tenis de un nivel monumental. A sus 37 años, ya no puede aspirar a un gran torneo nuevo. Se ha pasado el juego. Con su victoria en la final del tenis en los Juegos Olímpicos de París 2024, cierra un círculo. Supera por 7-6(3) y 7-6 (2) a Carlos Alcaraz en una final preciosa en la Philippe Chatrier de Roland Garros que ya es historia del tenis.

Sobre la abarrotada Philippe Chatrier se igualan dos extremos. El finalista más veterano de la historia del tenis olímpico, y el aspirante más joven de todos los tiempos. Les emparenta su estirpe de elegidos ante una oportunidad única. Las banderas españolas colorean todas las gradas, pero el griterío de los seguidores del serbio gana por momentos en decibelios.

A sus 21 años, Alcaraz pelea por un triplete en apenas dos meses que está inédito en el tenis masculino: encadenar Roland Garros, Wimbledon y el oro olímpico; con 37, Djokovic persigue el único gran título que falta en el palmarés del competidor más voraz de todos los tiempos: 24 grand slams, una Copa Davis, siete torneos de maestros... ¿Alguien da más?

Muy pronto las cartas están sobre la mesa. Djokovic golpea con su velocidad de crucero, su martillo, inclemente, en un juego de porcentajes impecable, ajustando el mayor ritmo al que no cometer errores. Alcaraz cabalga sobre golpes de derecha de una agresividad brutal, y su habilidad con las manos, con la sutileza de la magia de cerca. Uno se impone por constancia, y el otro exprime un interminable repertorio de trucos de ilusionista.

Pero son tan buenos, y tan inteligentes, que ambos aprenden del otro. Como hizo contra Nadal, Djokovic vuelve a salpicar su propuesta de dejadas, prueba de la indiscutible influencia de la irrupción de Alcaraz y su regreso al pasado con inteligencia y tacto para acunar bolas que boten a unos centímetros de la red. Y Carlitos sabe que la victoria se gesta a base de consistencia: el oro requiere más que una colección de golpes maestros para el museo del Louvre.

El serbio empieza más fiable al servicio, y se fabrica una oportunidad para romper la final con 2-1 a su favor y 0-40 con servicio de Alcaraz, que cambia de raqueta justo en ese momento bajo presión, y gana seis de los siete puntos siguientes. Al rato es el español el que aprieta, con 2-2 y con hasta tres opciones de ruptura sobre el saque de Djokovic. Pero el pulso continúa igualado.

Uno mira a Juan Carlos Ferrero, recién llegado de España para dar los últimos consejos en la final; otro discute con su banquillo y la grada le abuchea. Y Serena Williams, la más grande de la historia del tenis femenino, lo sigue todo desde las gradas con ojos como platos.

Con 4-4, Alcaraz ve pasar por sus ojos hasta cuatro bolas para romper el servicio del rival. Se le escapan. Solo un tie break puede resolver semejante igualdad. Y ahí dos detalles adelantan a Djokovic. Con 3-3 conecta un resto cruzado de derecha a la línea para romper un servicio de Alcaraz, y cierra el set al instante con una volea corta estratosférica.

Carlitos necesita una remontada en una final que se juega al mejor de tres sets. Hace todo el español. Los aciertos y los errores, y ahí se le va el oro. Djokovic, que no deja de discutir con su banquillo ni cuando gana un juego, empuja como un toro desde el principio. Pero a cada rato la grada le recuerda sus opciones a Alcaraz: «¡Sí se puede!». Con 6-5 para el español, el turno le toca al juez de silla, el francés Damien Dumusois. Tampoco le vale al serbio. Mientras la final se va a otro tie break. Y cae del mismo lado. Ya no hay cuentas pendientes para Djokovic, que llora desconsolado. También llora el derrotado., El campeón escala por la grada de Roland Garros, ondea una y otra vez la bandera de su país y se abraza con los suyos. Misión cumplida.