Saber ganar. O no saber hacerlo. Después de varias semanas destacando la normalidad de los chavales de la selección española de fútbol, nos regalaron en horario de máxima audiencia golpes de efecto propios de las más cutres despedidas de soltero. Lo de que una mayoría fuese borracha en la celebración ante las cámaras más que un atenuante es un agravante. Aunque los momentos cumbre de los festejos fueron la falta de educación de algunos en la visita el presidente del Gobierno y los gritos de «Gibraltar español». Esta España de Lamine Yamal y Nico Williams sigue siendo también la de Torrente.
Saber perder. Hasta ahora sabíamos el enorme talento de Simone Biles para la gimnasia, y también el contexto en el que salió adelante de forma modélica: infancia difícil, madre alcohólica, víctima de abusos sexuales y problemas de salud mental. Desde este lunes constatamos la elegantísima manera que tiene de perder, para inventarse una nueva celebración de lo que para ella alguien puede considerar una derrota, la medalla de plata en suelo. Su imagen alabando a la campeona en el podio junto a su compañera Jordan Chiles, una coreografía nunca vista en la gimnasia, supone su último regalo en París (Mientras, Rebeca Andrade pareció reírse de todos poniéndose unas gafas al terminar su ejercicio. ¡Todas estas piruetas las hace siendo miope!).
Saber estar. La china Bing Jiao jugó la final del bádminton olímpico gracias a que la desgarradora lesión de Carolina Marín la libró de una derrota cantada. Y en el podio, con su plata, sin sobreactuaciones, encontró una manera elegante de enviarle un beso, enseñando una bandera española en un pin.