Antía Jácome, sexta en C2 500 metros en París 2024, optará a medalla el sábado

Paulo Alonso Lois
Paulo Alonso PARÍS / E. LA VOZ

DEPORTES

AFP7 vía Europa Press | EUROPAPRESS

En una regata con condiciones desfavorables para zurdas como ella y Corbera, logran el diploma y la palista gallega competirá mañana en el C1 200, prueba en la que también es la vigente subcampeona mundial

09 ago 2024 . Actualizado a las 12:56 h.

Con un cuerpo fibroso de 163 centímetros, una clase única sobre la piragua y una fuerza de voluntad a prueba de golpes, Antía Jácome (Pontevedra, 1999) logró este viernes el segundo diploma olímpico de su carrera, tras el quinto puesto logrado en Tokio en el C1 200. La canoísta lanzó con toda su furia el C2 500 metros que comparte con la madrileña María Corbera hasta terminar sexta en sus segunda cita olímpica. Ni el incomodísimo oleaje, ni los vientos diabólicos de la pista de Vaires-sur-Marne —esta vez intenso del Sureste, es decir, a favor, y perjudicial para zurdas como ellas—, ni el teórico lastre de formar un particular tándem con dos deportistas zurdas, impidieron que se fajase entre las mejores. China cumple los pronósticos y gana la final, por delante de Ucrania y Canadá. Este sábado Jácome tiene otra oportunidad para colgarse un metal en el barco individual, en el explosivo C1 200 metros (semifinal a las 11.50 y final a las 13.50, ambas en TVE).

Subcampeonas del mundo de C2 500, solo por detrás de China, Jácome y Corbera lanzan su canoa con furia entre el oleaje, impulsadas por fuertes rachas de viento, una invitación a asumir riesgos. Y mientras avanza a unos 17 kilómetros por hora, la pontevedresa describe un gesto técnico perfecto. Cuando la pala entra al agua, no solo la clava para mover el barco como le pide Kiko Martín durante sus durísimas sesiones de entrenamiento en Alcudia, sino que ajusta al máximo el movimiento, hasta que su mano derecha roza cada vez ligeramente la canoa. Casi inapreciable, lo justo para que avance un barco fabricado a medida por la firma portuguesa Nelo.

La canoa se fue estrechando —por el cuerpo menudo de las dos palistas— y luego ensanchando hasta dar con el diseño perfecto para su biomecánica hace tres meses, después del test definitivo del Europeo, cuando la embarcación se hundía ligeramente.

Al paso por los 250 metros, el ecuador de la final, Jácome y Corbera son cuartas. Palea la deportista gallega en el nombre de David Cal, el indiscutible referente con el que se ilusionó por el piragüismo, al que estudiaba en vídeos, y el último canoísta gallego en pisar un podio olímpico en Londres 2012.

Los últimos metros son una batalla heroica contra el desfallecimiento. Una última oportunidad para que apriete los dientes la cría que se subió a una canoa por primera vez en A Lanzada, se formó en la escuela de piragüismo Ciudad de Pontevedra y se marchó a Sevilla concentrada con el equipo nacional con solo 15 años.

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Jácome cruza la línea de llegada y, desde ahora, ya pensará en su otra oportunidad de podio, mientras sus padres, Gloria y Julio, la siguen volcados desde unas gradas coloreadas por decenas de banderas españolas y gallegas. Queda atrás la gran crisis sufrida cuando en el 2022 los entrenadores del centro de alto rendimiento de Sevilla, Marcel y Georgina Galván, plantaron a todo el equipo por sorpresa. Del desconcierto y el traslado a Mallorca con el sabio Kiko Martín, cordial forjador de campeones, nació una oportunidad.

Caer y levantarse. Como Antía Jácome ha hecho siempre. Hasta ser doble diploma olímpico (Tokio 2020 y París 2024). Y lo que queda. Este sábado afronta la semifinal y la final del C1 200 metros, otra de sus especialidades, otra de las tres distancias en las que luce como vigente subcampeona mundial. Encara de nuevo el reto de conseguir la primera medalla en los Juegos de la historia de la canoa femenina española. Una modalidad incluida en el programa olímpico en Japón.