Carlo Ancelotti es el único entrenador que ha conseguido ganar la liga en España, Inglaterra, Alemania, Italia y Francia. Con grandes equipos, pero aun así no es fácil alcanzar tantas veces la cima. Es, también, el único con cinco Champions en su palmarés. Siempre se ha significado por ser un gran químico, por acabar encontrando la mejor fórmula, la mezcla idónea para que el rendimiento colectivo estuviese por encima del individual, por muchas estrellas que tuviese a sus órdenes, cediendo el protagonismo a los futbolistas, levantando la ceja.
Esta vez el reto es el mismo, elevado a la enésima potencia. La pasada campaña convenció a la plantilla de que solo había un camino para que aflorase el talento: defender bien. Y, si bien el mensaje vuelve a ser el mismo, la campaña ha empezado gris, muy gris. El equipo no está fino, ni con balón ni sin balón. Se deja puntos por el camino.
El Real Madrid corre el riesgo de caer en el mismo problema que sufrió en la etapa de los galácticos. Con una diferencia. Entonces no peleó por la continuidad de Makelele y el grupo se quedó sin el jugador que trabajaba por varios sin balón. Ahora toca lidiar con la retirada de Toni Kroos, que era ingeniero y jefe de obra. Para más inri, se han lesionado los dos centrocampistas más dotados para romper líneas y conectar con los delanteros, Bellingham y Camavinga.
Mbappé quiere, pero no le llegan pocos balones en condiciones. Y Vinicius no está siendo el Vinicius que porfía, desequilibra y rompe las defensas rivales. En lugar de ganar filo con la llegada del delantero francés, el equipo se está descosiendo.
Las temporadas se alargan tanto que apenas hay tiempo para las pretemporadas e ir probando y ensamblando piezas. Esto no ha hecho más que empezar. En todo caso, Ancelotti sabe que el tiempo es otro enemigo. Está, quizás, ante su mayor desafío.