La última derrota del gigante Rafa Nadal

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Juan Medina | REUTERS

El campeón de 22 «grand slams» pierde su individual en la derrota de España en cuartos de la Davis ante Países Bajos, a sus 38 años el cierre de su carrera descomunal como deportista

20 nov 2024 . Actualizado a las 09:18 h.

La última profecía de Rafa Nadal puede cerrar su propia carrera, uno de los viajes más maravillosos de la historia del deporte. La víspera de comenzar la fase final de la Copa Davis, la de su adiós a los 38 años, con un cuerpo dolorido por las lesiones y el paso del tiempo, confesó que ya no creía en una despedida con épica en la pista: «Los finales de película normalmente son para películas americanas. Hace tiempo que me di cuenta de que no tendría una de estas». Y ayer abrió con derrota el cruce de cuartos de final de la Copa Davis, en Málaga, con derrota ante el neerlandés Botic van de Zandschulp (6-4 y 6-4).

El partido, ante casi diez mil personas que se frotaban los ojos en el Martín Carpena, supondrá su despedida del tenis profesional después de que España igualase el cruce con el triunfo de Alcaraz ante Tallon Griekspoor (7-6 y 6-3), pero cediese finalmente con la derrota del murciano y Marcel Granollers. Consumada la debacle del equipo español, eliminado cuando era indiscutible favorito, comenzó el homenaje a un deportista maravilloso.

La derrota de Nadal representó el epílogo de un viaje homérico, con 22 grand slams, dos oros olímpicos, cinco Copas Davis, 92 títulos individuales de la ATP y, por encima de números y estadísticas, un legado de saber desenvolverse en la pista, protagonizar remontadas prodigiosas, no dar un punto por perdido, autocontrolar sus emociones hasta despedirse sin una sola raqueta rota en su maleta y, además, honrar al deporte con una rivalidad versallesca con Roger Federer, su némesis, su verdugo, su víctima y su cómplice: uno era arte y otro empuje, uno era ataque y otro resistencia, uno era hielo y otro fuego; y ambos terminaron amigos. Solo Novak Djokovic, con 24 majors, supera su palmarés en la pista, pero con una huella más tenue por sus claroscuros como competidor.

Nadal salta a la pista dura y cubierta de Málaga y se emociona ya solo al escuchar el himno, con el cariño del público, con todo el aura del partido. Aunque, pasase lo que pasase en su individual ante Botic van de Zandschulp, cuando al cabo de un rato le estrechase la mano, nadie podía saber en un primer momento si su partido era el último de su descomunal trayectoria deportiva. Porque en la actual Davis al mejor de tres sets las eliminatorias incluyen tres partidos, y al suyo de cuartos le siguen otro individual y el dobles.

En el Nadal-Van de Zandschulp la emotividad de uno se cruza con los nervios del otro. Para el gigante de los 22 grand slams el partido encierra sobre todo el simbolismo de su posible adiós, por más que durante los días previos al encuentro todo el equipo español se empeñase en relativizar la importancia de su despedida con un título de tal calibre en juego. Y para el jugador neerlandés, que no pasó de dos finales de Múnich como techo en la ATP, verse en semejante acontecimiento supone un premio y un peso. Solo así se explica que después de un primer juego anecdótico para Nadal, Van de Zandschulp, con 40-0 a su favor, encadene tres dobles faltas seguidas, incapaz de poner la pelota en juego. Todo un síntoma.

Pero desde el principio, el larguirucho jugador de los Países Bajos, de 191 centímetros, da la talla ante un Nadal que ya no es Nadal. Por eso el español anunció hace unas semanas que aquí se retira. El fenómeno juega con un tenis que no es el suyo, después de casi dos temporadas en las que apenas disputó siete torneos. Y el desgaste, esa falta de precisión, esa chispa que ya no prende, explica la derrota en dos sets.

Nadal, que había despachado con rutinaria eficacia a Van de Zandschulp dos veces en el 2022, tanto en Roland Garros como en Wimbledon, tanto en tierra como en hierba, en tan solo tres sets, no es que falle, o pegue con la caña de la raqueta, es que se le ve incómodo, fuera de sitio, representando un papel que ahora es fácil subrayar que quizá debió interpretar algo antes.

Nadie mejor que Nadal sabe que esta vez dispara con balas de fogueo. Y por eso no hay espacio para el drama o la frustración en su mirada cansada. Llega el 4-4, el instante clave, cuando otros doblaban la rodilla ante su silueta amenazante, y el español cede un break. Pierde cuatro juegos seguidos en el instante clave y se ve con 6-4 y 2-0 en contra. El partido empieza ahí a descoserse. Horas después Málaga comienza, con el bajón de la derrota, el homenaje a contrapelo al gigante.