No hay lugar a muchos debates. Los números y la historia están ahí. Lola Gallardo, que está firmando uno de los comienzos de temporada más importantes de su carrera, es la mejor portera de la Liga F. Ayer se convirtió en la jugadora con más partidos en la historia del Atlético de Madrid: 206.
Pero no todo ha sido un camino de rosas para la sevillana. De leyenda del conjunto colchonero, a repudiada de la selección española. Antepuso sus convicciones a la fama que le da a cualquiera participar en un Mundial. Lola fue una de esas 15 «rebeldes» que peleó por unas mejores condiciones en el fútbol femenino español. Unas jugadoras que pedían que hubiese más calidad y profesionalidad en los entrenamientos de la selección. «Tenían un poder muy grande y se les acabó. No pedíamos mejoras porque nos apetecía, lo hicimos porque somos ambiciosas y queríamos ganar. Tuvimos que llegar a este límite para que la gente nos crea...», señaló en El País.
Y así fue. Tras el beso no consentido de Rubiales a Jenni Hermoso se demostró que no eran chantajistas. Ni niñatas. Ni caprichosas. Sino valientes por buscar un buen futuro para el fútbol femenino nacional. Aunque eso, para ella y para otras compañeras, significó quedarse sin un oro. Porque, para Lola, las ideas van delante de cualquier medalla —«Yo me voy a dormir muy tranquila», dijo—.
Ella es un libro abierto que no se calla. Directa. Peleona. Crítica. De las que no se cortan a la hora de dar palos. Como el último a la seleccionadora. «Hemos hablado con quien teníamos que hablar», dijo sobre su posible retorno con España. La polémica no le ha quitado su ilusión por volver. Eso sí, la espera y las incógnitas no le quitan el sueño. La pelota está en el tejado de Montse Tomé, que sigue escudándose en motivos únicamente deportivos para no convocarla. ¿Volveremos a ver a las 15 al completo? Antes deberían sentirse arropadas por una federación en la que imperan los egos.