
El técnico coruñés le dio un giro radical al rendimiento del plantel de O Couto
16 dic 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Pablo López Vidal (A Coruña, 1977) es uno de los técnicos de moda en el fútbol gallego, después de cambiar la dinámica de un Ourense CF, en el que aterrizó en un momento muy delicado a nivel clasificatorio. Tres victorias consecutivas cambiaron ese panorama y una cuarta en la Copa del Rey, eliminando al Dépor, le dieron máxima visibilidad al club a nivel nacional. Su trabajo no es flor de un día y el balompié un juego que convirtió en pasión con el paso de los años. Lo sigue disfrutando como en el primer partido.
—¿Cuándo supo que se dedicaría al fútbol de un modo profesional?
—Fue cuando estaba en los juveniles del Dépor, casi recuerdo el día. Le ganamos 5-0 al Sporting de Gijón y Rodríguez Vaz, que era amigo de mi padre, le dijo: «Este chico vale para esto». Viniendo de un hombre que promocionó al primer equipo a Fran y a José Ramón, eso me hacía pensar en que podía conseguirlo.
—¿Le dolió salir del club tras esa etapa, junto a muchos de sus compañeros?
—Mucho, era nuestra casa y que te echen de tu casa es traumático. Habíamos hecho un trabajo espectacular, en esos tres años, porque el juvenil era su única cantera con el Fabril. Habíamos logrado ser campeones, superando al Athletic, Sevilla y al Real Madrid. En mi caso, incluso había ido convocado y fui titular con el filial en Liga y Copa Federación. Pensábamos que al menos pudimos ir cedidos al Cerceda o el Betanzos, que estaban en Tercera. Mi única opción fue el Imperátor, con el que ascendimos y después me llegó la oportunidad del Pontevedra, en Segunda B.
—Y el inicio de su etapa con Milo Abelleira.
—Era un avanzado a su tiempo, con él aprendí mucho de su propuestas tácticas y de sus entrenamientos. Guardo muchas cosas de su fútbol. También es que estuve muchos años con él porque seguimos juntos en el Celta B y en el Ourense, pero nos enfrentamos a equipos entrenados por Marcelino y Mendilibar, a los que superamos tácticamente.
—¿Ya se veía entrenando en un futuro cercano?
—Me tiraba fijarme en la labor de los entrenadores, pero en ese momento estaba aún convencido de que sería ingeniero. Logré terminar la carrera, pese a que comencé en Ferrol, y también me matriculé en Vigo y Oviedo cuando jugué allí. Al final la completé en la UNED, que era lo más lógico, al cambiar de equipo. Quizás cuando me di cuenta de que me gustaba lo de entrenar fue en el Montañeros, que dirigí al equipo de benjamines. Lo de enseñar también me atraía. Además estuve a las órdenes de José Ramón y fue otro de los técnicos que me marcó. En As Pontes volví a sentarme en el banquillo en la base, incluso organicé un campus con el preparador físico y terminé al frente del primer equipo, nada más retirarme.
—¿Con qué perfil de técnicos se identifica?
—Siempre he pensado que un entrenador debe buscar el contexto en el que desarrollar las cualidades de los jugadores de que dispone y aprovechar sus fortalezas. Apostamos por tener el balón, con una salida limpia, recuperar lo antes posible, pero hay que estar preparados para todas las situaciones del juego. Según los perfiles de los futbolistas intentas hacer lo que te reporte más ventajas.
—¿Y a cuáles sigue más de cerca?
—Te fijas en todos, porque intentas aprender de todo lo que te llama la atención en cada uno. La presión de los equipos de Bielsa me parece ejemplar y a la hora de combinar, te vienen a la cabeza los nombres que destacan todos, Xabi Alonso, Arteta y, desde luego, Guardiola. Pero también te quedas con otras facetas, como la gestión del grupo de Ancelotti, las contras de Mouriño y el liderazgo del Cholo Simeone.
—Sus tareas están cada vez más compartimentadas y los cuadros técnicos son más amplios.
—En el fútbol podrías estar trabajando 24 horas, porque hay mucho que mejorar y analizar, pero lo importante es gestionarlo todo para que sea un trabajo eficaz. En eso, Clarence Seedorf era espectacular. Todos sabíamos lo que teníamos que hacer en un grupo muy amplio. Emery o Marcelino también trabajan con muchos colaboradores y analistas, pero no solo jóvenes. Tengo la suerte de conocer a gente como Javier Maté, que te analiza el fútbol con mucha claridad, Xulio Díaz, José María Blanco —mi entrenador en juveniles—, Ángel Vales —campeón del mundo como analista externo de la selección española—, o el propio Milo. A todos les pregunto siempre cómo han visto a mi equipo o sobre lo que se puede mejorar.
—¿Y el componente emotivo del juego?
—La pasión es vital en el fútbol. El que no la siente tiene fecha de caducidad en este deporte. Es lo que me mueve, incluso al llegar a casa estás pensando en estrategias y en soluciones. Se lo hago ver a los jugadores, lo que vivimos en O Couto no se paga con dinero, que vibre tu afición, haciendo algo que te gusta. Mi propia esposa dice que reviví desde que volví al banquillo.
En corto
A Pablo López es fácil encontrarlo de modo habitual en otro ámbito distinto al futbolístico.
—¿Sigue o practica algún otro deporte?
—Me gusta mucho el yudo. Mi hijo mayor (16 años) fue campeón de España infantil y el pequeño (13) ya se subió al podio gallego. Mi suegro es Bernardo Romay, una de las figuras más importantes de este deporte en Galicia y a mí me parece una modalidad ideal como deporte de formación, porque transmite valores como el honor, el sacrificio, saber encajar las derrotas y respetar al máximo a los árbitros. Lo malo es que me pongo más nervioso viendo a mis hijos que en un partido.
—¿Le gusta viajar?
—Mucho, como a mi esposa. Por el yudo, tuvimos opción de ir de luna de miel a Tokio y Kioto, fue una experiencia espectacular, como la que viví en África, cuando trabajé en Camerún y pude estar en países como Malaui, Comoras y Egipto. Pude comprobar por qué lo llaman tercer mundo, y es increíble que esté ahí al lado, cruzando un mar.
—¿Cocina o espera en la mesa?
—Comencé a vivir solo a los 19 años y mi madre me daba recetas que yo elaboraba, intentando comer sano. Hago una buena paella para comer entre amigos.
—¿Un libro o una película?
—Prefiero leer, sobre mi profesión, como la obra de Paco Seiru.lo. En ficción, un poco de todo, Pérez Reverte, Coelho o Dumas. También me gusta ver en familia películas que aporten valores, aunque sean repetidas, como Cadena de favores, La milla verde o Qué bello es vivir.