
Cumplir los antojos de la madre y prohibir el pulpo son prácticas habituales para evitar manchas en el bebé A la hora de creer en algo, no hay distinción de sexos. Hombres y mujeres protagonizan por igual los ritos más inverosímiles. Sin embargo, la fecundidad y la maternidad parecen estar especialmente vinculadas a ciertas prácticas ancestrales. Las nueve olas de A Lanzada para quedarse embarazada o el bautismo anticipado para augurar un buen parto son prácticas con escasos devotos hoy en día, pero ¿qué padre puede escapar al cumplimiento de los antojos de una futura madre para evitar que el bebé nazca con manchas?
20 abr 2002 . Actualizado a las 07:00 h.El tema del antojo es universal. Si una mujer embarazada tiene un antojo -leáse el capricho de comer algo dulce o salado que no hay en casa en ese momento- hay que cumplirlo ya, ¡ahora mismo!, porque sino la criatura nacerá con una marca que recuerde el deseo insatisfecho. Casos hay a montones en las comarcas y alrededores. Claro que algunos le restan importancia explicando que en realidad los antojos son una buena excusa para ser servida y evitar que el padre de la criatura eluda sus obligaciones familiares. Otro causante de manchas es el bienamado pulpo. Las mujeres encintas de la comarca tienen que cuidarse de comer pulpo durante el embarazo so pena de que al niño le salgan manchas. Sin embargo, si a una mujer embarazada o con la regla la pica una culebra no le pasará nada, ningún efecto. No obstante, no todas las creencias juegan a favor de las mujeres. Algunas aún continúan apuntando que si se visten de rojo las morderá un lagarto... Es ya una costumbre la creencia de que cuando a una mujer se le morían siempre los hijos, ya sea en el vientre materno o a los pocos dias de dar a luz, debía bautizarlo antes de que nazca en un puente y siguiendo un preciso ritual. Cuando le faltaba poco para dar a luz se la llevaba a un puente, preferentemente a uno que tuviera un crucero, para preservar al niño de la influencia maléfica de Satanás, pero a falta de este requisito se utilizaba el más cercano a su domicilio. El bautismo debía realizarse a la medianoche del último sábado del mes y se prohibía el paso a toda persona que intentara cruzar el puente antes de esa hora. La mujer iba acompañada de personas de su confianza, hombres y mujeres, que llevaban una cesta bien repleta de carne de todo tipo y un garrafón de vino del mejor. A las doce se le pedía al primer transeúnte que actuara de «ministro», y se le entregaba agua y sal. En la lengua de la parturienta depositaba la sal y sobre el vientre derramaba el agua, al tiempo que pronunciaba el sacramento bautismal: «Yo te bautizo...». Luego cenaban invitando al que había ejercido de ministro, y al terminar arrojaban al río las sobras de la cena.