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Dulces como caídos del cielo

Ana Fontal SANTIAGO

DEZA

SANDRA ALONSO

El mirador | Un verano en Santiago En los conventos de San Paio y Belvís se pueden comprar almendrados, tartas y pastas

25 ago 2004 . Actualizado a las 07:00 h.

«Todos los días se nos acaba la repostería que hacemos. Hay domingos que no tenemos ya de nada. Podríamos cerrar si no fuera porque es la puerta de un convento», comenta sonriendo la hermana benedictina María del Carmen. Sin necesidad de encargarlo previamente, en el convento benedictino de San Paio de Antealtares se pueden comprar a diario tartas de Santiago, almendrados, pastas de té, magdalenas y galletas. Por encargo, además, uno puede disfrutar de deliciosos brazos de gitano, bizcochos, tartas de moca, de chocolate y de nata. En agosto, las hermanas benedictinas hacen unas veinte cajas de pastas de té al día. Esta vez Manuela ha tenido suerte. Son sólo las 13.30 horas y se lleva las últimas cajas: «Lo que más me gustan son las pastas de té. Soy de Muros, pero siempre que vengo a Santiago, traigo a mis amigos para que las prueben. Bettina y Stephan se las van a llevar a Alemania», comenta Manuela en la entrada del convento de San Paio. «La máxima de la orden es ora et labora -explica María del Carmen-. De 9.30 a 13.00 horas nos dedicamos a trabajar, en la repostería entre otras cosas, pero por la tarde, a partir de las 18.00 horas, acabamos con el trabajo y nos dedicamos a la lectura y la oración. Los dulces son un trabajo más, pero tenemos que hacer otras cosas como ir al coro, en fin, hacer vida de monjas». El ingrediente clave de la repostería monacal en Santiago es la almendra. Tanto las benedictinas como las dominicas del convento de Belvís, que también venden pastas de té, almendrados y tartas de Santiago, la compran fuera de Galicia. «No se puede comprar kilo a kilo aquí en la ciudad, es demasiado cara. La traemos de Reus en cantidades de 50 kilos», explican las dominicas. El procedimiento es todo un secreto. No hay constancia de cuando se empezó a hacer repostería en San Paio, pero, como explica la hermana María del Carmen: «En los archivos aparece registrada muy pronto la compra de almendras y fruta y se cree que ya con la fundación del monasterio en 1499 se hacían mermeladas, tartas y almendrados para regalar. Siempre hay una o dos personas que saben como hacer la repostería y preparan las masas, pero las hermanas mayores también participan y así están entretenidas. Este conocimiento se va transmitiendo para que alguien siempre sepa la receta». Con las monjas de Belvís el secreto está a salvo: «Nos enseñaron en un convento en Castilla, pero se nos pidió que nunca desvelásemos la receta a nadie».