
Entrevista | Manuel Conde Ares El?nirvana?de?los?budistas?y?el?cielo de los católicos tienen que ser parecidos a los jardines de Oca: 25.000 metros de paz a los que Manuel Conde se dedica en cuerpo y alma
19 oct 2005 . Actualizado a las 07:00 h.Para algunos es el Versalles gallego, para otros el telón de fondo de sus fotos de boda y para Manuel Conde es el elixir de la felicidad. El jardín del pazo de Oca ha llenado páginas enteras de libros de arte y ha merecido foto en las guías turísticas. Sin embargo, es el gran desconocido de A Estrada. Muchos vecinos no han encontrado nunca tiempo para sobrepasar los muros palaciegos y muchas parejas de recién casados han hecho cola para retratarse frente al estanque principal sin sospechar siquiera el universo botánico que se extiende más allá. Quienes se han perdido en él saben que merece la pena. Más de un turista ha quedado tocado por la placidez del paseo con el sonido de las fuentes y de las hojas como banda sonora y algún urbanita ha llegado a sentir desasosiego. «Aquí hay tanta paz que estresa», sentenció una vez un madrileño. Nadie conoce mejor los jardines de Oca que su guardián, Manuel Conde Ares. Tras once años de «dedicación exclusiva», el jardinero ha encontrado la clave para mantener el equilibrio. «O difícil é conseguir que o xardín esté coidado pero que pareza salvaxe; ter os setos ben cortadiños é o máis doado», explica. Más que cuidado exhaustivo, los jardines precisan observación constante. Y la tienen. Manuel Conde vive en el pazo con su familia y nunca escatima horas de trabajo. Para él, más que una obligación, es un placer. Un cartel a la entrada del pazo invita a los turistas a visitar los jardines. El ticket cuesta 4 euros y el horario es «de sol a sol». Esa es también la jornada laboral de Manuel Conde. Aún así, el jardinero se siente un privilegiado. «É un luxo poder vivir nun sitio coma este e sen terlle que pagar nada ó fisco», comenta. Manuel Conde nació en la parroquia de Moalde (Silleda) y se buscó la vida cabalgando entre la tierra y el mar. Sus raíces estaban en tierra pero, aunque sus padres eran agricultores, a los 15 años Manuel Conde tenía sed de aventura y decidió embarcarse. Primero trabajó de camarero. Después, volvió a A Coruña a formarse y se convirtió en mecánico naval. No obstante, ya entonces llevaba la jardinería en la sangre. «Sempre me gustou ter un pouco de verde ó lado e no barco levaba sempre algunha maceta», recuerda. Como mecánico dio varias veces la vuelta mundo. Estuvo en Brasil, en Canadá, en Argentina, en Libia o en Marruecos, pero un día sufrió un accidente que lo convenció para echar el ancla en tierra. Fue entonces cuando empezó a trabajar en el campo y a hacer arreglos esporádicos en los jardines del pazo. Después, se convirtió en el jardinero oficial. Manuel Conde nunca fue a una escuela de jardinería, pero su conocimiento alcanzaría para impartir clase en cualquier facultad. Lo que sabe se lo enseñaron la experiencia, la dedicación y los libros. «Na cabeza non se pode almacenar todo o coñecemento, o que hai é que saber buscalo nos libros», defiende. En Oca aprendió «a escoitar o silencio escondido detrás destes muros», pero también a reconocer cada especie vegetal. El pazo, que es propiedad de la casa ducal de Medinaceli, tiene 25.000 metros cuadrados de jardín y 55.000 de huerta ajardinada. Es un verdadero jardín botánico diseñado en el año 1740 por el francés Francisco Vie, ingeniero real. La obra se organiza en dos zonas: el jardín francés, de carácter geométrico, y el inglés, más paisajístico y caracterizado por el orden desordenado. Los jardines reúnen en conjunto plantas de sesenta familias botánicas diferentes, con centenares de variedades cada una. El jardinero está elaborando un censo de especies, pero es un trabajo a largo plazo que requiere años de observación de las plantas. Las camelias y las azaleas son las plantas que más predominan en el jardín. Sólo de camelia hay 120 o 130 variedades diferentes. «Isto é só unha gota no océano, porque no mundo hai 7.500», explica Manuel. No obstante, el jardín de Oca custodia una auténtica joya del género: una camelia reticulata de mediados del XVIII que sobrepasa los diez metros de altura y es la más antigua y la más alta de Europa. De azaleas también hay cuarenta variedades distintas. Pero eso es sólo la punta del iceberg que se esconde en Oca.