
La misión apostólica de la congregación finalizó en 2009 al marcharse las ocho monjas que colaboraban en la parroquia
11 sep 2014 . Actualizado a las 07:00 h.Sus voces se echaban de menos. María Jesús, Ana, Tara, Nieves, Aurelia, Luisa, Edurne y Paola; hermanas pertenecientes a la congregación Fraternidad Reparadora Apostólica en el Corazón de Cristo Sacerdote dejaban Lalín en julio del año 2009 después de colaborar unos dieciséis años en las actividades parroquiales. Transcurrieron cinco años desde dicha fecha. Ahora, desde el pasado fin de semana, y como respuesta a una petición expresa del cura párroco de Lalín Manuel Salgado a la congregación para contar con la labor apostólica de las monjas, dos fueron destinadas a la localidad.
La congregación, que fue fundada por el Padre Jesuita Luis María Mendizábal en Toledo, cuenta con Casa Madre en Oropesa pero en la actualidad las ramas de la congregación están por buena parte del territorio español. Las hermanas centran su labor apostólica en la adoración al Santísimo Sacramento y, así lo hicieron en los años en que estuvieron en Lalín. Trajeron la Adoración Eucarística y la exposición del Santísimo en la iglesia parroquial de Nuestra Señora de los Dolores por la mañana. En el recuerdo están sus visitas a los enfermos; actividad que volverán a retomar junto con la impartición de catequesis a niños y jóvenes.
Caras amables, gentiles y sonrientes que ya se vuelven a ver estos días por las calles de la villa y que vuelven a formar parte de la vida diaria del pueblo después de que cinco años atrás se hubieran despedido con gran sigilo de los feligreses. Y es que así lo dicta su congregación: paz, tranquilidad y austeridad. Las Hermanas de la Fraternidad son también conocidas como las monjas azules, por el color de su hábito, y por su servicio a los demás y por la austeridad que marca su rumbo de vida. Son monjas cuya vida apostólica es itinerante, y no suelen permanecer mucho tiempo en el mismo lugar. Lalín es, sin duda, una excepción. Dieciséis años ininterrumpidos y tras cinco años, han vuelto a la parroquia para satisfacción de sacerdotes y feligreses.
Unas monjas de la Fraternidad que viven de la caridad del pueblo, alejadas siempre de cualquier símbolo de ostentación o de lujo. Primero en una casa sita en Lalín de Arriba y posteriormente en la -entonces- calle José Antonio, y actualmente en una casa que les fue cedida en la rúa Matemático Rodríguez hallaron un techo bajo el que guarecerse y comenzar nuevamente su labor apostólica. «Son monjas que tienen una gran riqueza y enseñanzas magníficas. Colaboran en todo lo que pueden y estamos encantados de su vuelta», dice una catequista.