Lo que diferenciaba al lalinense Luis Taboada Fernández de sus hijos y su mujer es que no le gustaba el punk. Lo que a él le gustaban eran las rancheras.
En las largas sobremesas que disfrutamos en su casa nunca faltaba café, tabaco, algo de licor y cientos, miles de anécdotas divertidas contadas con ese ritmo de voz parsimonioso y especial que tanto distingue a su familia. Ocasionalmente la música también aparecía por la sala de estar, y, al calor de una chimenea, algunos nos arrancábamos a tocar. Caían canciones de Extremoduro, Barricada, alguna de Loquillo,... Pero a él la que más le gustaba era Chavela Vargas.
Creo que era sobre todo porque Luis era libre, no militaba en partidos políticos, no se dejaba influenciar, no debía favores a nadie (y a él aún le deben unos cuantos). Es por eso que creo que estaba, en este mundo de lo «políticamente correcto», muy por encima de la mayoría.
Ayer, cortando leña para la chimenea de la preciosa sala de estar que tantas veces se había quedado pequeña para darnos cobijo a unos cuantos, se fue. Sin hacer ruido, sin quejarse, sin sufrir. Ahora toca recordarlo, y yo quiero recordarlo así, cantando conmigo a Chavela «tómate una botella conmigo, y en el último trago nos vamos». Hasta pronto.