«Mi primer éxito fue abrir la heladería y al tercer día ya necesitar refuerzos»
DEZA
Regenta el negocio desde 2014 y destaca la respuesta tras el Solete de Repsol
12 jul 2022 . Actualizado a las 05:00 h.Reconoce divertida que no sabe qué helado les dio a los expertos de la Guía Repsol que en junio concedieron a su heladería, Xearte Brigitte, un Solete de verano por ser uno de esos sitios cercanos y apetecibles a los que acude, y recomienda, el público local. «No lo esperaba. Lo supe cuando me llamaron, poco antes de que se hiciese público. Fue un subidón. Acabamos de cumplir nuestro octavo aniversario...», encadena feliz a sus 41 años Brígida Hermida desde su negocio de la rúa de San Pedro, donde todos la conocen como Brigitte. «Es la traducción al francés de Brígida. Yo quería que mi nombre apareciese en la marca y cuando abrí me fijé en el país galo al ser una de las cunas del helado», expone con entusiasmo sobre una vocación a la que, admite, llegó por casualidad.
Tras formarse como ingeniera agrónoma en tres universidades, se centró en temas de producción láctea en granjas, primero en Cataluña, donde también trabajó para la Generalitat y una escuela politécnica superior, y, desde los 29 años, en Galicia. «Entré en una cooperativa donde había un proyecto sobre helados. Me formé en ello, me atrajo y, dos años después, me decidí a abrir algo propio. Elegí Santiago porque soy de Vila de Cruces y quería estar cerca», precisa, evocando con una sonrisa la reticencia inicial que despertó su decisión. «Mi familia temía que solo pudiese trabajar dos meses al año, pero yo sabía que aquí había hueco para una heladería artesanal, con ingredientes cuidados con los que innovar y con un obrador en el local, algo que en el 2014 aún no era habitual», subraya ante unos principios con los que no se equivocó. «La abrí y al tercer día ya necesité refuerzos. Al mes éramos cuatro trabajadores. Creo que ese fue mi primer éxito, igual que escoger San Pedro», resalta agradecida a un calor vecinal que influyó en su rápido despegue.
«Cuando inauguramos era junio, casi San Xoán, muy celebrado en esta calle. Me propusieron un primer desafío: «¿por qué no lograr un helado de sardinas con pan de broa?» Formulé la receta, lo hicimos y, desde entonces, el día 23 siempre se agota», señala sobre una primera etapa que no dejó de sorprender. «Llamaba la atención que el helado de limón, que hacemos con zumo natural, fuese blanco o que el de vainilla tuviese puntos negros. Lo preparamos con la vaina natural, que no es amarilla», aclara, recalcando también su desvelo por trabajar con frutas y helados de temporada y productos de proximidad, algo que, junto a los sabores y propuestas distintas, como de quesos gallegos o uno de cocido, cree que se valoró. «Algo que me motivó fue ganar en Alicante un premio de investigación por un estudio sobre la calidad de la leche en el helado. Ahí ves que lo estás haciendo bien. Otro impulso fue acceder a la directiva de la Asociación Nacional de Heladeros Artesanos. Gran parte de los integrantes son del sur y, de 450, solo hay 50 mujeres», apunta con una tarrina en la mano. «Cada día tomo un helado después de comer», confiesa.
De nuevo sobre la ciudad, en donde admite inspirarse mientras acude a la Praza de Abastos o toma un café —«el helado Compostelana surgió al ver a gente desayunando una tarta de Santiago»—, sostiene que el 80 % de sus clientes proceden aún del barrio. «Yo no tengo niños, pero vi crecer a todos los de esta calle», destaca y cita sus nombres y preferencias. «No olvido la cara de uno, intolerante al gluten y a la lactosa, que con ocho años pudo probar aquí su primer helado, de fresa», desvela satisfecha. «Hubo un momento en que dudé si buscar otra ubicación más céntrica, pero desde la pandemia, y por los gestos de los vecinos, no me lo planteo. Me puede más eso. Nunca quise montar una franquicia», defiende. «Tras el Solete, me emocionó ver su respuesta. Pasaron a celebrarlo y una, ya amiga, hasta con champán. Creo que ese trato familiar fue una de las razones del premio», continúa.
«Hay días que vendemos 400 helados y a las 20.00 horas nos quedamos sin algunos sabores, algo que al principio me ponía nerviosa, pero hoy en día ya no. Les convenzo con otro de la época», explica riendo. «El primer año dejamos de vender en septiembre. Ahora ya cerramos en noviembre y volvemos a abrir en diciembre», termina feliz esta mujer de Vila de Cruces.