«En Bosnia encontramos masacrados en una fosa a todos los de una aldea»

Rocío Perez Ramos
Rocío Ramos LALÍN / LA VOZ

DEZA

Rocío Ramos

En las fuerzas de paz vivió de cerca numerosos conflictos bélicos

12 nov 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Francisco Fernández (Vigo, 1961) no se separa de su mochila. En ella lleva el gorro legionario y la boina que le acreditaba como miembro de Operaciones Especiales. Nació un 20 de septiembre «el mismo día, aunque de 1920 se creó la Legión. Una coincidencia que acabó convirtiéndose en una premonición y es que, y poco también por las circunstancias de la vida, Francisco acabó en la Legión, cuerpo al que consagró gran parte de su vida. Iba para maestro torneo y a los 17 años, una vez acabó maestría industrial se encontró «iba por los talleres y nadie me daba trabajo en ningún sitio porque no tenía hecho aún el servicio militar obligatorio», que en aquel momento suponía unos 18 meses de ausencia.

«Mi padre sirviera en la Infantería de Marina. En casa, dije me iba a hacer la mili de voluntario porque cuanto antes empezara, antes acababa», explica. Su padre firmó la autorización pero necesitaba también la del cura y el alcalde de barrio «que era el peluquero». «Firmaron la autorización y me fui para Campolongo. Llevaba 15 días y llegaron los captadores del tercio pusieron los vídeos, nos explicaron que era la Legión y allá me fue. Mis padres creían que estaba en Pontevedra y yo ya estaba en Cáceres».

La Legión supone «un adiestramiento muy grande, mucha disciplina y mucho compañerismo. Había alguno de dos metros y ciento y pico kilos de peso y no pasaba las pruebas». Cuenta que «antes de ser caballero legionario tienes que pasar el banderín de enganche que son tres meses y si no consigues la puntuación suficiente no eres nombrado caballero legionario y vas destinado a otra unidad del ejército pero no entras en esa unidad. Si consigues la puntuación suficiente te imponen el chapiri que es típico gorro legionario». Y eso fue lo que hizo en Cáceres. Luego se fue destinado tres años a Fuerteventura. La boina del chapiri, señala, tiene 36 flecos que son los meses por los que se firmaba el reenganche en la Legión que suponía por tanto, tres años en el tercio cuanto entrabas como voluntarios «Hoy firmas por un año», añade.

Compañerismo y orgullo

En cuanto a la boina de Operaciones Especiales, señala que «en el 83 se cogió gente de los cuatro tercios de la Legión que tuvieran unas ciertas aptitudes y se fundó la BOE, la Bandera de Operaciones Especiales de la Legión, un grupo de élite con un adiestramiento superior. De ella formaban parte paracaidistas, buceadores de combate, zapadores de alta montaña y tiradores de élite. Éramos los que estábamos más locos de todos los legionarios. Hoy en día están englobados al igual que todos los tercios de la Legión, en lo que se llama fuerzas de despliegue inmediato igual que los paracaidistas, la Infantería de Marina, igual que la Brilat. En 48 horas en cualquier punto del planeta. Y los de la Legión somos los que vamos primero». Ser legionario, comenta «es muy duro, pero es muy bonito el compañerismo que hay allí. Tu proteges mi espalda y yo vigilo la tuya. Si tú me fallas, nos vamos al carajo todos».

Recorrió el mundo con la Legión. De sus destinos por España recuerda con emoción las procesiones llevando el Cristo de la Muerte, las prácticas de tiro y rappel por la Sierra de Ronda «donde se rodó la serie Curro Jiménez», el apodo de «huesitos» que le puso un superior y la vida con unos compañeros de oro de ley que fueron su familia.

Resalta que su mayor satisfacción fue «llevar la bandera de España por el mundo adelante y estar bien reconocidos. Eso es un orgullo». Con sus compañeros de la Legión vivió de cerca la mayoría de los conflictos internacionales que llenaban las páginas de los periódicos a diario. Estuvo en Bosnia en el año 92 en el sector de Mostar, en la agrupación táctica Málaga; en el Líbano, en la base militar de Cervantes; en Afganistán en el año 2000 y hasta en las Maldivas.

En Bosnia, cuenta, «vimos verdaderas burradas. Éramos la primera unidad del ejército español que participaba en misiones bajo el mandato de Naciones Unidas en zonas de conflicto.». Uno de esos episodios más duros fue «encontrarte una fosa común en una aldea en Bosnia de unos cien habitantes todos masacrados». Otra de esos momentos que no se olvidan es «cuando murieron los compañeros de la helitransportada en Afganistán del helicóptero Cougat. Hay momento muy duros, pero siempre procuramos que sean los que menos nos queden grabados», sentencia.

Un rescate en las Maldivas de argentinos de un barco torpedeado

En su carrera militar, cuenta, «estuve a bordo de barcos, de submarinos, de un portaviones nuclear americano...» En Maldivas, en plena guerra, acudieron al rescate de un barco argentino que se hundió. Cuenta que «estábamos en un barco español y veníamos de hacer unas maniobras. Por la zona se encontraron con pesqueros españoles faenando en la zona de exclusión y a bordo, recibieron de pronto la orden de que nos dirigiéramos a Malvinas para contactar con los pesqueros españoles. «Se les dijo que íbamos a estar por allí dando vueltas y si algo pasaba, que nos avisaran», explica.

Estaban navegando por la zona cuando «recibimos un SOS. En ese momento nos encontrábamos a 70 millas náuticas del punto. Nos informaron por megafonía y nos dirigimos a la zona de hundimiento. Las cocinas empezaron a echar humo para preparar comidas calientes y sopas. Nos pusimos todos en marcha preparándolo todo».

Cuando llegaron, añade, «los pobres argentinos estaban en el agua. Al ver que se acercaba un barco y empezaban a bajar muchas zódiacs pensaron que eran ingleses que iban a por ellos, pero ya vieron en las embarcaciones y en nuestros uniformes la bandera de España y respiraron». Una vez allí , señala, «rescatamos a todos los que encontramos en el mar y los llevamos al puerto de Comodoro Ribadavia que era el más próximo».

Lo que pasó, explica Fernández, fue que al barco argentino «lo torpedeó un submarino inglés fuera de la zona de guerra, cometió lo que se llama un acto de piratería». Los dejaron en Puerto Comodoro sanos y salvos y allí aprovecharon para «repostar combustible, repostamos víveres y con toda la tripulación formada en cubierta soltamos amarras y todos los barquitos de pesca que había alrededor pusieron a sonar sus sirenas y despedimos a nuestros hermanos argentinos saludando, todos en formación. Cuando llegamos a mar abierto detectamos al submarino, lo hicimos salir a la superficie y lo seguimos durante varias millas náuticas».

Un accidente de tráfico que le cambió la vida

Mientras hablamos con Francisco Fernández, el pintor Carlos Santos, cuaderno de dibujo en mano, le hace un retrato a carboncillo en una cafetería de Lalín. Una obra en la que va reflejando los conflictos vividos por este caballero legionario con una vida que tilda de «muy cabrona» pero con vivencias al alcance de muy pocos formando parte de las fuerzas de estabilización de paz con las que recorrió el mundo.

Cuando llegaron a Bosnia, señala, de los tres sectores en los que se dividieron a él le tocó Mostar «cuando se reconstruyó el puente viejo sobre el río Neretva». Allí, añade, cayó el primer soldado del ejército español «un teniente que tuvo un accidente con un blindado». Del paso de España y como agradecimiento a las fuerzas desplegadas en la zona, apunta, «la plaza principal de Mostar se llama plaza de España en honor a los cuartos de La Legión que abrimos la ruta».

Antes de que la vida le llevara a la Legión, con cuyos compañeros de las hermandades de antiguos caballeros legionarios sigue en contacto «siempre me gustó el monte, las aventuras. Los sábados cuando no teníamos colegio iba con mis primos al monte. Nos llevábamos unas cuerdas y buscábamos cuevas», cuenta.

Fue un accidente de tráfico el que le apartó del ejército hace 21 años y acabó con su carrera militar. «Estaba de permiso e iba para casa en moto después de despedirme de unos amigos». Lo arrolló un coche y pasó mucho tiempo en el hospital. Al no presentarse en su acuartelamiento «me declararon desertor. Llevaba 22 días en la UCI. Mi familia les comunicó lo que había pasado y retiraron la orden de búsqueda».

Después de eso trabajó como pintor y se formó en distintas disciplinas, entre ellas como auxiliar de clínica. Desde hace un año tiene cáncer, lo operaron ya tres veces y aunque «me encuentro bien», dice, necesita estar cerca de Santiago de Compostela para recoger la medicación y acudir a revisiones periódicas en el hospital Clínico.