Regístrate gratis y recibe en tu correo las principales noticias del día

«O mellor de tocar polas aldeas é a alegría que transmites e que recibes»

Rocío Perez Ramos
Rocío Ramos LALÍN / LA VOZ

DEZA

Adrian Freiria

Lleva 30 años con la gaita y ahora se estrenó también como pedánea

14 ene 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Raquel González González, (Barcelona, 1978), lleva más de tres décadas tocando la gaita. Todo empezó, cuenta, cuando «un día veu pola casa Plácido Rozas para pedir para as festas. Miña nai lle dixo que tiña unha filla que tiña gañas de aprender a tocar a gaita e preguntoulle si me aprendería. Plácido lle dixo `mañá xa estou aquí, que merque unha flauta». Fue dicho y hecho. Compró la flauta y Plácido, apunta, «fíxome unha gaita e máis adiante xa merquei eu a miña propia gaita». Tanto ella como su hermana acabaron tocando «moitos anos» con Os Xuncos, el grupo de Plácido Rozas.

Raquel González trabajaba en Montoto y cuando la firma textil, en el 2010, realizó un ERE de extinción y cerró «decidín mercar un bombo e un tambor e a partir de aí empezei un pouco a tomar a iniciativa de formar un grupo». De ese proyecto emprendedor nació Repenicando, que lleva más de una década, recorriendo los pueblos de la zona y animando las fiestas.

A los pasacalles festivos típicos se añaden los contratos para actuaciones en bodas. Lo que más les piden para este tipo de ocasión es, apunta, «o Himno Galego». Cuando falleció su abuelo, cuenta, «era un home moi alegre e sempre me decía: cando morra, quero que me toquede e tocamoslle o Himno do Antigo Reino de Galicia», explica.

Raquel González pone el acento en la enorme riqueza de la música tradicional y el hecho de que ahora, a diferencia de la gente que tocaba antes, «temos moitísimos máis medios, vas a talleres como o de Seivane tes o que queiras de material». Destaca la cantidad de talento que existe en la zona y que se traduce en una enorme cantidad de músicos que cree «non valoramos como realmente merecen». Es una de las pocas mujeres de la zona, sino la única, al frente de un grupo de música tradicional que no sea de pandereteiras. En la actualidad trabaja en Dimoldura y, como apunta ella, cambió el textil «por facer portas».

Un equipo maravilloso

En el campo de la música, Raquel lleva ya «trinta anos tocando a gaita». Cuenta que este verano «foi apoteósico. No mes de agosto unha semana fumos a tocar todos os días da semana, e iso non nos pasara nunca. A xente tiña moitas ganas de festa». Está segura de que «o covid deunos unha lección importante, e nos fixo apreciar as cousas e desfrutar». A la hora de tener contratos, explica, «as as máns amigas sempre tiran e tanto tiran de mín como dos meus compañeiros». Además de Raquel como gaiteira, el grupo lo integran: Suso González, que toca el tambor; Nenucha Villar, que toca el acordeón y es de Ponteledesma y Noelia Seijas que toca el bombo. «Teño un equipo maravilloso conmigo», afirma. «Para isto é moi importante ten xente boa, porque o máis bonito dos gaiteiros son os pasarrúas e cando vas ás aldeas e falas coa xente. Ese contacto directo é o mellor e teño unha xente que é unha maravilla que falan con todo o mundo da igual que sexa un neno, que sexa unha persoa maior e iso tamén fai que a xente logo pense en ti». Raquel explica que «xa nos pasou algunha vez que era tocar nun sitio e logo nos contratarán xa para tocar no pobo do lado». Las redes sociales sirven también de escaparate a la agrupación.

De tocar lo que más le gusta «é que transmites alegría pero tamén a recibes. Vas polas aldeas e os pasarrúas son a cousa máis bonita que te podes imaxinar. Que a xente salga ou che mande un aturuxo, é o mellor». Cerca del Candán, recuerda, «unha señora púxonos unha mesa cunha aguardente blanca, de herbas, saiu cunha bandexa de galletas... Eu lle decía aos rapaces, que tocan conmigo e son moito máis novos, que así era como se recibía antes os gaiteiros, pero agora iso xa non se ve», afirma.

Antes los pasacalles se hacían andando «e agora os fas sempre nun remolque ou nun tractor, en poucos sitios os fas a pé xa, pero os desfrutas un montón».

Este verano fue para no olvidar, Raquel González solo tiene palabras de agradecimiento para todos los que bailaron con su música, para todas esas «máns amigas» que contaron con la agrupación en unos meses llenos de actuaciones. Un calendario intenso en el que fue difícil cuadrar agendas y las ocupaciones laborales de los componentes.

Si en el 2022 la cosa ya comenzó a remontar tras el parón de la pandemia, el pasado año, no solo se recuperó el calendario de festejos de las parroquias al completo sino que se respiraba alegría y muchs ganas de fiesta.

Con tantos años recorriendo los pueblos, Raquel tendría anécdotas para escribir un libro. Se queda con el cariño de la gente, la pasión por la música tradicional y la camaradería de los integrantes del grupo.

Chapas para proteger a los animales de regalo en San Antón

Raquel añade a su trabajo y el grupo otra labor: la de pedánea de Gresande. Esta es la parroquia de sus raíces, de donde eran sus abuelos y donde están también sus caballos, que constituyen otra de sus aficiones.

Fue la única que se presentó para el puesto de pedánea y afronta la experiencia ilusionada. Explica que «estou xa ao frente un pouco da iglesia e xa facía un pouco de enlace cos veciños. O meu avó estaba de sancrsististán; el foime ensinando algunhas cousas e como faleceu funme quedando eu». Cree que en su labor hará falta «ter paciencia, educación e respeto», tres claves para un cargo que afronta con el objetivo de poder ayudar.

En mente tiene ya algunas iniciativas. Una de las que le ronda es «a idea de facer un serán porque aquí que eu lembre nunca houbo ningún» y opina que sería algo muy bonito.

De momnento, también como encargada de la iglesia, tiene en marcha la celebración, un año más de San Antón en Gresande. Será el próximo día 21, a partir de las 17.00 horas a la entrada del templo.

Todas las mascotas que se acerquen allí para recibir la bendición del párroco se llevarán un obsequio. En este caso serán una chapitas de protección del santo de la parroquia lalinense que se repartirán entre los que se acerquen para la tradicional bendición de los animales que se hace cada año.