Germán Labrador, comisario de la exposición «Esperpento» en el Reina Sofía, analiza la presencia de obras del artista lalinense como «O Naranxo»
13 oct 2024 . Actualizado a las 05:00 h.«Laxeiro aprendió a mirar el mundo a través de los relatos de Valle-Inclán». Una frase que resume a la perfección porqué hay obra del pintor lalinense en la recién inaugurada macroexposición Esperpento. Arte popular y revolución estética en el museo Reina Sofía de Madrid. Germán Labrador, sociólogo y uno de los seis comisarios de esta excelente muestra, destaca esa vinculación entre ambos creadores, tótems de la cultura gallega del pasado siglo.
Desde hace meses ya se puede admirar en el espacio museístico de la capital madrileña, préstamo temporal en convenio con la Fundación Laxeiro, una de sus obras más emblemáticas, Trasmundo. Ahora otras tres creaciones de Laxeiro, entre ellas una de las más representativas, O Naranxo, cuelgan de sus paredes en esa nueva reinterpretación de Ramón María del Valle-Inclán a través de las artes plásticas. Se suman dos piezas muy carnavalescas, valleinclanescas, una de una persona portando una máscara cuadrada con cuernos de toro, y otra una escena coral en torno al entroido.
Germán Labrador incide en la alegoría al miedo en la posguerra como el fondo de Trasmundo, para ensalzar el extraordinario O Naranxo, un personaje que llevó a uno de sus cuentos Ramón de Valenzuela, en un libro publicado en el exilio y que se reeditó en Lalín. Un óleo propiedad de la Universidade de Santiago de Compostela (USC) que se deja ver en pocas ocasiones en público, la última en el colegio Fonseca de la capital compostelana a caballo entre el 2022 y el 2023.
«Era un personaje muy potente, un intelectual plebeyo, popular e increíble», destaca el comisario de Esperpento respecto al retrato de Manuel González Ferradás O Naranxo. Un libro de Valenzuela y un óleo de Laxeiro que aluden, dice, «a una alegoría más compleja, al mundo céltico, a una sabiduría más allá de los límites de la sociedad española de la época, abordando a un loco brillante de ideas fenomenales». Destaca los trozos de conversaciones con él que se reflejan en el cuento, con el trasfondo de la justicia social o la igualdad, acompañado del humor.
Reflejo de la filosofía de aldea
Para Germán Labrador, «era un cachondo mental que aseguraba que los bancos eran muy pobres y necesitaban dinero para existir, pero parvo no era». Refleja una filosofía de aldea, en el límite de la sociedad, que se pueden ver en las obras de Valle-Inclán o después en las de Álvaro Cunqueiro. Charlatanes de feria, gente creativa y singular con unos atributos especiales que les hacían caer bien a todos. Personajes que Valle-Inclán o el propio Laxeiro toman como modelo, que caminan al margen de la sociedad.
El entroido deformado de la realidad, de las jerarquías, se aprecia en obras como Martes de carnaval, donde bucean artistas plásticos. Y cita Labrador el camino entre lo popular y el esperpento en Los cuernos de Don Friolera, con un personaje, Don Manolito, que «recuerda a O Naranxo, que piensa como él, que parece como él, mientras el señor Estrafalario, el rey del carnaval, también parece conocerle». Motivos sin duda suficientes para incorporar el cuadro de Laxeiro a la muestra en el Reina Sofía, retrato de un paisano «con sentido común, que vivía en el mundo en el que quería vivir al margen de impuestos, dinero, Estado o Iglesia».
La tragedia y la comedia se entremezclan en Laxeiro, reflejando ese carnaval gallego en conexión con los esperpentos valleinclanescos, en las dos piezas que completan la presencia del pintor de A Romea en el Reina Sofía. «Laxeiro resulta perfecto para ver el mundo de Valle-Inclán», sentencia uno de los comisarios de la exposición.
Reconocimiento institucional
En más de una ocasión, como hace tres años con motivo del 25 aniversario de su muerte, desde instituciones o pintores como Antón Lamazares reivindican un reconocimiento más universal para Laxeiro. Incluso quien fuera su discípulo pedía una exposición retrospectiva en el Reina Sofía, como uno de los referentes del siglo XX en nuestro país. Quizás esta presencia más bien simbólica pueda ser el germen para ese objetivo. Labrador coincide en que se trata de un artista de primer nivel que merece mayor protagonismo, pero toca dejar transcurrir el tiempo «para que sea visto con los ojos necesarios, ejemplo de creadores que fueron más allá del contexto gallego, pero primero deben tener ese reconocimiento en Galicia y después fuera». Laxeiro merece, junto a otros, que se miren de otra manera las «muy ricas vanguardias gallegas, en ese diálogo entre lo popular y lo nuevo».
«Wily fue por delante de su época y le encantaba la cultura popular, el carnaval»
La conversación con Germán Labrador por la exposición en la capital madrileña coincide con la presencia de obra de Antonio Taboada Wily en el museo municipal de Lalín. Y lógicamente no podía faltar alguna pregunta en torno a un artista que «fue por delante de su época y al que encantaba la cultura popular, el carnaval por ejemplo». Labrador visitó en varias ocasiones su estudio en Botos e incluso contó con tres de sus esculturas para una muestra que comisarió en el auditorio de Santiago, con alguno de sus tótem de plástico.
Cree que sus creaciones deberían diseminarse por museos para darle a conocer, ya que Wily destaca entre los representantes de su generación, de la contracultura, casi macarra y desinhibida, pero que en su caso dialoga con creadores anteriores como el propio Laxeiro. «Trabaja con la cultura popular, el arte con plástico, del reciclaje, como sus cabezudos que llevan al carnaval, era un vanguardista de aldea en aquellos años 80», afirma.
Para Labrador, debería vérsele más allá de «la motosierra excéntrica, porque la usó como arma ante la invasión de los montes gallegos por los eucaliptos, en una defensa en términos plásticos de la ecología». «Tuvo mala suerte y fue por delante de su época, se quedó solo en su estudio de Botos, pero era un grande», sentencia.