La cabaña de Sabucedo registra diez bajas por la crudeza invernal

Rocío García Martínez
rocío garcía A ESTRADA / LA VOZ

A ESTRADA

Caballos viejos y potros recién destetados se debilitan hasta la muerte

23 feb 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

El invierno siempre es duro en el monte. Este año, sin embargo, está siendo especialmente crudo. Los temporales encadenados sin treguas intermedias obligan a los caballos de la Rapa de Sabucedo a huir de las zonas más altas y a bajar en busca de pasto y abrigo hacia las aldeas. Los caballos más fuertes lo consiguen. Los más débiles, se quedan por el camino.

En los montes de Montouto -entre A Estrada, Cerdedo y Campolameiro- y en los del límite con Forcarei viven en torno a 600 caballos salvajes que nutren la Rapa de Sabucedo, una fiesta declarada de interés turístico internacional. En torno a 400 pertenecen a la cabaña del Santo. Son descendientes de las dos bestas que, según la leyenda, dos mujeres entregaron a San Lorenzo en pago por haberlas librado de la peste. Las 200 restantes son de particulares de la zona de Sabucedo.

En julio, cuando se celebra la Rapa, los caballos lucen bravos y fuertes. Ahora, en pleno febrero, atraviesan su peor momento. «Están tocados. Están moi flaquiños», constata el presidente de la Asociación Rapa das Bestas de Sabucedo, José Paz.

Según indica, los animales están acostumbrados al frío, pero los temporales sin tregua y la escasez de pastos debilitan a los animales de mayor edad. José Paz calcula que la crudeza de este invierno se ha llevado por delante una decena de caballos. La mayoría son animales viejos y algún potro recién destetado que no había tenido tiempo de acostumbrarse a buscarse el sustento.

Además de provocar bajas irreversibles, las condiciones meteorológicas están multiplicando las incursiones de los caballos en cultivos ajenos. Los animales buscan cobijo y alimento en las zonas más bajas, donde se asientan las aldeas. En consecuencia, provocan más daños en las fincas particulares.

Cuando un animal provoca destrozos en alguna propiedad privada, la asociación Rapa das Bestas se encarga de retirarlo de la zona y de llevarlo a uno de los dos cierres con pasto habilitados por el colectivo para estos casos.

Un animal de costumbres

«O cabalo é un animal moi `bezón?, como dicimos nós, moi terco. cando descobre que hai bo pasto nun sitio, repite», explica el presidente de Rapa das Bestas. Por esta razón, los animales con antecedentes de destrozos se trasladan a los cierres, espacios amplios donde el alimento está garantizado.

«É unha das funcións máis importantes da asociación, dar a cara e responder», asegura José Paz.

Pero este año, los dos cierres han llegado al límite de su capacidad. Los animales bajan más a las aldeas que nunca, los destrozos son mayores y los caballos encerrados son el triple que otras veces.

Rapa das Bestas dispone de dos cierres. El de O Castelo y el del Monte de Arriba. En el cierre de O Castelo estuvieron este invierno 22 caballos que agotaron el pasto. La organización se vio obligada a soltar a los animales, ya que, encerrados y sin alimento, corrían más riesgo de morir de hambre que en libertad.

El otro cierre, el del Monte de Arriba, contiene ya 40 caballos y, según Rapa das Bestas, está al límite de su capacidad. «Está saturado, xa non se poden meter máis cabezas, porque senón vense abaixo», relata José Paz.

Una posible solución sería la ampliación del cierre de O Castelo, pero en este momento el colectivo carece de fondos para acometer la obra.

Las bestas que invaden fincas en busca de sustento son el triple que otros años