El estradense que llenaba folios de motocicletas

Rocío García Martínez
rocío garcía A ESTRADA / LA VOZ

A ESTRADA

rober amado

De niño se conformó con dibujarlas, de joven lloró por ellas y ahora es anfitrión de los grandes moteros

08 feb 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando era niño, a Luis Dios Gómez, una moto le dejó sin habla. Lo recuerda como si fuese ayer. «Tiña eu cinco anos. Estaba na casa onde nacín, nas Carballas (Barbude), e chegou un veciño traer un recado nunha Montesa Impala. Foi a primeira moto que vin. Quedei impresionado. Non lle chegaba nin á altura do cilindro», cuenta. «Do recado non me acordo, pero da moto non que esquecín máis», confiesa. Aquel flechazo dio paso a un amor duradero. Para toda la vida, seguramente.

«Con sete anos non facía máis que debuxar motos nas libretas e con 14 chorei lágrimas porque a miña nai non me quixo comprar unha moto. Seguramente con bo criterio...», dice Luis. Así que el estradense tuvo que conformarse con un amor platónico y una bicicleta. A falta de motor, Luis supo sacarle partido convirtiéndola en cobaya de su otra gran afición: la mecánica y la restauración de vehículos. «De mozo ía ás verbenas nunha bici de paseo que levaba tuneada, con cambio de luz. Iba polo camiño cambiando largas e cortas. E xa no ano 82 compuxen unha con llantas de aluminio, freos de tambor e amortiguación», recuerda entre risas.

Sueños en las paredes

Mientras pedaleaba en bicicleta, Luis Dios empapelaba su habitación con pósters de motos y convertía su carpeta en un circuito. Así fue alimentando la pasión que al fin pudo consumar a los 36. «Saquei o carné xa casado e con fillos e comprei por fin a miña primeira moto», apunta. «Xa tiña pilotado a de algún amigo cando me deixaban e xa tiña caído da de algún compañeiro», confiesa. Pero no era lo mismo.

Su primera amante fue una VTR de 250 c. c. Recién comprada arrancó a Valladolid a la mítica concentración de Pingüinos. Con ella se desquitó y le hizo en nada 100.000 kilómetros. Luego tuvo una Honda 1000 a la que acabó metiéndole en el cuerpo otros tantos.

Pero su amor verdadero es una Montesa Impala. Puede que la culpa sea de aquel flechazo infantil. O del destino. Un año que tenía previsto acudir de nuevo a Pingüinos, a su Honda le dieron un golpe que la dejó fuera de juego. Para no perderse la cita, Luis le pidió prestada a su suegro una Montesa Impala modelo Comando que tenía parada en una palleira. «Cambieille o aceite e arranquei», cuenta. «Foi unha emoción tan grande viaxar nunha moto así que tiven claro que tiña que ter unha», explica.

Y el que la sigue la consigue, aunque a veces no tan rápido como quisiera. En el 2012 se decidió a dar la vuelta a España en moto. Iba a Albacete al encuentro Grandes Viajeros, una cita anual que reúne a los apasionados de los viajes en moto. Y ya de paso se aventuró a darle la vuelta a la península. Se buscó sus patrocinadores y volvió a echar mano de la Montesa Impala de su familia política. Fueron 4.000 kilómetros en una semana. Y no le llegaron a nada. El balance fueron un puñado de experiencias interesantes, un montón de amigos nuevos y un excedente de los fondos de los patrocinios que aún le dio para cumplir su sueño: comprar su propia Montesa Impala. Un conocido de San Miguel de Castro tenía una del año 65 despiezada casi por completo. Luis la compró y la puso a rodar.

Piloto y restaurador

«Eu teño unha cualidade innata, que é que me adapto ben a todo», explica. Su trayectoria da fe. Trabajó en el sector de la informática cuando aún se programaba en Basic, se recicló como técnico de electrónica y electricidad y en la actualidad se dedica al mantenimiento de instalaciones, mayoritariamente deportivas. Además, siempre se ha encargado del mantenimiento de sus coches y motos y ha sido el artífice de la restauración de las motos que ha comprado de segunda mano. «Ou de terceira ou de cuarta», como apunta él.

Con estas mañas es como Luis Dios ha conseguido aparcar en su garaje la Montesa Impala Sport del 65, una Vespa de 125 cc de 1993, un Vespino de 1990 y una Honda 1.000. Al cuarteto aún hay que sumar la Honda VTR de 250 cc que le presta su hijo a menudo.

Entre todas, no hay dudas. «La niña de mis ojos, la Montesa», zanja sin dudar el estradense. Con su joya rodando y con la experiencia de la vuelta a España en el alma, Luis sueña ahora con poder ir algún día a la Concentración de los Elefantes en Alemania o al Cabo Norte (Noruega). «En primavera, que para min o interesante é disfrutar da viaxe, non plantexarse retos», matiza.

Mientras la oportunidad no llega, Juan Dios ejercerá de anfitrión y morirá de envidia en el encuentro Grandes Viajeros que acogerá A Estrada del 11 al 13 de mayo de este año.

«A volta a España foi unha aventura inolvidable. Fixen: 4.000 quilómetros nunha semana»

«Para viaxar somos a moto e máis eu. Gústame ir solo. Así achégaste á xente e a xente a ti»