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El futbolista que puso a rodar un ejército de coches

Rocío García Martínez
rocío garcía A ESTRADA / LA VOZ

A ESTRADA

rober amado

Recogió el testigo de su padre, empleó a más de cien personas y llegó a vender en un año 3.000 vehículos nuevos

24 mar 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

José Ángel Gestoso Saborido creció entre motores. Su padre, Enrique Gestoso, fue uno de los pioneros de la automoción estradense. Tenía un taller en la calle Fernando Conde, detrás de la casa de comidas con la que su madre, Carmen Troitiño, se ganó la vida en el pueblo tras dejar su parroquia natal de Vinseiro.

Entonces apenas había coches en A Estrada, pero la reparación de camiones daba para ir subsistiendo. Además, Enrique también fabricaba carrocetas, una especie de camiones 4x4 que eran la única forma de entrar en montes y pistas maltrechas allá por los sesenta y setenta. «Mi padre fue el primero en fabricar carrocetas en Galicia», se enorgullece José Ángel. Enrique tuvo intuición para eso y para poner la primera piedra del grupo Gestoso, que con el tiempo se hizo con las ventas de los coches Renault de toda la provincia de Lugo y buena parte de la de Pontevedra.

Cualquier niño sería feliz husmeando en coches y motores. En cambio, a José Ángel -o Secho, que es como se le conoce familiarmente- le tiraban más los balones. Su padre intentaba orientarlo al negocio, pero no había manera. Hasta le regaló de pequeño una funda de mecánico y una caja de herramientas. Pero Secho se emocionaba más con una pelota que con un concesionario entero. «Yo pasaba entre los coches, pero lo mío era el balón», reconoce.

No es extraño que acabase de centrocampista del Estradense. En él jugó de los 16 a los 27 años. El equipo local estaba en primera regional. Secho compartió terreno de juego con Carlos Campos, con Lomba, con Toño Casais, con Urbano o con Naso. No era malo. En una ocasión hasta lo ficharon para el Riveira, pero solo aguantó seis meses. En A Estrada el fútbol eran amigos y risas compartidas a la puerta de casa. «A Riveira tenía que ir a entrenar tres días por semana por una carretera desastrosa y llegaba a casa a las doce de la noche. Fui para probar, pero a los seis meses extrañaba esto y volví», recuerda.

El Estradense -del que luego fue presidente entre el 2003 y el 2007- le daba muchas alegrías. Pero no le daba de comer. Así que hubo que buscar otro sustento. Fue entonces cuando Secho volvió la vista a los coches. Su padre regentaba desde el 68 la agencia Renault en A Estrada, el germen del imperio que luego iría creciendo y que este año se despide tras medio siglo. Su hermano Manolo estaba en el negocio familiar también.

Secho empezó a estudiar Económicas primero, pero un día que llegó a casa y oyó que se necesitaba un agente en Lalín se ofreció. Al final no ocupó esa plaza, pero el paso estaba dado. «Los libros no me tiraban y, mentalmente, ese día dejé de estudiar», explica. Al dejar la carrera tuvo que hacer la mili, en Vitoria y Burgos. «No me hizo un hombre ni mucho menos, pero había que pasarlo», zanja evitando batallas.

Al volver, en 1982, entró en la empresa familiar tomándole el pulso desde abajo. Estuvo de aprendiz en los departamentos de mecánica, almacén y chapa y pintura. Luego se curtió cinco años en recepción. «Aprendí mucho y empecé a coger interés», cuenta. Cuando su hermano se fue para coger el concesionario Renault de Vigo -aunque al final acabó al frente del de Fuengirola, donde reside desde entonces- Secho asumió la gerencia de la firma estradense de la que el día 31 se despedirá definitivamente. Tras 35 años de dedicación, cree que ha sido suficiente.

El grupo que él gestiona, Ibericar Gestoso, tiene ahora las concesiones Renault de A Estrada, Pontevedra, Vilagarcía, Lugo y todas sus agencias. Batió su récord en el 2007 con la venta de 3.000 coches nuevos -cuando la firma familiar vendía también Nissan- y tras la crisis emprendió la remontada. Logró cerrar el 2017 con la venta de 2.000 coches nuevos y 1.350 usados, la mejor cifra de la última década. Con la empresa estable, José Ángel Gestoso sabe que ha llegado su momento. Ha vendido al grupo Ibericar el 50% de las acciones que le quedaban y el 31 de este mes estará fuera. «Ya no cuento los días, cuento las horas», confiesa. Con él lo dejará también su mujer, Marián Valdés, responsable administrativa de la empresa y pilar fundamental en su historia. A él y a Marián, que es de Pontevedra, los juntó el destino un día tomando unas tortillas en casa de un amigo común. Luego empezaron la carrera juntos y, cuando se dieron cuenta, estaban bajando del altar y poniendo rumbo a su vida en común a bordo de un Renault Safrane.

Ahora, juntos, se apean de Ibericar Gestoso. Les mueve la tranquilidad que les da la estabilidad de la empresa y la falta de relevo generacional. Su hija Laura es educadora infantil y su hijo Quique trabaja en una franquicia de compra-venta de artículos usados. Nunca se plantearon coger las riendas de la empresa. «Yo tampoco intenté orientarles. Veo el futuro del automóvil incierto. En una reunión de ventas un jefe dijo que el automóvil va a cambiar tanto en los próximos diez años como en los últimos 50», razona Secho.

Tiempo para cuidarse

A partir del 31, Secho tiene pensado empezar a cuidarse más. «Cuando eres empresario, con la presión, piensas poco en ti mismo. Duermes poco, comes mucho fuera... Quiero dar un pequeño giro. A ver si llegamos a tiempo», cuenta riendo.

De todas formas, lo suyo no será retiro dorado ni mucho menos. La pareja continuará al frente de Seguros Gesval, de la escuela infantil La casa de Koli -que regenta su hija-, la Gestoría Valdés y una agencia del Banco Santander en Forcarei. De entrada, se sacudirán el frío con un viaje al Caribe. Pero luego volverán a casa con las pilas cargadas para seguir en la brecha.