«Caladiña» es la reina del taller de costura O Dedil, donde sorprende a los clientes nuevos y ejerce de gancho para que los niños se presten a probar
28 nov 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Hay dos cosas que a los niños pequeños no les suelen gustar en absoluto. La primera es ir al médico. La segunda, probar ropa para ver si da la medida. Para el segundo de los casos, la costurera estradense Belén García Pérez ha encontrado, de forma fortuita, el remedio perfecto. Se llama Caladiña, tiene un enorme caparazón, y es la compañera inseparable de Belén en su taller de costura, situado en el bajo de la casa familiar de la segunda Travesía do Matadoiro.
Caladiña llegó a la familia hace veinte años, cuando Ángel, el hijo de Belén, tenía cuatro años. Su tía Marina, que además es su madrina, tenía una tortuga y siempre que la familia iba a visitarla a Vilagarcía, Ángel mostraba un enorme interés por aquel animalillo. «Le hacía mucha gracia», recuerda Belén.
Como además Ángel era asmático y no podía tener perros ni gatos como mascotas, su madrina, creyendo que había encontrado el regalo ideal, le compró una tortuga de agua. Pero se equivocó de lleno. «En cuanto tuvo la suya en casa, ni miró para ella. No sé ni si le tocaría alguna vez», comenta su madre riendo.
A falta de los cuidados de su dueño, la familia acogió a la tortuga en su seno y la bautizó como Caladiña. «Porque es muy silenciosa. No ladra, no maúlla. Lo único que hace, si la molestas, es un ruido extraño, como si fuera un vampiro», cuenta Belén imitando el sonido graciosamente.
Caladiña llegó a A Estrada en un pequeño tortuguero. De los típicos con piscina y palmera de plástico. Entonces medía apenas un par de centímetros. Veinte años después, supera los treinta centímetros de concha —sin contar la cola— y ronda los cinco kilos de peso.
Belén está convencida de que el tamaño de su Caladiña se debe a los buenos cuidados recibidos. Y es que la tortuga es la reina de la casa. «De pequeña, en invierno siempre estaba al calor de la cocina de leña y supongo que por eso no hibernaba. Comía todo el año y supongo que por eso creció más que otras», explica la costurera, que asegura que el animal apenas precisa cuidados.
«En verano anda suelta por ahí por fuera y la riego de vez en cuando. Comer, come de todo. No es vegetariana precisamente. Le compro un preparado de comida para tortuga, pero también le echo lechuga, salchichas o jamón cocido, pero le gusta más el jamón cocido que la lechuga», cuenta Belén. «Es curioso verla buscar el sol. Por donde entra un rayo, se coloca estratégicamente para aprovecharlo, alargando la cabeza y las patas», cuenta orgullosa la cuidadora, mostrando una simpática foto. «En invierno da menos trabajo aún porque está como más aletargada y solo como una vez a la semana», dice Belén.
Lo que no se le puede pedir a Caladiña es complicidad. «Ella anda a su rollo. Tienes que andar tú pendiente de ella. Si buscas un animal que te dé cariño, este no es. Cariño se lo coges tú. A mí si me falta me da una vuelta», confiesa Belén.
La tortuga es además la reina del taller de costura con el que Belén se gana la vida. La modista, que es originaria de Vilagarcía, nació en una familia de seis hermanos y se buscó la vida desde niña. «De costurera trabajé desde pequeña, al salir del cole. Pero también trabajé haciendo la limpieza en casas, en una fábrica de pescado o en un supermercado. En todo lo que me salía», explica orgullosa. Ahora, a fuerza de trabajo bien hecho, el negocio no le va nada mal. El taller es a diario un ir y venir de gente y Caladiña es silenciosa testigo de todo el trajín.