Defiende un modelo médico de atención y la importancia de la labor de un equipo especializado
25 sep 2021 . Actualizado a las 18:34 h.El lalinense Luis Docasar Bértolo (Bilbao, 1963) ya en Bachillerato decía que quería ser médico. Desde el 2015 ejerce como jefe del Servicio de Psiquiatría y Salud Mental del Hospital Universitario de Ourense, Verín y O Barco, aunque -cuenta- pudo haber sido dentista o incluso cirujano vascular. El camino para llegar a la psiquiatría «fue una mezcla de cosas». Su primera influencia en ese campo fueron los programas del doctor Jiménez del Oso que se emitían cuando era pequeño y que despertaron su interés. Su madre, en cambio, tenía en mente para él otra posible vía profesional: la de cura.
Sus padres, ya fallecidos, eran naturales de Dozón y emigraron al País Vasco. Explica que «fui concebido en Lalín -donde tiene abierta ahora consulta médica- porque mi madre se marchó embarazada, pero nací en el hospital de Baracaldo como todos los bilbaínos». Pese a la extensa red que existía con barrios enteros gallegos, sus padres, indica Docasar, «se fueron haciendo la vida ellos solos y en el primer sitio que vivieron, que era como La que se avecina, todos los de la escalera del edificio eran vascos».
Como muchos otros niños de la época oyó a su madre muchas veces aquello de «como no estudies, tendrás que ir a las obras», aunque en su caso siempre fue un alumno aplicado. Cuando eligió Medicina empezaban los números clausus y ya había que mirar lo de la nota. Al lado de la Facultad de Medicina, cuenta, estaba Estomatología y «podías acabar de dentista, que era una profesión muy prestigiada. Justo cuando yo acabé Medicina era el último año en el que se podía entrar en Estomatología». Su sobresaliente en el examen de licenciatura le hubiera dado muchas opciones pero se le cruzó por delante una huelga de estudiantes, «una de las primeras que hubo», que provocó que «no se pudieran hacer los exámenes normales», relata. Lo tuvo que hacer en septiembre y eso truncó esa posibilidad aún teniendo nota. Asegura que había pensado seriamente en entrar pero «cerrada esa vía, me presenté al MIR».
Eligió Galicia y el hospital de Santiago. Entre las opciones que tenía estaba Psiquiatría, que «me gustaba mucho» pero, confiesa, «dudé hasta el último momento entre Psiquiatría y una única plaza que había de cirugía vascular». Eligió la primera «porque había una psiquiatría incipiente que se iba acercando más al modelo médico, que iba dejando atrás los manicomios y el concepto de locos. Había salido la nueva ley sanitaria donde iba a tener mucha fuerza el concepto de salud mental que comenzaba a desarrollarse y vi que había futuro». Las cosas cambiaron mucho en las últimas décadas. Hoy, señala, «la gente consulta con naturalidad y va al psicólogo, al psiquiatra y a la consulta de salud mental». Defiende que la atención psiquiátrica «tiene que ser igual que en cualquier otra especialidad».
Docasar suma a lo largo de su carrera profesional más de ochenta publicaciones en el ámbito de su especialidad y una amplia labor como colaborador docente e investigador. Tiene dos hermanos, uno de ellos médico de familia en Lalín. Entre sus aficiones está «visitar lugares singulares» y en los huecos que le deja el trabajo le gusta nadar, caminar, ir en bici, leer o ver cine.
La pandemia está dejando su efecto. Explica que «hubo una distorsión del modelo asistencial, los pacientes no venían y cuando se pudo volver a atender, las patologías emergentes vinieron más desbordadas». En Urgencias, en el hospital de Ourense detectaron el año pasado un aumento de casos de adolescentes que llegaban «con mucha demanda y necesidad de mucho tiempo para ser atendidos, que no encajaban bien en la consulta habitual y que tenían, entre otros, pensamientos suicidas».
Para ellos nació una unidad específica para prevenir suicidios y que atiende otros problemas agudos en estas edades como ansiedad, angustia, trastornos alimenticios o episodios de autolesiones. Se abrió hace tres meses y el objetivo es, indica Docasar, crear un hospital de día infantojuvenil, «pero como todo, va teniendo un desarrollo». Explica que tenían la posibilidad de contratar el recurso humano pero faltaba el espacio a la espera de obras ya licitadas para el hospital. «Con el esfuerzo de gerencia y dirección médica se habilitaron horarios y despachos especiales para empezar a dar atención ya», apunta. Es similar, dice, a la unidad de intervención intensiva destinada a atender el suicidio en adultos que empezó a funcionar hace 10 años como estudio piloto: un modelo para muchos otros hospitales e hito que cosecha muy buenos resultados y logró la disminución de suicidios. En la labor de estas unidades recalca la importancia de atender a los pacientes con un equipo especializado que integran «un psiquiatra, un psicólogo y un enfermero de salud mental».