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Adiós a uno de los pioneros de la moda hecha en Galicia

Javier Benito
javier benito LALÍN / LA VOZ

LALÍN

MARCOS MÍGUEZ

Una máquina de tejer comprada en 1956 fue el germen de Géneros de Punto Montoto, referencia en España, ahora con la tercera generación al frente

17 feb 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

«Se non levas punto, non vas vestida en inverno». Una máxima que defendía con pasión hasta el final uno de esos empresarios de raza, puro instinto y capacidad inagotable de trabajo, de los muchos nacidos en tierras dezanas. Todo un cazador de tendencias, eso que ahora llaman coolhunter por la imparable presión anglosajona, en su constante atención a lo que sucedía a su alrededor incluso ya nonagenario. Porque Fidel Montoto Montoto siguió con sus siempre bien recibidos consejos casi hasta el final, orgulloso de esa tercera generación representada por sus nietos Paula y Roberto Montoto al frente del legado en el mundo de la moda que él gestó, junto a su mujer Élida Rodríguez Quinteiro, hace casi siete décadas.

Lalín perdía ayer a uno de esos visionarios y pioneros de la moda hecha en Galicia, capaz de levantar una firma de prestigio internacional como Géneros de Punto Montoto, presente en los desfiles más relevantes. Toda una referencia en España durante muchos años, que zozobró en ese maremoto gestado en los mercados financieros mundiales en el 2008 con el epicentro en Estados Unidos y el colapso de la burbuja inmobiliaria. Después fueron capaces de reinventarse hasta resurgir en los últimos tiempos con la empresa Textiles Rosalía de Castro, fabricando desde el 2011 prendas en el polígono de Botos que lucen con orgullo la marca Montoto.

«Tener la ayuda del abuelo es muy guay. Es una persona que aporta conocimiento, tiene la mente muy abierta. Todos queremos ser como el abuelo», aseguraban orgullosos a La Voz dos de los seguidores de la saga familiar, para un reportaje publicado en diciembre del 2020. Fidel Montoto participaba por Skype entonces en la entrevista y, genio y figura, recordaba a su nieta Paula que por aquel entonces regresaban las faldas plisadas.

Visita diaria a la tienda

Hace poco más de un año festejaba con la familia su 98 cumpleaños, con su bisnieta Carmencita en el colo. Por entonces era raro el día que no acudía a la tienda de la calle Wenceslao Calvo Garra para comprobar la marcha del negocio. Siempre al pie del cañón, como toda la vida de este empresario nacido en Montouto, en la parroquia lalinense de Losón. Desde pequeño tuvo que asumir el rol de cabeza de familia, al quedar huérfano de padre con tan solo once años y ser el mayor de seis hermanos varones. Ejerció como tratante de ganado, acudió a la mina y al campo.

El punto de inflexión en su trayectoria laboral llega en 1956 cuando el matrimonio decide adquirir una máquina de tejer manual, fabricada con hierro, tras aprender a elaborar prendas de punto su esposa junto a una tía de Vigo. «A miña muller díxome: vén para aquí, que ti calcetas e eu confecciono, e ganas máis que indo por aí ás feiras», recordaba Fidel. Por entonces tenía treinta años y ganas de comerse el mundo, tras vender veintidós vacas a 1.000 pesetas cada una para comprar la maquinaria. Echen las cuentas, le costó 22.000 pelas.

En esos finales de los años 50 no había en Galicia ninguna referencia en prendas de punto, encargándose los dos del diseño y la confección. Por entonces no había televisión para captar ideas y se iban a ciudades como A Coruña, Santiago o Vigo a ver tiendas para replicar después en su tejedora. En moto llevaban los muestrarios, cruzándose Galicia de punta a punta para vender. Después ya recorrían toda España, Francia o incluso Italia para ir a ferias y vender sus jerséis, que pronto fueron adquiriendo fama por su calidad. Eso sí, pasaron de las dos ruedas a un Simca 1000 que conducía Élida con él de copiloto.

Hasta 330 trabajadores

De aquellas primeras producciones tan artesanales en O Corpiño pasaron a instalarse en los años 60 en Lalín. Seguían recorriendo Galicia para vender, cuando se tardaban cinco horas en llegar a Fisterra con la recompensa no solo de las ventas sino también de unos «percebes por cinco pesos». Una singladura iniciática casi heroica en esos inicios, pero que con tesón y esfuerzo constante ganó en dimensiones, convirtiéndose en uno de los estandartes de la moda hecha en Lalín —en horas bajas en nuestros días—, dando empleo en los momentos más dulces a 330 personas, con una proyección nacional e internacional indiscutible con sus prendas de punto. Y él siempre entre las máquinas, ayudando en lo que hiciera falta.

Tras la «retirada» de Fidel fueron sus hijos primero quienes tomaron el timón de la firma, ahora ya en esa tercera generación a la estela de un fundador que actuaba aún como ancla, con sus consejos, sus llamadas para aportar ideas o ánimos. Junto a Paula y Roberto ese veneno de la moda también quedó inoculado en Marta, otra de sus nietas, diseñadora de punto de mujer en el grupo Zara y que desfiló en Ego Cibeles en Madrid en el 2009 para presentar sus diseños.

Contaba su familia en su 98 cumpleaños que Fidel se mantenía activo, con aficiones como el cultivo de tomates y plantas, acudiendo además al gimnasio. Ahora toca despedirle en ese último viaje ya sin moto ni Simca 1000. Numerosas personas acudían desde ayer al tanatorio de Jesús Taboada e Hijos donde se vela su cuerpo. De allí partirá hoy a las 17.00 horas hasta la iglesia parroquial de Lalín, donde se oficiará el funeral, para su posterior entierro en el cementerio nuevo. Tuvo tres hijos, cuatro nietos y tres bisnietos, sus mimados Carmen, Simón y Saúl.