Santiago Lillo Ortiz: «Estuve en la Amazonia boliviana y los problemas de la gente son los mismos»

LALÍN

Compaginará su labor como diácono con sus estudios de máster en Madrid
31 mar 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Santiago Lillo Ortiz, (Vigo, 1998), fue ordenado diácono el pasado mes de diciembre y esta Semana Santa se estrenó en su labor en el santuario lalinense de O Corpiño a donde fue destinado por el obispo de Lugo, Alfonso Carrasco Rouco. En estos momentos está estudiando un máster de teología bíblica en la Universidad de San Dámaso en Madrid, por lo que después de Semana Santa acudirá al santuario los fines de semana.
—¿Ya sabes cómo vas a hacer?
—A ver cómo me organizo. Hasta que acabe el curso estaré yendo y viniendo y cuando termine en junio, a mediados, ya estaré más libre. Luego me quedaría otro curso más. Ahora en Semana Santa fue más complicado venir pero luego supongo que será más fácil. A Santiago se puede llegar fácilmente.
—¿Cuál es tu función en el santuario de O Corpiño?
—La función de diácono es predicar el Evangelio, ayudar en la liturgia, servir al sacerdote. También puede bautizar, presidir bodas y, luego, pues, lo que haga falta.
—¿Estos días ya solo con los actos que se celebran en el santuario llenareis ya la jornada?
—El lunes fue la fiesta del Corpiño Pequeno y sí, la verdad es que están siendo unos días bastante intensos. Viene gente de muchas partes y hay mucha devoción.
—¿Cuándo empezaste a sentir la vocación?
—Yo soy del Seminario Redemptoris Mater que es un seminario que pertenece a un carisma de la Iglesia que se llama el Camino Neocatecumenal y que es un seminario que es a la vez diocesano y misionero. Eso quiere decir que somos diocesanos pero abiertos a la misión. Cuando el obispo nos deja salir después de unos años de servicio en la Diócesis salimos a la misión a cualquier parte del mundo. Es también un seminario internacional que tiene chicos de cualquier país. Yo tengo compañeros que son de Bolivia, de Nicaragua, de Venezuela, de México... que nos formamos juntos con alguno más de Galicia y alguno de otras partes de España y de Italia. Es una experiencia enriquecedora, merece esa dimensión más universal. Yo entré en el seminario de Lugo en el 2016 cuando se fundó y se abrió este seminario misionero. Pero yo sentí la vocación antes, en una jornada de la Juventud en Madrid en el 2011. Fui haciendo algunos encuentros que les llaman prevocacionales y cuándo llegó el tiempo de entrar al seminario con 18 años me fui a Lugo, donde se acababa de abrir. Ibas a una convivencia mundial de seminarios de todo el mundo y me enviaron para Lugo y ya me fue para allí.
—¿Estuviste también en Latinoamérica?
—Sí, después de los estudios del seminario normales obligatorios, hacemos dos años de misión y experiencia misionera.
—¿Dónde fue?
—Estuve en la Amazonia Boliviana y allí tuve mi experiencia de misión antes de volver para ordenarme como diácono.
—¿Qué tal la experiencia?
—Fue muy buena experiencia, muy formativa, muy enriquecedora y me permitió poder anunciar el Evangelio en esos sitios y poder conocer esa realidad, a otras personas y otra forma de vivir, pero al final te sientes acogido allá donde vayas.
—¿Cómo era el día a día allí?
—Nuestra misión era, sobre todo, la evangelización en un sitio que se llamaba el Vicariato Apostólico de Pando, que está en el límite entre Bolivia y Brasil, y lo que hacíamos era un poco acompañar a las comunidades de allí, la evangelización y la catequesis, sobre todo. Formaba parte de un equipo de misioneros y estábamos allí a disposición de lo que la gente necesitara.
—¿Qué te llamó más la atención?
—Sobre todo la acogida, porque aunque venías de otra parte del mundo, te acogían como un hermano más.
—¿Cómo era la realidad de la gente que vivía allí?
—Una realidad más precaria que aquí, pero no era la selva, era una ciudad (Riberalta), pero bastante más pobre, sobre todo la vida de algunas personas indígenas a las que les costaba adaptarse a la vida urbana y vivían en la calle. Pero al final, la gente son personas, tanto aquí como allí, y los problemas son los mismos.
—¿Qué le gustaría hacer en el futuro? ¿Cuándo se ordena?
—La ordenación no está establecida todavía, se sabrá cuando el obispo me avise. Como mínimo son seis meses de diaconado y suele ser de seis meses a un año, ya me dirán cuando. El futuro es estar a disposición de la diócesis y del obispo, lo que la iglesia necesite en Lugo, en O Corpiño o dónde sea. Nuestro carisma es la disponibilidad, estar dispuestos a ir a donde nos envíen.
—¿Te gustaría regresar a misiones?
—Pues sí, es una experiencia que uno guarda en la memoria y en el corazón y cuándo se disponga y se den los caminos, sí, me gustaría volver a cualquier parte.
—¿Tienes hermanos? ¿Algún religioso?
—Somos cuatro hermanos, yo soy el mayor y el único religioso.
—¿Cómo se lo tomó tu familia?
—Están contentos, al final no me tocó irme muy lejos. El seminario misionero podría haberme tocado quién sabe dónde, pero bien. Si es lo que Dios quiere, adelante, pero siempre contento.
—En O Corpiño no te va a faltar trabajo, es una parroquia animada
—Sí, es un sitio diferente en el buen sentido. Aún no tuve la oportunidad de escuchar a mucha gente porque llevo muy poco tiempo pero me sorprendió la gran devoción de los que vienen de diferentes sitios y de todas las generaciones.
—¿Te ordenaste diácono con algún compañero?
—No, yo me ordené solo en diciembre y anteriormente hubo otra ordenación de otro que se ordenó presbítero en el verano pasado. Vamos de uno en uno, o dos, uno, un poco esa está siendo la serie. Es lo que hay. En estos momentos solo hay un seminarista en el diocesano normal me parece. Está solo, pero mejor uno que ninguno, y en el nuestro no sé si pasará alguien.
—¿Qué le dirías a la gente que siente un poco esa llamada pero no se atreve a dar el paso?
—Al final, lo importante es verlo desde la fe. Sabemos que es Dios el que lo lleva. Al final no lo lleva un. Si lo lleva uno, por su propia fuerza no vamos a ningún sitio pero si Dios es el que va delante abriendo el camino, pues adelante porque es el que va guiando y a donde me envíe siempre va a estar a mi lado.
—¿Qué es lo más satisfactorio de la labor que estás realizando?
—Yo creo que lo más importante es que la gente conozca buena noticia del Evangelio y darle esa esperanza. Lo que celebramos ahora es la Pascua y que Cristo ha resucitado, que existe la vida eterna y que no todo se acaba aquí y en medio de todos los problemas y de todas las dificultades siempre está Cristo. Y luego, todo lo demás, es estar al servicio de ese anuncio.