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Lalín despide a una mujer tan dulce como sus pasteles y con don de gentes

Javier Benito
javier benito LALÍN / LA VOZ

LALÍN

ROCIO

Recaló en la capital dezana en los años 60 y pronto se hizo con el corazón de todos

12 mar 2025 . Actualizado a las 20:04 h.

María del Rosario Bárbara León Benítez. Así se llamaba quien todos conocen en Lalín por Charito Navaza. Seguro que varias generaciones de lalinenses y de otros lugares ya le están poniendo cara sin necesidad de mirar la foto. Ocupa un lugar preeminente entre esas personas que se convierten en personalidades, en hijos adoptivos sin título oficial, por sus valores. Porque Charito recaló en la capital dezana por las paradojas del destino y el amor hace ya más de sesenta años. Y logró hacerse un hueco en los corazones de todos por su bondad, su afabilidad y don de gentes detrás del mostrador donde mirábamos —lo seguimos haciendo— con ojos golosos los pasteles procedentes del obrador.

Nacida en tierras extremeñas, en Jaraiz de la Vera, antes de recalar en Lalín estuvo en lugares tan dispares como Canarias, Barcelona o Madrid. Precisamente en esta última ciudad se casó en 1963 con Perfecto Navaza, un lalinense conocido como Chicho, con quien tuvo tres hijos: Rosario, Remedios y Perfecto, este último hoy en día al frente del negocio familiar. A su marido le conoció de una forma peculiar, tras «encontrarlo» en unas revistas que casi funcionaban en aquellos finales de los años 50 como una red social, donde ella y una amiga comenzaron a buscar posibles pretendientes. Empezaron una relación epistolar que acabó en boda y el traslado de Charito al Lalín de principios de los años sesenta, sin duda bien distinto al actual Kilómetro 0 de Galicia.

Como contaba con retranca en el 2013 tras recibir el premio Maruja Gutiérrez en la categoría Toda una vida, cuando llegó a Lalín sus minifaldas y forma de vestir en general causaron revuelo. A ella le tocó aclimatarse a un ambiente más cerrado a pesar de conocerse todo el mundo, más rural y en las antípodas de la capital madrileña. «Cuando yo me casé, alguna amiga me dijo cómo te vas para Galicia, que allí trabajan las vacas y las mujeres. Y al venir aquí me asombró lo mucho que trabajaba la mujer; en mi tierra, en Extremadura, la mujer iba detrás del hombre en la recolección, pero aquí trabajaban como esclavas en el campo, y además cuidando de sus casas y de sus hijas», contaba entonces a La Voz, lamentando que las mujeres estuvieran en un segundo plano y «sin ser dueña de un duro».

Narraba en aquella entrevista que alguna mujer acudía a la tienda pero era el marido quien decidía qué comprar. «Alguna vez le dije a alguno: Pero vamos a ver, ¿hace la comida usted o su mujer?», todo un alegato feminista en tiempos oscuros. Ella se había convertido desde el principio en la cara visible del negocio, en principio con tienda de comestibles y confitería, para después quedarse solo con la parte dulce. En Madrid había trabajado en una farmacia, la atención al público ya estaba entre sus virtudes.

Dicharachera y cariñosa, siempre tenía una sonrisa para niños y mayores tras el emblemático mostrador de la Pastelería Navaza, primero en la calle Joaquín Loriga y ahora en A Cacharela. De ella se había hecho cargo su marido en 1956, tras morir su padre, quien la había fundado a mediados de los años 20, la más antigua de la capital dezana. Chicho Navaza estaba al frente del obrador mientras ella despachaba deliciosos pasteles y otras delicias para los paladares más exigentes. Además de vender en el local se encargaba del reparto, conociendo todas las aldeas de Lalín.

Charito Navaza fallecía este martes con 85 años. Había perdido a su marido en el 2014. Pero incluso jubilada, a los 72 años, esta mujer con un indudable don de gentes se dejaba ver por la pastelería, incluso cuando requería dos muletas para moverse. Tesón y fuerza de voluntad no le faltaban, afrontando con entereza esos golpes que da la vida, duros, muy duros. Su cuerpo está siendo velado a pocos metros de su pastelería. Mañana jueves será el funeral a las 11.30 horas en la iglesia de As Dores de Lalín, el adiós a una de sus vecinas más queridas.