
En la tradición popular el lobo es el principal enemigo del hombre entre los animales, un ser maléfico, endiablado, nocturno y dotado de poderes mágicos. Sus ojos de noche tienen una fulguración extraña, brillan como brasas, hasta se las confunde con ellas. Tiene tanta fuerza en la vista que produce una suerte de fascinación. Se dice que la fuerza de los ojos del lobo destruye el fuego de las escopetas y por eso los tiros nocturnos no lo matan. En Rodeiro, Lalín, se dice que no se le debe disparar de frente, pues de esta manera no sale el tiro, sino que hay que hacerlo por detrás o de costado. Se comenta además que solamente se alimenta de carne una cuarta parte del año y que solo puede comer la parte izquierda de sus víctimas, la que pertenece al demonio. Muchos creen que en el hombre el lobo produce dos efectos muy especiales: «arrepío e embazamento». El primero consiste en que, cuando el lobo ve al hombre antes de que el hombre lo vea a él, este siente un escalofrío que le recorre el cuerpo y le pone los pelos de punta, tanto, que se le cae el sombrero de la cabeza y siente que la ropa se le pone floja. El segundo ocurre en las mismas condiciones, la presencia, aun no vista, del lobo causa en el hombre una completa afasia, que puede durar hasta ocho días, acompañada de otros fenómenos nerviosos y psicológicos.