De los termos a las mochilas con bolsillos: cómo evitar que el acceso a las oposiciones de la Xunta sea interminable
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SILLEDA

El calor era desesperante en Silleda este fin de semana mientras miles de opositores se examinaban. La espera ante las puertas, parte de ellas a pleno sol a las 16.00 horas, fue «inhumana»
04 jul 2023 . Actualizado a las 12:46 h.Hay que estar en las puertas de uno de los pabellones del recinto ferial de Silleda, en un día de exámenes de oposición multitudinarios, como los celebrados este fin de semana de la Xunta, tanto el sábado (los de C2, es decir, de auxiliares administrativos) como el domingo (los de C1, de administrativo), para entender lo que significa la palabra resistencia. O incluso supervivencia. Porque, en Silleda, este fin de semana el termómetro se volvió loco, pasaba de los 25 grados, algo infrecuente en pleno corazón de Galicia, y, aunque corría aire, era una brisa tan plomiza, pesada y agotadora como seguramente el ánimo de las miles de personas que se jugaban su futuro en esos test de color blanco y negro.
A los afortunados, les tocaron puertas de acceso a la sombra donde, desde más de noventa minutos antes de la hora fijada para el inicio de los llamamientos (las 16.00 horas, en plena canícula), esperaban a escuchar su nombre en boca del personal de la Xunta. A los desventurados les tocaron puertas a pleno chorro de sol. Y fue, como muchos decían, «totalmente inhumano». En los corrillos, una frase bailaba en el aire: «Critican que haya elecciones en el mes de julio y a nosotros nos meten aquí con estas temperaturas un montón de horas», se escuchaba mientras los servicios sanitarios tenían que hacer ya varias intervenciones antes de comenzar la jornada. Sin ánimo de desanimar, pero conscientes de la realidad, el personal de la Xunta les advertía: «Pues preparaos, porque dentro del pabellón es terrible el calor».
A las 16.00 horas, prácticamente con puntualidad británica, comenzaron a llamar. Entonces, se comprobó que el acceso, en algunas puertas, iba desesperadamente lento. Lo cual, con un calor insoportable y al sol, no es una cuestión baladí. Y posiblemente, y como muchos señalaban, marca la diferencia entre acceder al recinto en condiciones o hacerlo completamente sudado e incluso con un grado de deshidratación encima (eran muchos los que indicaban que se abstenían de beber para no verse en el apuro de tener que orinar durante el examen). ¿Por qué se accede de forma tan lenta? Por distintas razones. La principal: que hay que sentar a miles de personas tras identificarlas, cachearlas, apuntar sus carnés, etcétera. Y porque, aunque está permitido, llevar mochilas con uno o más bolsillos y que haya que revisarlos todos antes de acceder al recinto, realmente, no resulta lo más práctico. A continuación, algunas de las cuestiones que quizás podría aligerar ese acceso y reducir esos interminables minutos en los que los opositores miran al suelo, comen nervios y esperan con bastante desesperación a escuchar su nombre para tomar asiento. Quizás de lo ocurrido puedan sacarse lecciones para las próximas citas multitudinarias, que serán la semana que viene y quién sabe también con calor desorbitado.
Lo justo y necesario: lápices, gomas, el carné y agua
Para examinarse en oposiciones como las de este fin de semana en Silleda, solo hay tres cosas imprescindibles que llevar encima: el carné de identidad, una goma y un lápiz del número 2 (es recomendable llevar un par de ellos por si se pierden o se les cae la punta o portar un afilalápices). Con semejante calor, llevar agua también es bastante recomendable. Pero, ojo. Si uno acude con una botella transparente, el guarda de seguridad no tendrá que chequearla. Pero con los termos de agua que no son traslúcidos suele requerirse a quien lo lleva que lo abra e incluso que lo agite. Porque, como no se ve el interior, ahí podrían ir escondidas chuletas. Todo dependerá de lo exhaustivo que sea el guardia de seguridad, pero el sábado y el domingo en Silleda había profesionales que exigían esa apertura de las botellas. Es algo que se demora unos segundos y ese tiempo, multiplicado por las decenas de personas que entran por cada puerta, acaban sumando minutos de retraso.

El calvario de los móviles: no se pueden llevar aunque estén apagados
Plantarse en el acceso de una oposición de la Xunta como las de este fin de semana con el móvil encima es fruto de no haber leído las bases de la convocatoria, no haber mirado los enormes carteles que hay en cada puerta de acceso diciendo que no se permite el acceso con estos dispositivos ni con pulseras digitales (aunque estén apagados) y también hacer oídos sordos a la megafonía, desde la que insisten en este asunto. Pero, realmente, a pie de puerta se comprueba que hay opositores que siguen intentando entrar con los móviles. El sábado, solo en una puerta de las decenas de puertas de acceso, hubo cuatro intentos de entrar con ellos. En todos los casos, la respuesta del personal de la organización y de seguridad fue un rotundo no. «¿Y qué hago, no entro?», se preguntaba un chaval con el teléfono en la mano. Con una paciencia admirable, el personal le indicó las opciones: o iba a la carrera a dejarlo al coche y entraba al final o lo dejaba fuera del pabellón, literalmente tirado en el suelo. Todos optaron por esta segunda opción, previa advertencia de que nadie iba a vigilarlos y que, por tanto, si se los robaban, nadie se haría responsable. La cuestión está clara: no hay taquillas, ni consigna y ni siquiera se pueden dejar los móviles apagados en las mesas de acceso al pabellón. Los teléfonos no entran a los recintos de los exámenes en ningún caso.
La maravilla de los neceseres transparentes y el calvario de las mochilas y bolsos
Realmente, se puede acceder al recinto con muchas cosas; desde pañuelos de papel a la botella de agua pasando por gafas, inhaladores, relojes (salvo digitales), llaves de todo tipo, cartera, tarjetas de crédito, dinero en efectivo, abanicos, compresas, tampones, etcétera. Pero, si vamos a la cuestión práctica, cuantas más cosas se lleven más tardará en revisarlas el personal de seguridad. Hay una opción, muy seguida por las mujeres opositoras, que aligera mucho el acceso: llevar todas las pertenencias en neceseres o bolsas transparentes. Porque esto evita que el guarda de seguridad tenga que sacar todo para fuera y revisarlo. Con un simple vistazo, queda resuelto el problema. En las antípodas de la agilidad para entrar están las mochilas opacas y con numerosos bolsillos. Dependiendo de lo exhaustivo que sea el cacheo, y este fin de semana era bastante minucioso, el guarda de seguridad abrirá cada uno de los bolsillos, con la consiguiente demora que eso supone. Llevar un bolso tipo playa atado con nudos y no desatarlo hasta que el guardia se pone manos a la obra tampoco es lo más eficaz. Y, sí, esto último, por raro que parezca, es algo que se observa bastantes veces cuando uno está a pie de puerta.
Las llaves del coche, las monedas o los pañuelos... mejor sacarlas del bolsillo antes de ser llamado
Parece de sentido común pero, con los nervios a flor de piel, este fin de semana en los accesos se comprobaba que, aunque está claro que el detector portátil que llevan los guardias de seguridad pita con las llaves o las monedas, muchos esperaban a llegar a la puerta para sacarlas del bolsillo. Si esta maniobra se hace antes y ya se muestran las llaves y el dinero, o incluso los pañuelos (que también pitan), el profesional lo tiene más fácil y el acceso es más rápido. Algunos opositores, en este caso hombres, tardaban lo suyo en lograr quitar del bolsillo más pequeño de su pantalón las monedas que llevaban ahí metidas. Y, hasta sacar hasta el último céntimo, no accedían al recinto.
Siempre van a solicitar el carné, así que mejor tenerlo a mano
Lo mismo pasa con el carné de identidad. En la puerta se necesita para acceder. Así que es mejor llevarlo en la mano y no dentro de una cartera y esperar a sacarlo en plena puerta. Había casos en los que se llevaba dentro de una cartera, a la vez metida en un neceser que iba introducido en una mochila. Tres pasos y un buen número de segundos para lograr rescatarlo.
Los apuntes y papeles no son bien recibidos
Son muchas las personas que repasan el temario hasta el minuto antes de entrar al examen. No hay problema en ello. Otra cosa es guardar luego los apuntes en la mochila para acceder al recinto. Aunque los bolsos hay que dejarlos en el suelo, este fin de semana se le ponían trabas a algunas personas que llevaban apuntes y papeles en su interior. Una opositora defendía que el fajo de folios que llevaba en una tremebunda mochila no eran apuntes, sino una documentación que se había olvidado de retirar. Le acabaron mirando papel por papel antes de dejarla pasar.
Los pendientes que el guardia puede pedir que le muestres
El registro de cada opositor dependerá, como se dijo, de lo exhaustivo que sea el vigilante que lo haga. Este fin de semana algunos de estos profesionales obligaban a quienes tenían el pelo largo a destapar las orejas y, en caso de llevar pendientes, a mostrarlos claramente, quizás porque ahí también puede esconderse algún dispositivo. Si las orejas van libres el acceso es también más rápido.
Los acompañantes, mejor en segunda fila
Por cada puerta del pabellón acceden al examen decenas de personas. Muchas de ellas esperan para entrar junto a sus acompañantes. No hay problema alguno en ello. Pero, cuando empiezan a hacer los llamamientos, resulta práctico que quienes no van a examinarse den pasos atrás para que, quienes sí tienen que entrar, lo hagan con celeridad y escuchen que los están llamando. De hecho, uno de los problemas es que quienes llaman no tienen megafonía y además a veces su voz se confunde con las de otras puertas, físicamente muy próxima. Por tanto, es bueno que quienes se van a examinar estén en primera fila y niños, bebés (que acuden bastantes) y demás acompañantes permanezcan un poco más lejos en esos minutos clave.
Un gesto humano con las mujeres embarazadas
Este último epígrafe ya no entra en la cuestión de darle agilidad a las colas. Simplemente, es una información que quizás pueda servir a quienes acuden embarazadas a los exámenes. En muchas puertas (habría que ver si en todas), se prioriza la entrada al recinto de las gestantes. Al menos, así ocurría el sábado en algunos accesos. En una de las puertas, la responsable de la entrada preguntó en voz alta: «Voy a dejar pasar a las embarazadas primero. Hace mucho calor y entiendo que nadie se opone a esta cuestión».Nadie rechistó, al menos en voz alta. A esta trabajadora de la Xunta le preocupaba luego que esas mujeres embarazadas, al ralentizarse tanto la entrada, fuesen a estar varias horas sin poder ir al baño. Porque lo que recomiendan, por megafonía y en distintos carteles, es que se acuda al servicio antes de acceder al examen. El problema es que las embarazadas accedieron sobre las cuatro de la tarde, el examen no empezó hasta pasadas las 17.15 horas y duró noventa minutos. Eso implica que, si se está hasta el final, pasan unas tres horas sin ir al servicio, cuando en plena gestación lo habitual es tener necesidad de ir al baño con mucha más frecuencia.
Ante todo, mucha calma... el examen empieza para todos a la vez
De todas formas, le toque a uno un acceso ágil o uno que va lento, conviene no perder los nervios. El examen va a empezar para todos a la vez. De hecho, hay pantallas enormes donde está puesto el minutero (así que no hace falta llevar reloj) y ya desde fuera se comprueba que el tiempo no corre hasta que todo el mundo esté sentado, se hayan dado las normas y repartido los exámenes.