
Acaba la temporada de esta delicatessen salvaje de sabor y aroma exquisto
16 ago 2015 . Actualizado a las 05:00 h.Están en ribazos, zonas sin exceso de sol, junto a muros y cabeceras de fincas no trabajadas, entre la hierba. Están por todas partes y se dejan ver por sus flores blancas, su crecer amarillo y su madurar rojo, contrastando con las hojas verdes dentadas, inconfundibles. Quedan pocos frutos ya a mediados de agosto. Julio es el mes ideal para disfrutarlos porque empiezan a madurar con el arranque del verano.
Por zonas de Deza se conocen como morillóns, pero el rico patrimonio lingüístico gallego da para mucho más, incluso para confluir en nombre con el érbedo (aquí morogo). Son para todo el mundo fresas silvestres, mal llamadas porque no tienen nada que ver con la familia de las fresas. Responden al nombre científico de Fragaria Vesca y si es morillón en Cruces, en Carballo es careixón, en Ribadavia morodo y en Tui morote. Los diversos diccionarios gallegos tienen mas nombres: amorillón, amorón, amorillote,... y Xosé Ramón García en su Flora de Galicia describe la planta como amorilloteira, que va reproduciéndose, enraizando sola y cubriendo territorio.
Es planta fácil de agrupar en una parcela y poder ir degustándo el producto durante todo el verano. Es un delicatese, pequeño pero exquisito que la evolución de cruces de fresas de gran tamaño fue relegando a testimonial y solo para adictos a la exquisitez, para paladares gustosos y en cantidades pequeñas por la dispersión y recolección manual, al no explotarse apenas como cultivo organizado.
Con historia secular, es objeto de uso gastronómico por algún restaurador estilista y es utilizado en mermeladas y confituras específicas y en funciones de falsa fresa o combinando con estas en repostería.
Tiene capítulo medicinal. Es clásico el te de infusión con las hojas del morillón al que se atribuyen valores frente a la gota. También se le atribuyen, entre otros muchos, valores astringentes.
Tenemos morillóns por todas partes en los municipios dezanos, pero dispersos. Un regalo para el paladar y con aroma exquisito y sabor intenso que aporta también un toque agrio.
patrimonio vegetal desaprovechado
Uxío Novoneyra en Os Eidos: «Tódalas tardes traguía/ gargantillas de morodos ...»
Ovidio, Plinio Virgilio... los poetas clásicos dedicaron versos al morillón, a la fresa salvaje. Pero también nuestra literatura tiene referencias y, como no podía ser de otro modo, lo citó el poeta que recogió etnografía pura en O Caurel, Uxío Novoneyra: «Tódalas tardes traguía / gargantillas de morodos / i arando que eu re collía. /En chegar comíos todos», recoge en un poema de 1952 de su obra Os Eidos.
Y de la gargantillas de Novoneyra (que también podrían hacer referencia a los morogos), a las correolas de Merza, al juego de placer gastronómico de los niños de hace décadas buscando morillóns por las fincas y los ensamblaban en las correolas, las plantas, para no machacarlos.
El destino más allá de juego y la diversión era como el que apunta Novoneyra, un futuro bocadillo: pan con morillóns pisados cual mermelada y aporte de azúcar para eliminar cualquier toque agrio. Era y aún es un manjar laborioso pero convincente.
Ya no se lleva «ir ós morillóns»
Pero cambiaron los tiempos del mundo y del medio rural. El detalle no prima ante la abundancia. Los paladares se acostumbran a sabores de supermercado, de fresa en este caso, y el viejo, pequeño y disperso morillón tiene cada vez menos adeptos, sobretodo porque los niños ya no juegan a
ir ós morillóns
y de paso tampoco hay riesgo de meter la mano por donde andan sapos y culebras, rebuscando entre las hierbas el fruto rojo y exquisito.
Tienen historia y referentes. No tienen precio porque sería impagable la mano de obra de su recolección. Pero topan su valor en quien aprecia lo que viene dado por la naturaleza y que es patrimonio vegetal desaprovechado y los disfruta únicamente sin claves economicistas, únicamente por vivir sensaciones intensas.