Un técnico de la CNMV asegura que el Arzobispado de Valladolid encubrió las irregularidades

Colpisa

ECONOMÍA

Antonio Botella explica que la «conformidad» de algunos clientes contribuyó a que no se interviniese la sociedad en 1999.

16 oct 2007 . Actualizado a las 22:10 h.

La Comisión Nacional del Mercado de Valores pisó los talones de Gescartera durante la segunda mitad de los años noventa, pero la agencia de valores logró zafarse de su vigilancia gracias a una tupida trama de engaños en la que contó «con la colaboración» de algunos clientes. Antonio Botella, el último supervisor de la sociedad, señaló este martes al Arzobispado de Valladolid como el más destacado de este grupo de inversores que aceptaron que se les asignase unos fondos menores a los que realmente habían aportado para tratar de mentir a la CNMV.

Botella era el responsable de evitar las prácticas anticompetitivas en el mercado cuando las luchas internas en la cúpula del organismo le llevaron en 1999 a hacerse cargo del expediente abierto a Gescartera. El técnico explicó al tribunal que enjuicia el escándalo financiero que lo que más le llamó la atención del informe de sus predecesores fue la «situación muy peculiar» detectada en el Arzobispado de Valladolid. La autoridad eclesial había recibido más de 6 millones de euros cuando en las cuentas de la agencia figuraba una inversión de apenas 180.000 euros. Los desfases del resto de clientes en situación irregular no sobrepasaban los 200.000 euros. «Eso me torturaba», clamó.

El testigo explicó que, aunque tenía la misión de investigar a partir de lo descubierto por el equipo anterior, decidió «hurgar» para tratar de averiguar que había ocurrido con el arzobispado.

«Era un tema que me quitaba el sueño, no podíamos estar sin hacer nada», rememoró. Propuso entonces a Bankinter, la entidad bancaria con la que operaba Gescartera, la creación de un equipo mixto para esclarecer el asunto. La iniciativa se descartó por «complicaciones técnicas», ya que el banco adujo que estaba obligado por ley a proteger los datos de sus clientes.

Sin reclamaciones

El técnico se hizo cargo de la 'patata caliente' del expediente Gescartera en un momento muy complicado. El consejo de la CNMV estaba dividido sobre las acciones que emprender ante el oscuro comportamiento de la sociedad y el director de supervisión, David Vives, acababa de pedir que se relevase del caso a su unidad.

Botella explicó a los magistrados que la «conformidad» de los clientes analizados ante las «irregulares» operaciones de la entidad resultó clave para que el organismo no interviniese la sociedad. «Me sorprendió una circunstancia peculiar: ningún cliente se quejó, ninguno reclamaba», apostilló.

El testigo tenía la misión de aclarar si Gescartera tenía un desfase patrimonial de 42 millones de euros y para hacerlo tomó una serie de decisiones, como cambiar la fecha de corte del análisis, que han sido muy cuestionadas por los letrados. «Lo que pasa es que, jugados los partidos, todo el mundo acierta la quiniela», se excusó. El técnico tuvo que reconocer, no obstante, que los directivos de Gescartera le engañaron con unos certificados de La Caixa que resultaron ser falsos y que no corroboró con la entidad.

«Con eso nos dimos por satisfechos; erróneamente, el primero que lo lamenta soy yo», admitió.

La entidad continuó operando y la CNMV aprobó a comienzos de 2001 su ascenso de sociedad gestora de patrimonios a agencia de valores. Botella explicó que la presidenta del organismo, Pilar Valiente, le encargó entonces que realizará nuevas indagaciones. La nueva responsable de los servicios jurídicos, Sol Bourgon, le recomendó que esta vez, «habida cuenta de los antecedentes», comprobase los certificados bancarios con las entidades emisoras.

El Santander y La Caixa comunicaron que eran falsos y Gescartera fue intervenida de inmediato. «Habida cuenta de lo que pasó, hubiera sido una actuación muy hábil hacerlo antes», terminó por reconocer. La CNMV «procedimentó» todas sus actuaciones a raíz el escándalo.