Otra quiebra histórica en EE. UU.

ECONOMÍA

La caída en desgracia de CIT, protagonista de la quinta mayor bancarrota de la historia del país, supone un duro revés para las esperanzas de recuperación económica

03 nov 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

La de la financiera estadounidense CIT era una bancarrota anunciada, esperada desde hace meses por el mercado; y ni de lejos provocará el cataclismo que siguió al colapso del todopoderoso Lehman Brothers hace ahora algo más de un año. Y eso que se trata de la quinta mayor quiebra de la historia empresarial de Estados Unidos y de la tercera sacudida en importancia dentro del sistema financiero del país. No hay más que ver el escaso eco que la noticia tuvo ayer en Wall Street.

Pero su caída en desgracia siembra serias dudas sobre la fortaleza de la recuperación económica que se atisba tras los últimos datos macroeconómicos publicados al otro lado del Atlántico. No hay que perder de vista que CIT es la principal fuente de financiación para buena parte de las pymes que integran el tejido empresarial estadounidense (la entidad cuenta en su base de clientes con un millón de pequeñas y medianas compañías, repartidas en 50 países). Si el grifo del crédito se cierra, muchas de ellas pasarán a engrosar la larga lista de víctimas de la crisis; y sus empleados, a engordar los más que abultados listados de las oficinas de empleo, restando con ello combustible al principal engranaje de la maquinaria económica estadounidense: el consumo.

Entre los clientes de CIT figuran, por ejemplo, las franquicias de la conocida cadena Dunkin' Donuts y la productora de cine de terror Dark Castle Entertainment.

Reestructuración

Con todo, en principio, la fórmula elegida por los responsables de la financiera, similar a la que escogieron en su día los gigantes del automóvil General Motors y Chrysler, le permitirá emerger de las profundidades de la quiebra en un plazo más o menos corto de tiempo, puede que hasta de menos de un año. La declaración de suspensión de pagos allana el camino para reestructurar la monumental deuda que arrastra la entidad: casi 65.000 millones de dólares (unos 44.000 millones de euros). El plan diseñado por la compañía y bendecido por sus principales acreedores, entre los que figuran Goldman Sachs y el multimillonario Carl Icahn, permitirá reducir esta escalofriante cifra en 10.000 millones de dólares. CIT ha llegado a un acuerdo con el 90% de los tenedores de bonos, que han aceptado que estos se transformen en nuevos títulos con un período de vencimiento más dilatado en el tiempo.

Actividad

«Esta decisión nos permitirá seguir proveyendo fondos a las pequeñas empresas y comercios, un sector de vital importancia para la economía», aseguró el domingo en un comunicado el presidente ejecutivo de la entidad, Jeffrey Peek, quien anunció ya hace varias semanas su intención de dejar la firma antes de que acabe el año.

Sea como fuere, y a pesar de la fría acogida que ha tenido la noticia, lo cierto es que la quiebra de CIT debería servir para recordarnos a todos que el sistema financiero estadounidense, y, por extensión, el internacional, sigue enfermo, aunque haya abandonado la uci.

Cascada de bancarrotas

Las cifras no dejan lugar a dudas sobre la gravedad de la enfermedad: solo en lo que va de año, la autoridades estadounidenses se han visto obligadas a intervenir más de un centenar de entidades financieras a lo largo y ancho del país. Y eso que, desde que se inició la crisis, el Gobierno de Estados Unidos ha invertido cerca de 400.000 millones de dólares en el rescate de empresas con problemas, entre ellas bancos, aseguradoras y fabricantes de automóviles.

Ahora, la bancarrota de la principal financiera de las pymes estadounidenses viene a echar por la borda los 2.300 millones de dólares que invirtió en diciembre la Administración estadounidense para intentar salvar la empresa.