Financieros y economistas difieren sobre el efecto que la demanda contra Goldman Sachs tendrá para el futuro de los grandes banqueros. Puede que solo sea una operación de maquillaje o puede constituir el comienzo de un nuevo orden financiero mundial. La demanda es ahora mismo un problema que nadie sabe qué consecuencias reales puede generar.
Por una parte, hay quien cree que se trata de un hecho aislado que no afectará al resto de las instituciones. Por otra, existe un miedo generalizado a que siente un precedente en la esfera financiera. También Obama ha prometido en su reforma la creación de un organismo que regule el tamaño y el nivel de riesgo de los bancos y que incluso pueda intervenir si ve peligro. ¿Estamos ante el fin de los grandes bancos? Las opiniones se contradicen.
«No creo que sea el final de los grandes bancos. El mundo necesita bancos poderosos sobre todo si quiere tener crédito, porque ni las aerolíneas pueden comprar combustible para sus aviones si no es a crédito», dice Alan Valdés, quien no duda de que la historia de la civilización se escribe hoy con chequeras. «Si no tienes grandes bancos, no tienes una sociedad. Mira el ejemplo de África, que sigue sin desarrollarse porque no sabe organizar su dinero».
Esta versión es rebatida por el economista Isaac Cohen, que ve el inicio de una nueva época: «Es innegable que tanto la demanda contra Goldman como la reforma financiera marcan un cambio grande. En la década de los treinta hubo también fuertes medidas de regulación que dieron lugar a más de seis décadas de estabilidad financiera. Lo que busca la reforma financiera es conseguir este tipo de estabilidad».
Rendir cuentas
No solo eso. Tanto la reforma como la demanda suponen el final de una época de impunidad para las grandes fortunas del país. A partir de ahora podrían tener que rendir cuentas, empezando por los propios ejecutivos de Goldman, a quienes Obama ha sugerido que devuelvan sus bonificaciones como un gesto de solidaridad.
«El hecho de que ciertas personas estuvieran cobrando primas millonarios mientras el resto el país sufría la recesión es simplemente amoral y da una idea sobre el tipo de personas que trabajan en Wall Street y que se creen por encima de todo, incluso del Gobierno», dijo el presidente.
Desde el otro lado de la barrera, Valdés se defiende asegurando que «en este edificio [el de la Bolsa] no hay nadie, ni una sola persona, que se haya hecho multimillonario».