Cuando hace cuatro años ACS se hizo con el 10% de Iberdrola (hoy controla el 12%), se especulaba con la maniobra para fusionar la eléctrica vasca -la quinta del mundo- con la aún gallega Unión Fenosa. Vendida esta a Gas Natural, el objetivo prioritario para el grupo de Florentino Pérez, que en junio soportaba una losa de deuda superior a los 10.400 millones de euros, es poder computar en sus cuentas el beneficio de Iberdrola. Tiene dos vías para hacerlo: conseguir un asiento en el consejo de administración de la eléctrica o aumentar su participación al 20%.
La primera vía la tiene, de momento, cerrada. Los actuales directivos de Iberdrola, comandados por Sánchez Galán, han convertido lo que semejaba un esprint en una carrera de obstáculos. Porque a la limitación de los derechos de voto al 10% (independientemente de que se posean más acciones), le sumaron una reducción de los miembros del consejo y, por último, cuando Florentino se puso bravo y nombró en marzo un consejero para cubrir una de las vacantes en el órgano de dirección, Galán agitó el fantasma de Fenosa para que los accionistas se lo revocaran.
Inversión
Ante el bloqueo, que ha acabado en los tribunales con denuncias cruzadas entre ambas compañías, la salida es que ACS saque la billetera y aumente su participación en la eléctrica al 20%. Y parece que Florentino está dando los primeros pasos. En menos de una semana, la compañía ha inyectado 2.500 millones en caja. Primero, deshaciéndose de su filial de puertos y, este miércoles, repartiéndose su participación en el gestor de infraestructuras Abertis (del que controla el 25,83%) con el fondo británico CVC.
ACS tiene ya la munición lista para disparar hacia eléctrica vasca, aunque esta sigue defendiendo su fortín de la que considera una competidora natural en su principal mercado, el de las energías renovables. Con el paso de ayer en el concurso eólico gallego, Florentino cargó también de argumentos el cañón de Iberdrola.