Grecia: ¿tragedia o drama?

ECONOMÍA

El Gobierno griego mintió para entrar en el euro. Últimamente falsificó su contabilidad pública hasta que ya no se sostuvo.

14 may 2011 . Actualizado a las 23:49 h.

A Hermann Hesse le molestaba mucho la confusión entre tragedia y drama. Simplificando, el héroe trágico era consciente de su aciago destino. En el drama, todo es azar. Por eso un accidente nunca puede ser trágico. Como mucho será dramático en cuanto a sus consecuencias. Claro que si el toleirán de Nietzsche leyera esto podría darle un pasmo. Pues mejor, que de memeces apolíneas y dionisíacas vamos servidos.

Lo de Grecia es para mirárselo. El actual primer ministro socialista resulta ser hijo y nieto de sendos primeros ministros. El precedente conservador en el cargo era sobrino de otro primer ministro, que lo fue durante 14 años, y además presidente de la República otros 10. Para entendernos, salvando las distancias, sería algo así como que un hijo y un nieto de Felipe González llegasen a presidentes del Gobierno, alternándose con un sobrinísimo de Aznar. Y solo ellos.

Es lo que tiene la endogamia. Todos se conocen. Demasiado. Los resultados endogámicos también son conocidos. Las instituciones endogámicas son per se decadentes y degenerativas, inútiles y viciosas.

El Gobierno griego mintió para entrar en el euro. Últimamente falsificó su contabilidad pública hasta que ya no se sostuvo, ni con la ayuda de los liantes de Goldman Sachs, que por un lado cobraban por su asesoría en mendacidad y por otro colocaban bonos griegos entre sus clientes. Pero los pecados de los endogámicos líderes griegos no deben ser expiados por sus electores, por mucha culpa in eligendo que tengan. Sin embargo, algo hay que hacer, más que nada para que sus gentes se instalen definitivamente en la modernidad.

Porque «modernidad» no es organizar unas Olimpiadas, tirando la casa por la ventana ?¿Les suena, no??, ni vivir a crédito indefinidamente. Grecia es, además, la prueba de que hay muchas cosas que cambiar en Europa. Siendo el país que más se benefició de las ayudas europeas, con ejercicios por encima del 3% del PIB, ahí sigue. Esto certifica que las ayudas, como decían las abuelas, no se deben gastar a lo loco.

Claro que en Grecia no dimite un ministro por copiar al hacer su tesis doctoral. Eso solo sucede bastante más al norte, como por cierto acaba de certificar la vicepresidenta de la Generalitat catalana, psicóloga in péctore. A orillas del Mediterráneo sería de muy mal gusto comportarse así, a lo germánico o escandinavo.

La lección griega nos enseña que sí, que la mentira tiene las patas muy cortas. Pero también nos enseña que hay que reconstruir Europa. No puede ser que en un mundo donde los europeos somos cada vez menos, más viejos e irrelevantes, estemos dando chance al nacionalismo tarugo, que cree que a estas alturas la cosa se arregla enclaustrándose en un rinconcito, sea finés, francés o flamenco.

Energía y liderazgo

La Unión precisa más energía y liderazgo, también para poner orden y evitar ser engañada por listillos. Necesitamos una política fiscal más integrada y un auténtico mercado laboral europeo, que acabe con los mercadillos estancos que tenemos. Necesitamos funcionar más como una federación y menos como una asamblea de facultad.

Claro que ahora, con tantos grillos en la grillera, nada menos que 27, será más difícil que en los buenos tiempos de Delors, de Kohl y de Mitterrand. Aunque en superar esta dificultad radicará la mayor grandeza.

Manuel Blanco Desar es economista y politólogo y autor de «Nos dominios da incerteza: Historias económicas»