Nacido en Roma, no aparenta los 64 años que cumplirá en septiembre. Super-Mario, como lo llaman algunos colegas, es hombre discreto y de pocas palabras. Desde el 2005 ha estado al frente del Banco de Italia, donde ha llevado a cabo una gran labor para devolver a la institución su credibilidad tras la funesta etapa del gobernador Antonio Fazio.
Formado en los jesuitas y compañero de clase del presidente de la Ferrari, Cordero di Montezemolo, Draghi se licenció en 1970 en Economía en la Universidad de Roma La Sapienza y más tarde, en 1976, se doctoró en el Instituto Tecnológico de Massachusetts. Tras su paso como por varias universidades italianas, en 1984 fue nombrado director ejecutivo del Banco Mundial, hasta que en 1991 volvió a Italia como director general del Tesoro.
Draghi ha estado en los consejos de administración de diversos bancos y empresas italianas, como Eni y Banca Nacional de Lavoro. Su paso por el banco de inversiones Goldman Sachs (2001-2005) le reportó muchas críticas, ya que la entidad norteamericana ayudó al anterior Gobierno griego, de corte conservador, a maquillar sus finanzas públicas para sortear los controles comunitarios.
El hasta ahora gobernador del Banco de Italia se tendrá que enfrentar a partir de noviembre a uno de los períodos más difíciles de la unión monetaria europea. Para Draghi, hay que evitar que la inflación aumente en la zona euro para así reducir la prima de riesgo que los Gobiernos pagan por conseguir financiación en los mercados. Deuda que podría ser saneada con la emisión de bonos europeos y una unión económica más estrecha. Y como ya ha dejado claro, el próximo presidente del BCE cree que solo con la aplicación de importantes reformas estructurales Europa podrá volver a ser competitiva.