Grecia es el mejor ejemplo de que la austeridad está asfixiando las economías
16 sep 2012 . Actualizado a las 09:29 h.«Me duele el corazón cuando contemplo los sacrificios del pueblo griego», dijo hace no mucho Angela Merkel. Pero, seguramente, la canciller alemana no se ha dado una vuelta por las calles del país para palpar de primera mano la miseria a la que su sacrosanta austeridad ha condenado a buena parte de la población helena. Porque «Grecia se desangra». Lo dijo hace unas semanas su primer ministro, Antonis Samaras. Y sabe bien de lo que habla.
Desde que la crisis de deuda reventó, en la primavera del 2010, los griegos no han hecho otra cosa que apretarse el cinturón. Una y otra vez. Y todo, para nada, porque el país donde se gestó la tormenta que asola la Europa del euro sigue con un pie fuera de la moneda única. Ni de lejos va a cumplir con los deberes que le ha encomendado la temida troika. Le quedan dos años para domar el déficit y situarlo por debajo del 3 %.
Los hombres de negro le han dado de plazo hasta el 2014. Y Samaras lleva semanas pidiendo a gritos más tiempo porque sabe que no llega (el compromiso para este año es dejarlo en el 7,3 %, frente al 9,1 % del 2011). Quiere dos años más, hasta el 2016, y todo parece indicar que conseguirá la ansiada tregua.
Y mientras el Gobierno heleno trata de cuadrar las cuentas a golpe de tijeretazo, algunas de las imágenes que llegan de Grecia son estremecedoras. Cada día hay más gente que duerme en la calle y más ciudadanos que rozan la miseria, si es que no habitan ya en ella. Cinco años de recesión son demasiados para cualquiera; y sus secuelas son cada vez más evidentes. El 28 % de la población helena está ya en situación de pobreza.
Los que todavía conservan el trabajo (la tasa de paro es del 23,1 %) han visto reducidos sus sueldos entre un 30 y un 40 %,
al tiempo que los impuestos escalaban tanto o más que eso, y las pensiones sufrían un verdadero tajazo, dejando desmullido el colchón familiar que, de momento, tan bien está funcionando en España.
En Grecia, nadie compra. Porque no hay dinero. Los negocios que han echado el cierre se cuentan por miles. Y los desahucios, también. Las medicinas escasean porque el Gobierno no paga a los farmacéuticos y estos están con el agua al cuello. Hasta han aumentado los casos de sida: un 1.450 % en dos años. No hay ni para jeringuillas. Los inversores extranjeros ponen pies en polvorosa. La sombra de la vuelta al dracma, alimentada alegremente por algunos políticos alemanes desde la comodidad de sus lujosos despachos, los ahuyenta. Y los afortunados que tienen dinero en el banco, o lo han sacado ya del país o están pensando en cómo hacerlo.
Y todo, en una economía que en el segundo trimestre del año se contrajo un 6 % y que ha perdido un 20 % de su valor desde el 2008.
Voz de alarma
Tan alarmante es la situación, que el presidente del país, Karolos Papulias, ha lanzado esta semana una seria advertencia: el pueblo griego ha «alcanzado sus límites» de sufrimiento y la crisis económica podría acabar derivando en una crisis de la democracia, precisamente en el territorio que la vio nacer.