Mario Draghi cumple el próximo jueves un año al frente del Banco Central Europeo (BCE). En este tiempo, ha liderado, con sus modales exquisitos, una auténtica revolución para conjugar, de una parte, las necesidades de los socios bajo presión como España e Italia y, de otra, la firme oposición de Alemania a que el BCE se convierta en un cómodo salvavidas. Su audacia ha reforzado el apodo de Súper Mario que se ganó como director del Tesoro italiano. «Con Draghi ha habido un antes y un después en el BCE. Lo ha flexibilizado. No es tan ortodoxo como su antecesor», apunta Joaquín Maudos, del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas. Y destaca que fue rompedor con iniciativas como la barra libre de liquidez para la banca. Esa medida la adoptó a principios de diciembre, cuando la prima de riesgo española se disparó por encima de los 450 puntos; y gracias a ella se evitó el desastre. Mario Draghi consiguió así de forma indirecta financiación para los asfixiados Gobiernos.
El italiano se convirtió en presidente del BCE después de que el candidato alemán Axel Weber se retirase de la carrera por su oposición al plan de adquisición de deuda pública puesto en marcha por Trichet. Tras su renuncia, Draghi se colocó en cabeza gracias al apoyo de Merkel, que lo veía como el más alemán de sus rivales.
Pero el efecto balsámico de las inyecciones de liquidez a la banca se agotó y en julio la tensión llegó a máximos. Súper Mario ideó otra respuesta contundente. El BCE compró bonos de los países bajo presión pero con la condición de que estos acudan primero al fondo de rescate europeo, lo que les obliga a colocarse bajo la tutela de la troika.
«Está siendo muy valiente. Impone el consenso y deja claro que Alemania es solo un voto», afirma David Cano, socio de Analistas Financieros Internacionales. Aunque no se deja amedrentar, acudió esta semana al Bundestag. Una comparecencia inusitada. La mayoría de los diputados elogiaron su sosegada intervención e incluso el democristiano Norbert Barthle proclamó que era «un prusiano del sur de Europa».
«Cuando Draghi tomó las riendas, muchos economistas alemanes creíamos que iba a reconducirlo hacia su mandato estatutario y desvincularlo de la politización a la que lo había enviado Trichet. En los primeros meses cumplió. Pero luego cedió, como su antecesor, a las presiones de los Gobiernos para solucionar con medidas no convencionales la crisis soberana». Quien así habla es el director del Instituto de Política Económica de la Universidad de Colonia, Juergen B. Donges, uno de los sabios que asesoran al Gobierno de Berlín.
En el otro extremo, los países con problemas como España consideran a Draghi su salvador. Rajoy empezó a respirar el día que le escuchó decir eso de que las primas de riesgo de algunos países se habían disparado no por el descontrol del déficit público, sino por las dudas sobre el futuro del euro.