
En el bar O Periquillo, en el compostelano barrio de San Lázaro, hay a la entrada una pizarra colgada con la gran ganga como reclamo
17 feb 2013 . Actualizado a las 06:00 h.Al calor de los fogones, Emilio Ruiz se las apaña como puede. Una inmensa olla, con un potaje casero, desprende el aroma de los antiguos figones. Mientras su mujer atiende la barra, arropada por otras dos personas, él se apresura a dejar todo listo, con un mandilón rojo, como si estuviera en su casa. Es ya la una de la tarde. Y pronto llegarán los comensales. Hace un año pagaban por el menú ocho euros. Y ahora, por solo 3,90, tienen exactamente lo mismo: dos platos -dos primeros y dos segundos a elegir- pan y postre, café y bebidas aparte. En el bar O Periquillo, en el compostelano barrio de San Lázaro, hay a la entrada una pizarra colgada con la gran ganga como reclamo. Y arriba, en enormes letras en rojo, una advertencia. «Bajamos el precio del menú, pero no la cantidad ni la calidad».
Mientras Emilio remueve los garbanzos, explica que cogió el negocio hace cuatro años. «Vendemos ahora tres veces más comidas que antes; hay crisis y tenemos que acompasar los precios», dice con una sonrisa.
Asturiano, casado con una gallega y que estuvo 18 años en Suiza y 12 en Italia, presume incluso de que la comida que sirve ahora es mejor. Y por eso, dice, llena el bar todos los días. Este empresario explica que antes se preparaban platos para 30 o 40 personas. Y si solo venían 20, lo que sobraba se aprovechaba al día siguiente de alguna manera. «Ahora preparamos para 80 y vienen los ochenta, se gasta todo en el día». Casi sin tiempo ya para distraer la atención de los fogones, Emilio explica su estrategia de negocio de una manera campechana. «Es preferible ganar cien pesetas de cien personas, que cien pesetas de una sola persona. ¿Qué me pasaría si se muere esa persona? Me quedo sin negocio», argumenta sonriente.