Rusia, Bielorrusia y Kazajistán han vetado la importación de pescado de España. Afecta a todas las especies, pero al «rock cod» se le ha privado de su principal plaza
25 jun 2013 . Actualizado a las 07:00 h.Primero pusieron pegas a la carne y a la leche procedente de España. Y meses después, en abril, la unión aduanera que conforman Rusia, Bielorrusia y Kazajistán levantaron barreras al pescado. A todo el pescado. Sea la especie que sea y en cualquiera de las formas en que llegue al mercado, en fresco, congelada, cocida, en lata... Así, desde abril han quedado varados 150 establecimientos, desde salas de elaboración, fábricas conserveras, distribuidoras de pescado hasta barcos que figuraban en la lista de autorizados a exportar productos pesqueros a Rusia y sus aliados comerciales. Desde hace poco más de dos meses están suspendidos los envíos de mercancía con sello español. Y lo estarán hasta que se demuestre que esos establecimientos que exportan productos pesqueros cumplen una serie de requisitos sanitarios.
Ni que decir tiene que esas restricciones marcaron el punto de partida de una carrera esencialmente burocrática para adaptarse a la nueva situación. Una galopada en la que el primer eslabón de la cadena, los armadores y sus embarcaciones de pesca, tuvieron incluso que hacerse con el dorsal para tomar parte en la carrera: «No nos consideraban interlocutores», explicó José Ramón Fuertes, gerente de la Cooperativa de Armadores de Vigo (Arvi). Y eso a pesar de que la legislación rusa exige que, además de la sala de elaboración de donde sale el pescado, estén autorizados los barcos que les suministran la materia prima.
Desde entonces, barcos, fábricas y procesadoras se han adaptado a las nuevas exigencias sanitarias, elevando el nivel, ya de por sí riguroso, que impone la legislación comunitaria y que certifica el registro sanitario que llevan los productos. Los establecimientos que estaban en esa lista (ahora en suspenso) han tenido que dotarse de un sistema de autocontrol, así como implantar análisis de sustancias como el estroncio o el cadmio. Y no solo eso, hasta han requerido un certificado en el que el capitán del barco declara que se están haciendo los controles según la legislación.
Dos meses después, los deberes están hechos y los armadores solo esperan tener noticias de Agricultura, de Sanidad o, incluso de la Xunta -pues se ha requerido la intervención de todos esos organismos-, indicando que pueden volver a exportar a Rusia.
Especies más afectadas
Aunque la suspensión de los envíos afecta a todas las especies, hay una que está padeciendo especialmente el cierre de puertas de los exsoviéticos: el marujito, o nototenia, o rock cod (Patagonotothen ramsayi). Es esa especie que los arrastreros congeladores que pescan en el Atlántico suroriental (en el entorno de las islas Malvinas), que antes se descartaba (se devolvía muerto al mar) por toneladas y al que los profesionales gallegos supieron buscarle un mercado. ¿Cuál? Pues precisamente Rusia y Ucrania, además de Estonia, Letonia y Lituania.
Ahora, esa mercancía a la que Rusia pone trabas, hay que comerla aquí, o buscarle otro punto de venta. Fuentes del sector señalan que las barreras rusas ya han tenido un efecto, negativo, en los precios. También la cochinilla, o escolar negro, que colocan allí los palangreros de superficie tiene dificultades para encontrar mercado.