La salida del director ejecutivo Steve Ballmer, ha servido para poner patas arriba a una compañía hasta ahora intocable
03 oct 2013 . Actualizado a las 07:00 h.Microsoft, el todopoderoso gigante informático, vive en las últimas semanas una especie de sacudida, desde que su director ejecutivo, Steve Ballmer, anunció a finales de agosto que deja las riendas de la compañía. La decisión de Ballmer, se dice que impulsada por algunos de los accionistas de referencia, ha servido para que inversores y expertos pongan patas arriba una compañía que hasta ahora parecía intocable. Pero eso se acabó.
El mercado manda. Y, como las cosas a la empresa informática no le van del todo bien, pide cambios. Incluso la madre de todos los cambios: la salida de Bill Gates de la presidencia.
Una sombra muy alargada
Ayer se filtró que tres de los veinte mayores accionistas de Microsoft han pedido que Gates, fundador, director ejecutivo hasta el año 2000, presidente desde ese año y alma de la compañía abandone la presidencia. La razón que esgrimen estos inversores, que tienen un su poder un 5 % de la compañía, es que la sombra de Gates es demasiado alargada. Es decir, que no quieren que, como sucedió con Ballmer, que había sido compañero de universidad y es amigo de Bill Gates, el nuevo director ejecutivo actúe bajo la supervisión, al menos moral, del fundador de la empresa. Lo que quieren es que el nuevo jefe de Microsoft sea libre para conducir a la empresa por nuevas sendas más rentables.
En un momento en el que los ordenadores están comenzando a dejar paso a las tabletas y los sistemas operativos se han multiplicado, el futuro de Microsoft es, por primera vez, incierto. En el último año fiscal, la compañía obtuvo 22.000 millones de dólares (unos 16.200 millones de euros) de beneficio. Es una cifra muy alta. El problema es que no se refleja en las ganancias de los accionistas, primero porque las acciones de Microsoft llevan unos diez años sin despegar y, segundo, porque la empresa dedica una parte muy escasa de esos beneficios a dividendos. Los accionistas quieren que eso cambie y, al menos esos tres, creen que la salida de Gates facilitaría esa transformación.