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«Si Francia tuviera el paro de España, Le Pen sería elegida presidenta»

ECONOMÍA

BENITO ORDOÑEZ

En Homo economicus, Cohen abarca numerosas y diferentes cuestiones con la intención de repensar el mundo y replantear las relaciones económicas en busca de la felicidad. El autor es contrario a la obsesión por la reducción del déficit que ha marcado los últimos años en Europa. En la entrevista aborda la situación económica española, en especial la inasumible cifra del paro.

29 dic 2013 . Actualizado a las 15:30 h.

Es uno de los economistas más reputados de Europa, un especialista en la deuda soberana, el crecimiento económico y las grandes crisis internacionales, y ha asesorado a líderes de todo el mundo. Tras el éxito editorial de La prosperidad del mal (Taurus) publica Homo economicus (Ariel), que define como «esa parte de nosotros que busca el interés, la riqueza, el máximo beneficio», que domina el mundo actual en perjuicio de otras dimensiones del ser humano. Una anécdota significativa le sirve como punto de partida. Cuenta que el director de un centro de transfusiones sanguíneas intentó aumentar sus reservas ofreciendo una prima a los donantes, pero para su estupefacción el resultado fue justamente el inverso: el número disminuyó. La explicación es que los donantes actúan con un comportamiento moral y cuando se les ofrece una recompensa económica su actitud cambia radicalmente. El dinero no es lo que les mueve a donar. «No se puede añadir a un comportamiento moral una recompensa financiera, porque lo destruye», asegura. «El hombre moral abandona la sala cuando entra el Homo economicus», escribe Cohen. Siguiendo con el símil del centro de transfusiones, el director solo tiene dos opciones, o volver a la situación anterior o embarcarse en una huida adelante y aumentar considerablemente las primas. «Desde hace treinta años, el mundo contemporáneo ha elegido la segunda de esas alternativas. Para funcionar bajo la égida solo del Homo economicus, aumenta las recompensas y endurece los castigos. Para atenerse a sus promesas, crea un mundo mucho más desigual», concluye. Cohen explica que en el capitalismo hay dos tipos de instituciones, el mercado y las empresas, donde las personas trabajan para ganar dinero, pero también para encontrar un lugar en la sociedad. La prueba es que los jubilados tienen dificultades para adaptarse a su nuevo estilo de vida. «Desde los años 80 el equilibrio entre los mercados y las empresas se ha destruido, las leyes del mercado han tomado un papel cada vez más preponderante y el trabajo se ha traducido en un sufrimiento en contrapartida por una recompensa, se privilegia la competición sobre la cooperación», señala.

-En su libro asegura que la felicidad ha disminuido o se ha estancado en los países ricos a pesar del progreso material.

-Creo que es el punto esencial, comprender por qué el nivel de riqueza que hemos alcanzado en el fondo no hace progresar el bienestar como se pensaba a principios del siglo XIX. El grado de insatisfacción de nuestras sociedades ha permanecido casi intacto. Esto plantea cuestiones antropológicas. ¿Por qué siendo diez veces más ricas que hace un siglo nuestras sociedades tienen el mismo grado de insatisfacción y la misma necesidad de seguir enriqueciéndose? Propongo una doble explicación. La primera es que el ser humano tiene una increíble capacidad de adaptación, se adapta rápidamente a la riqueza y considera que es normal y necesita enriquecerse cada vez más. La segunda es que toda riqueza siempre es relativa con respecto a los demás. La riqueza no genera la felicidad pero la crisis, los problemas económicos y el paro sí generan la infelicidad.

-Afirma que hay dos momentos especialmente dolorosos en la vida de las personas adultas, los divorcios y los despidos.

- Cuando se pierde a la persona amada o el empleo, que es lo que define nuestro lugar en la sociedad, se produce un gran sufrimiento. Yo lucho para que nuestros gobiernos comprendan que lo mínimo que deben a los pueblos no es tanto la felicidad como la estabilidad y por eso soy muy severo con el gobierno actual y con la forma en que se gestiona la crisis europea porque impone un sufrimiento inútil. De hecho, España es el paradigma de esto, con un paro que muestra la fragilidad de las sociedades humanas.

-¿La lucha contra el paro se esta tomando en serio en Europa?

-Para mí de forma insuficiente, por desgracia. La situación del paro en España está fuera de la norma, es catastrófica, incluso peor que en la Alemania de los años 30, porque entonces estaba en el 25 %. Estamos en cifras que son incomprensibles desde el punto de vista europeo. Si en Francia el paro estuviera en el 26 %, Marine Le Pen -la líder del partido de ultraderecha Frente Nacional- sería elegida presidenta, habría una revolución, sería el final del juego. Es un misterio la capacidad no de aceptación, pero sí de resiliencia de la sociedad española. Es inédita. Vista desde Francia la reacción de España ante la crisis es bastante sorprendente. Pero todo tiene sus límites.

-Muchas personas están perdiendo su sitio en la sociedad actual.

-Lo que estamos debatiendo hoy es la cuestión de una sociedad que no ofrece un lugar a todo el mundo, alguien que pierde su trabajo pierde sus ingresos y ya no tiene lugar en la sociedad actual. Esa es la auténtica cuestión, ser capaces de que nuestra sociedad industrial, en la que el trabajo es un valor cardinal, continúe ofreciendo a cada uno su lugar. Si se dijese hoy a los españoles o a los franceses nada va a cambiar, vais a conservar vuestros empleos, aunque durante tres años no vais a progresar en cuestión de ingresos, lo podrían aceptar, sería el precio para seguir en Europa y en el euro. Pero la forma en que se hace el ajuste es muy desigual, los jóvenes no encuentran su lugar, nadie sabe si esto va a durar tres años, tal vez diez, quince, Japón vivió diez años de crisis. Todas estas incertidumbres hacen insoportable la situación a nivel individual y también hay una incertidumbre general a nivel macroeconómico.

-¿Cree que las políticas de austeridad que se han llevado a cabo en España y en otros países han agravado los problemas más que solucionarlos o no había otra salida?

-Creo que había otras soluciones. Para mí es un fracaso colectivo de Europa repetir todos los errores de razonamiento de los años 30, que consisten en pensar que la austeridad aporta una solución a los problemas económicos. Olivier Blanchard, el economista jefe del FMI, demostró claramente, tirándose de los pelos, que estamos repitiendo el efecto multiplicador de los años 30, el impacto de las medidas de austeridad en el crecimiento es el mismo que se midió entonces. El multiplicador hoy es de 1,5, en los años 30 era de 1,6. Es decir, que cuando reduzco el déficit el 1% provoco una disminución del crecimiento que puede ser de hasta un 1,5 %. Por lo tanto, si España tiene un déficit del 6,5 % y llega a cero significa que el déficit de crecimiento puede ser del 9 % o el 10%. Primero hay que entender esto, porque esta cifra, este razonamiento, había sido negado durante mucho tiempo por la Comisión Europea. Incluso hay economistas que dicen que una buena purga de austeridad, si está bien hecha, puede relanzar el crecimiento y dan el ejemplo de Irlanda o de Suecia en los años 90. Pero cometen dos errores garrafales. El primero es que no es lo mismo hacer una purga de austeridad en una país como Suecia para arreglar sus problemas presupuestarios pudiendo contar con el crecimiento del resto de los países. Y segundo, no es lo mismo pudiendo hacer una devaluación de la moneda como la de la corona sueca en los años 90, en los que se devaluó un 50?% en tres años. Estos ejemplos no son útiles para la Europa actual porque todos hacemos lo mismo al mismo tiempo y por lo tanto es el crecimiento europeo el que se ve afectado y ya no tenemos la herramienta de la devaluación.

-En España se han aplicado medidas de austeridad y la Comisión Europea ha relajado el objetivo del déficit.

-El problema español es para empezar un problema europeo y creo que es el momento de decir que en España, en Italia, en Grecia, creo que en Francia desde el año próximo, debemos detener esa carrera por la reducción del déficit. De hecho la Comisión Europea ya la ha ralentizado. Es necesario hablar del déficit estructural (el que depende de los gastos fundamentales y permanentes) y no del total (el coyuntural, que depende del ciclo). Europa en su conjunto tiene un déficit estructural de 1,3 % del PIB, España, de algo más del 4?% y EE.UU., del 4,5?%. La diferencia es que Estados Unidos tiene soberanía monetaria y España no. Por tanto Europa está muy por delante en su purga presupuestaria y por eso no hay crecimiento.

-¿Qué le parece la devaluación de salarios que ha habido en España y la profundización en la reforma laboral que piden algunas organizaciones internacionales?

-Siempre son los mismos planes, la troika, el FMI, quieren reformas estructurales del mercado de trabajo que permitan rebajas de salarios. Pero cuando todos los países europeos hayan bajado sus salarios un 20?%, ¿qué pasará? Se lo voy a decir, el euro se apreciará un 20?%. Estamos en un régimen de cambio flexible, así que podemos provocar precariedad y paro bajando los salarios. ¿Para qué? Sería más sencillo si los salarios aumentarán un 20?%, haría exactamente lo mismo desde el punto de vista macroeconómico.

-La declaración de Mario Draghi diciendo que el BCE compraría deuda soberana ha sido importante, por ejemplo para que bajara la prima de riesgo española.

-Cuando Mario Draghi dijo que haría todo lo necesario para salvar el euro, cambió las reglas de juego. Su respuesta, recordar que el Banco Central Europeo tiene el derecho de intervenir de forma ilimitada si fuera necesario, fue muy tardía aunque indispensable. Si tuviésemos que vivir en un mundo en el que el BCE en ninguna circunstancia hiciese nada habríamos fabricado una máquina infernal, un nuevo patrón oro, cuando los estados solo contaban con ellos mismos para refinanciarse. Es muy importante que el BCE juegue ese papel de prestamista en último término, negado hasta ahora. El programa OMT de compra de deuda fue un salto cualitativo, pero el problema es que sigue estando condicionado a que se lleve a cabo el programa de la troika.

-Usted asesoró y apoyó la candidatura presidencial de François Hollande. Pero ahora su nivel de aceptación ha bajado a cifras sin precedentes. ¿Ha fracasado?

-Creo que Hollande efectivamente se ha dado de bruces contra la realidad, como todos los dirigentes europeos, uno tras otro, que llegan y se encuentran frente a una limitación europea muy fuerte. En cuanto a Francia pienso que hemos terminado entendiendo que la búsqueda a cualquier precio de medidas para reducir el déficit presupuestario por debajo el 3?%, el nivel simbólico que la UE no ha dejado de imponer, es un error profundo y hay que empezar a pensar en términos de déficit estructural y no coyuntural. La batalla no está totalmente ganada porque se han dado dos años de gracia, pero con contrapartidas y en el fondo es esta forma de razonar la que es una catástrofe. Creo que Hollande ha tomado conciencia y que en el fondo está imbuido de la idea de que Francia solo encontrará la vía de crecimiento después de haber ido más allá de la fragilidad presupuestaria. Pero creo que comete un error de razonamiento al sacrificar el 2014 y postergar la recuperación al 2015; es una apuesta muy arriesgada. Es posible que la situación económica vaya a peor en el 2015 y se pidan nuevos esfuerzos adicionales porque no se habrían producido los resultados esperados. Hollande tiene que retomar su agenda y fijar objetivos respecto a la fiscalidad y no dejarse atrapar en el círculo vicioso de la austeridad que ha machacado a Europa.

-¿Se ve ya el final del túnel en España, como mantiene el Gobierno?

-El 2013 ha sido un año muy malo. La cuestión es saber si el dinamismo europeo se manifestará en el segundo semestre del 2014 y en ese momento podría tirar hacia arriba de la economía española. Ese dinamismo podría venir del final de los errores en política monetaria y presupuestaria y del dinamismo de la negociación salarial en Alemania. La clave de muchas cosas es el crecimiento de los salarios en Alemania, lo que produciría el doble efecto de tirar para arriba a la economía alemana y a la europea y volver a poner en el mismo nivel los diferenciales de competitividad entre Alemania y el resto de los países de la eurozona. Por lo tanto, se podría decir que la lucha de clases en Alemania es la que decidirá el crecimiento europeo.