El interés de los bonos a diez años cae a los niveles más bajos de la era euro, con la prima de riesgo en cifras que no se recordaban desde antes del rescate de Grecia
06 sep 2014 . Actualizado a las 07:00 h.Draghi está decidido a echar el resto. En tres meses ha hecho de casi todo para alejar a la eurozona de las pantanosas aguas en las que parece adentrarse su economía. Ni cuando Lehman Brothers se vino abajo (hace ahora casi seis años), ni en lo peor de la tormenta de deuda, con el euro apunto de reventar, se tomaron tantas medidas en tan poco tiempo.
Al italiano le quedan ya pocos cartuchos que quemar. Y solo uno con la suficiente potencia como para cambiar el rumbo de las cosas. O eso por los menos dicen los analistas. El mes que viene, la autoridad monetaria va a empezar a comprar activos respaldados por deuda (ABS: asset backed securities, en la jerga financiera anglosajona). ¿Qué son? Se trata de titulizaciones. Paquetes de préstamos (como créditos a empresas o para la compra de automóviles, por poner un ejemplo). Al agruparse y convertirse en títulos, los intereses de esos préstamos los percibe el nuevo dueño, quien asume también los riesgos de impago. En este caso, el BCE. ¿Qué se consigue con ello? Aligerar la carga que soportan los bancos (los sacan de su balance). ¿Para qué? Con el objetivo de que, aliviados de ese peso, hagan girar otra vez la rueda del crédito y dinamicen, con ello, la economía. Después de eso, ¿qué le queda a Draghi? Solo mirarse en el espejo de la Reserva Federal (Fed) estadounidense y poner en marcha la compra a gran escala de activos públicos y privados (un quantitative easing -otra vez la jerga anglosajona- a la americana).
Lo del jueves podría ser, pues, un primer paso. Algo parecido a lo que sucedió con la Fed, que unos meses antes de activar las compras a mansalva de bonos del Tesoro, probó suerte con los ABS.
Resistencia alemana
Pero, para llegar a eso, Draghi tendrá que vencer la resistencia de Alemania y sus acólitos, contrarios a adquirir deuda de los Estados. Ardua tarea la que le espera al italiano.
De momento, ha ganado tiempo. Y se ha granjeado el favor de los mercados, que interpretan el gesto como una muestra del compromiso de la institución con la economía europea.
En el caso de España, el golpe de efecto del guardián del euro se ha traducido en un importante recorte de los intereses exigidos a sus bonos. Tanto, que la rentabilidad de los títulos a diez años -los que se emplean para calcular la prima de riesgo, fuente de tantos desvelos en el pasado reciente- cayó hasta su mínimo histórico. Cerró en el 2,06 % (en lo peor de la tormenta, en el verano del 2012, tras el rescate de la banca, llegó hasta el 7,75 %), con la prima de riesgo en 111 puntos, niveles que no se recordaban desde mayo del 2010, cuando la crisis de deuda comenzó a cobrar fuerza con el rescate de Grecia. Lejos, muy lejos de los casi 650 de julio del 2012.
El Ibex, por su parte, añadió un alza del 0,44 % al empujón de la víspera, lo que puso la guinda a la mejor semana desde enero, con un avance de casi el 4 %, hasta 11.148,9 puntos.
Bruselas elogia al BCE
No han sido los inversores los únicos en aplaudir las medidas del Banco Central Europeo. Ayer, y mientras en Alemania arreciaban las críticas, en Bruselas, la Comisión Europea proclamaba, por boca de su portavoz de Asuntos Económicos, Simon O'Connor: «Creemos que el BCE ha dado pasos importantes para respaldar los esfuerzos en marcha a nivel nacional y europeo con el fin de construir una recuperación económica sostenible y hacer frente a los riesgos de un período prolongado de muy baja inflación». Estos riesgos, insistió, han quedado patentes en los datos finales de PIB del segundo trimestre, publicados ayer por Eurostat. Las cifras revelan un claro un estancamiento de la economía de la eurozona y que «la demanda doméstica, y en particular la inversión, sigue siendo débil».