Plan Juncker: un milagro de 315.000 millones de euros para salvar a la economía europea

ECONOMÍA

La iniciativa del presidente de la CE prevé una inversión real de 21.000 millones, pero la aplicación del denominado «efecto multiplicador» hará que cada euro se convierta en 15

07 dic 2014 . Actualizado a las 21:22 h.

Ha recibido muchas denominaciones tales como el nuevo Plan Marshall o el milagro de la multiplicación de los panes y los peces. Es el plan Juncker, una iniciativa «sin precedentes en la historia de la Unión Europea» con la que el presidente del Ejecutivo comunitario pretende movilizar 315.000 millones de euros destinados a sacar del coma a la economía europea. La urgencia es máxima. Las bajas perspectivas de crecimiento y el temor de una crisis a la japonesa está ahuyentando al capital. La inversión ha caído un 15?% en la UE desde que estalló la crisis en el 2007 y a la cabeza de las pérdidas están Grecia (-64?%), Irlanda (-39?%) y España (-38?%). Por sectores, el inmobiliario residencial es el que más ha sufrido (-43?%): «La abundante liquidez puede permitir a Europa crecer sin crear nueva deuda», asegura el luxemburgués antes de reconocer que el principal problema es la falta de confianza. El 90?% del empleo mundial ya se genera fuera de la Unión y algunos jefes de Estado, poco dispuestos a recomendar recetas keynesianas, reconocen abiertamente que la situación es dramática y hacen falta estímulos: «Europa no es ahora mismo una tierra de futuro para los jóvenes», aseguró el jueves la canciller alemana, Angela Merkel.

El plan revulsivo de Juncker fue presentado la semana pasada y desde entonces se han multiplicado las críticas por el halo de ilusionismo que desprende. Las cifras se han cocinado a fuego lento en los cuarteles de Bruselas para dar la impresión de ser un verdadero «programa ofensivo» para promover la inversión: Una pizca de fondos públicos, una generosa aportación de inversión privada y dejar que el documento repose hasta que se multiplique su efecto por quince en los próximos tres años. Sin embargo, a medida que se profundiza en los detalles van apareciendo grandes lagunas e interrogantes que no hacen más que generar escepticismo entre los inversores. Las esperanzas de encontrar dinero nuevo contante y sonante se diluyen.

1.Las promesas del plan Juancker

Como ha demostrado el reciente escándalo Luxleax, Juncker es un perfecto experto ingeniero financiero y fiscal. Su habilidad para retorcer los números le sirvió en un primer momento para lograr un golpe de efecto: «La Navidad ha llegado pronto», proclamó en su presentación. Pero la emoción inicial suscitada en el mercado se está evaporando.

La joya del plan, el llamado Fondo Europeo para Inversiones Estratégicas (FEIE), tan solo contará con 21.000 millones de euros. Este instrumento, que deberá estar listo a más tardar en junio del 2015, no inyectará fondos directamente a los proyectos que necesitan financiación, sino que actuará como una red de seguridad que ofrecerá garantías en última instancia a los inversores privados que participen en proyectos estratégicos, cubriendo así posibles pérdidas. El objetivo es recuperar la confianza y desatascar el crédito hacia la economía real. Pero, ¿de dónde provienen los fondos? Nada nuevo en el horizonte: del presupuesto comunitario y del BEI. Procedentes de las partidas presupuestarias se ha conseguido reunir 16.000 millones de euros para dedicar a macro proyectos de inversión a largo plazo. El 50?% de esa cuantía tiene su origen en el Mecanismo Conectar Europa (3.300 millones de euros), Horizonte 2020 (2.700) y la reserva presupuestaria (2.000). A ellos se le suman los 5.000 que dispondrá el Banco Europeo de Inversiones (BEI) para ayudar a las pymes y empresas de capitalización media, quienes por el momento tienen las puertas de acceso a la financiación cerradas a cal y canto.

¿Cómo consigue Juncker convertir 21.000 millones de euros en 315.000 millones en solo tres años? Con una ecuación mágica a la que Bruselas llama «efecto multiplicador». Por cada euro invertido se generarán 15: «El impacto del plan se multiplicará a medida que vayan sumándose a él otras partes interesadas», aseguran. Esas partes interesadas son los Estados miembros (en plena crisis presupuestaria), los bancos nacionales de fomento, autoridades regionales (muchas de ellas deficitarias) e inversores privados (más inclinados a refugiar su capital en bonos del Estado). De esta forma, los 16.000 millones de euros que pone la Comisión Europea se transformarán en 240.000 millones y los 5.000 millones del BEI en 75.000. Et voilà! Objetivo conseguido. Según la Comisión Europea, estos cálculos se basan en «la experiencia histórica de los programas de la UE y el BEI».

2. Un millón de empleos

Pero parece que Bruselas no confía demasiado en su propio plan. Prefiere guardarse las espaldas: «Esto no va a resolver todos nuestros problemas económicos, no va a cambiar el mundo entero. Pero si se implanta de forma eficiente, puede cambiar a Europa en una dirección positiva», aseguró esta semana el vicepresidente Jyrki Katainen. La Comisión estima que la ofensiva puede crear entre un millón y 1.300.000 puestos de trabajo como mínimo y llegar incluso hasta los tres si se cumplen todas las previsiones. El impacto sobre el producto interior bruto (PIB) alcanzaría el 3?% (entre 330.000 y 410.000 millones de euros en tres años). Es decir, el plan Juncker solo daría para cubrir las necesidades de trabajo de 12 de cada 100 desempleados europeos.

3. ¿En qué se quiere invertir?

El FEIE se reforzará con otros dos pilares fundamentales: Una reserva de proyectos y la mejora del entorno para los inversores. La reserva incorporará propuestas de inversión ya maduras e irá acompañada de un centro de asesoramiento y asistencia técnica a los inversores que podrán elegir a la carta en qué proyecto apostar. Bruselas quiere que funcione como reclamo para «algunas partes interesadas cuya principal preocupación no es la falta de financiación sino la percepción de que faltan proyectos viables». Tendrán preferencia los que se consideren estratégicos para la Unión Europea. Las infraestructuras, banda ancha, redes energéticas, transporte, educación, I+D, energías renovables y eficiencia energética serán los grandes mimados. Se acabó el pelotazo del ladrillo y las obras públicas ineficientes. Un punto positivo que se anota la Comisión. Si algo ha aprendido durante estos años de crisis es que es necesario un mayor control sobre la inversión de los fondos públicos europeos. Pero, ¿qué parte del pastel puede llevarse España?: «No habrá asignaciones que respondan a criterios geográficos para garantizar que los proyectos sean seleccionados en función de sus méritos y de maximizar el valor añadido del fondo», reza la propuesta donde también se apremia a las autoridades nacionales a reducir la burocracia, continuar con las reformas estructurales, utilizar mejor los programas estructurales y establecer reglamentos más sencillos y claros para no obstaculizar las inversiones.

 

4. ¿Se obrará el milagro?

Los expertos del think tank Bruegel lo ponen en duda. Según sus cálculos, las necesidades de inversión de la Unión Europea ascienden a 280.000 millones de euros anuales mientras el plan Juncker prevé cubrir poco más de 100.000. Además hay muchos puntos que aclarar, especialmente en torno a la reserva de proyectos y la elección de aquellos que se deciden financiar: «El comité de selección debería ser capaz de identificar aquellos proyectos que no se podrían hacer sin garantías», apuntan. Coincide el experto del CEPS Daniel Gros quien advierte del riesgo de que las garantías terminen favoreciendo a proyectos que podrían financiarse por sí mismos sin necesidad de recurrir al FEIE. Gros asegura que «es improbable que el plan vaya a marcar la diferencia».

Todos apuntan a una misma dirección: no habrá crecimiento con uno, dos o tres planes Juncker si no se impulsa el consumo, deprimido en países como España por las salvajes rebajas salariales. La flexibilidad fiscal y las reformas serán fundamentales. De nada servirá movilizar a los inversores si se siguen asfixiando los presupuestos públicos. La Comisión ya se anticipó en esta línea. Las aportaciones de cada Estado miembro al Plan Juncker «no computarán como déficit». Una llamada en toda regla a aflojar la cartera.

 

5. Quien no arriesga no gana

Bruselas intenta así desprenderse de la herencia más inflexible y austera que dejó Barroso cuando abandonó la Comisión Europea pero su política económica sigue teniendo acento alemán. Berlín no ha hecho más que poner palos a las ruedas en los últimos meses al plan de inversiones. Merkel no quiere oír hablar de comprometer fondos públicos de socios en crisis a la inversión en proyectos que se pueden malograr. Y eso es lo más preocupante: el rechazo a asumir riesgos. El BEI tiene mayor margen de maniobra para movilizar garantías del que ha anunciado, pero las advertencias de Alemania pesan como una losa. Tienen miedo de que el organismo pierda la triple AAA poniendo en riesgo todo su modelo de negocio. Y es que no está en manos de Bruselas dedicar más fondos al FEIE sino en la mesa de negociación del Consejo Europeo: «Europa tiene ahora un vigésimo noveno Estado en el que viven los desempleados, los jóvenes sin trabajo, los que han sido dejados atrás», es la advertencia que lanza Juncker. La Unión Europea no puede perder más tiempo.