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Desde el sábado se veía venir la victoria del no. Bastaba con fijarse en el cambio de tono entre el «establishment» europeo en las últimas cuarenta y ocho horas
06 jul 2015 . Actualizado a las 05:00 h.Desde el sábado se veía venir la victoria del no. Bastaba con fijarse en el cambio de tono entre el establishment europeo en las últimas cuarenta y ocho horas. Donald Tusk, el presidente del Consejo, asegurando de repente que un no no tenía por qué suponer la salida de Grecia del euro. O el mismísimo Wolfgang Schäuble, el duro ministro alemán de Finanzas, en un ataque byroniano de helenofilia, comprometiéndose a «no dejar a Grecia en la estacada» incluso si ganaba el no. La salida del euro, como mucho, decía Schäuble, sería «temporal». Nada que ver con el tono del día anterior. Sin duda Tusk y Schäuble tenían ya sobre la mesa la encuesta secreta de la UE según la cual el no iba a ganar. El discurso del miedo no solo no había funcionado sino que, de no retirarlo a tiempo, podía acabar provocando un derrumbe catastrófico de los mercados hoy. Los acreedores han jugado fuerte, han jugado un juego peligroso. Y han perdido.
Lo que interesa ver ahora es si Europa se va a seguir equivocando o si del susto nacerá la cordura. Porque habrá negociación, como es lógico. El problema ahora es que el pulso de estos días, agravado por la decisión del BCE de limitar sus inyecciones de liquidez a la banca griega y forzar así un corralito, puede haber dañado irreparablemente el sistema financiero del país. Si actúan con sensatez, las partes anunciarán cuanto antes un principio de acuerdo, incluso si no lo hay. Luego habrá que alcanzar uno de verdad rápidamente, antes de que la inercia que se ha imprimido estos días eche a Grecia del euro. Quizá sea ya tarde.
¿Qué acuerdo? El Royal Bank of Scotland (RSB) era ayer la enésima institución especializada que divulgaba un informe explicando que una salida de Grecia de la moneda única tendría un coste muy superior (según sus cálculos, el doble) a una quita que haga sostenible la deuda griega. Es lo que le contó a Schäuble el presidente de su Banco Central el miércoles en privado: Alemania no está tan preparada como cree el ministro para resistir una salida de Grecia del euro. Los políticos subestiman peligrosamente el riesgo de contagio, especialmente los de países vulnerables como Portugal, España o Italia. Es el resultado de una inoportuna politización de un asunto que es, en realidad, técnico. No hay nada especialmente izquierdista en una quita ni nada particularmente conservador o liberal en hacer quebrar a Grecia. No son nuestros votos sino nuestros ahorros lo que deberían tener en mente nuestros líderes. Esperemos que eso cambie a partir de hoy.