Nace la financiera de Seat que llevó el coche a la clase obrera
13 mar 2018 . Actualizado a las 05:00 h.Solo dos de cada diez clientes que entran hoy en un concesionario para comprar un coche nuevo lo pagan al contado. Incluso muchos de quienes tienen capacidad para desembolsar todo el importe optan por financiarlo porque es la forma de que las marcas ofrezcan un mayor descuento.
Nada de esto existía en España hasta que en diciembre de 1968 el fabricante Seat creó una división financiera, Fiseat, que se convirtió en toda una revolución, al democratizar el uso del automóvil y hacer accesible su compra a la clase trabajadora española.
«Fiseat le facilitará, en ventajosas y amplias condiciones de financiación, la adquisición del modelo Seat que usted necesite». Así publicitaba la marca su nuevo servicio de crédito, que, a finales de 1968, ya aportaba el 10 % de las ventas de la matriz, según relata Seat, hoy integrada en el grupo alemán Volkswagen. «Significó la accesibilidad a un artículo inicialmente reservado a las clases sociales más acomodadas», explica el fabricante.
Fue así, con el pago a plazos, como el ya mítico Seat 600 se convirtió en el turismo más emblemático de la época Fue así, con el pago a plazos, como el ya mítico Seat 600 se convirtió en el turismo más emblemático de la época del desarrollismo en España, y en el símbolo del arranque de todo un país. En 1968, el precio de un Seat 600 oscilaba entre las 60.000 y las 65.000 pesetas, una cantidad elevada que entonces suponía el sueldo de todo un año, e incluso algo más, para un ciudadano de clase obrera (el sueldo mínimo interprofesional estaba estipulado en 5.000 pesetas mensuales).
Lista de espera
A través de Fiseat, un básico 600 se ponía al alcance de cualquier familia pagando una entrada de 25.541 pesetas y 24 letras mensuales de 2.718 pesetas.
El bum fue tal que durante los primeros años la lista de espera para conseguir un Seat (la mayoría del modelo 600, aunque también del 124) era larga y la entrega se demoraba incluso más de un año, ya que la capacidad de producción no era suficiente para servir tanto pedido.
A finales de los sesenta, la planta de Seat en la zona franca de Barcelona fabricaba 2.895 unidades al año (la factoría ensambla ahora una media de 450.000 unidades al año).
«Todos los españoles deseaban tener un coche propio, tanto por la independencia de movimiento que suponía como, sobre todo, por el prestigio social que conllevaba. En aquél momento el coche era un símbolo de modernidad y progreso. Razón por la que todas las familias querían poseer uno», recuerdan fuentes de esta marca.
Hasta su muerte industrial, en 1973, se fabricaron más de 794.000 unidades del Seat 600, una cifra que se tradujo en que casi todas las familias tuvieron en algún momento una de sus versiones. Su comercialización disminuyó conforme aumentaba la oferta de otros modelos, como el 127, otro fenómeno superventas acuñado en Fiseat, un servicio que no tardó en tener competidores, al margen de la propia banca.
Tal fue el impacto del pago a plazos que, desde entonces, no ha hecho más que crecer.
Un modelo de éxito
Las financieras de los fabricantes de coches son en estos momentos las principales prestamistas del mercado del automóvil en España. Las marcas, bien a través de sus entidades o de enseñas blancas con las que operan, financiaron el 55 % de las ventas de turismos el año pasado.
Y esto es así porque se ha convertido en un negocio para todos, ya que consiguen que un usuario pague menos por un vehículo si financia su compra que si lo paga al contado. Los concesionarios reconocen que hoy en día el pago al contado es una práctica minoritaria, que se concentra en las gamas altas y en los modelos más exclusivos, mientras que el grueso de las ventas se pagan a plazos, bien a través de la financiera de la marca, bien a través de un crédito al consumo.
En todo caso, al igual que hace 50 años, en la mayoría de los casos, el comprador tiene que acudir al concesionario con un dinero ahorrado para la entrada: entre el 10 y el 25 % del valor del vehículo.